Bienvenidos al sitio de los Aveleyra. En este lugar encontrarán la historia de un apellido, AVELEYRA. Esta historia fue compilada por Rafael Aveleyra Assiayn en una época en donde las computadoras no existían y el escrito fue realizado con ayuda de una máquina de escribir, si de esas que llevan una cinta entintada y a la que había que golpear vigorosamente las teclas para imprimir cada letra. Recientemente, mi querido tío Pancho Aveleyra recuperó ese texto y lo capturó en formato electrónico, además de darse a la tarea de actualizar la información relacionada con el árbol genealógico. Hace algunos meses le prometí que crearía un espacio en la red para permitir que esta información sea accesible para todo el mundo. Espero que esta información sea de su interés y que sus visitas enriquezcan la información en torno al apellido Aveleyra.
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sábado, 7 de junio de 2008
ÍNDICE
Preámbulo 01
Introducción 03
ETIMOLOGÍA 09
La Campania Felice 13
Moera 15
Abella 16
La Bella Abella 16
Aveleyra 17
TOPONIMIA
Colonia Augusta Abellinatum 18
Territorium Avelariam – Terra Avelari 19
ANTROPONIMIA
Patronímicos 25
Toponímicos 26
GENEALOGÍA 30
Los Gascos 33
Fonseca 37
Aveleyra (antiguo) 40
Aveleyra (contemporáneo) 45
Historia de un Blasón 51
Addenda 59
Bibliografía 61
Introducción 03
ETIMOLOGÍA 09
La Campania Felice 13
Moera 15
Abella 16
La Bella Abella 16
Aveleyra 17
TOPONIMIA
Colonia Augusta Abellinatum 18
Territorium Avelariam – Terra Avelari 19
ANTROPONIMIA
Patronímicos 25
Toponímicos 26
GENEALOGÍA 30
Los Gascos 33
Fonseca 37
Aveleyra (antiguo) 40
Aveleyra (contemporáneo) 45
Historia de un Blasón 51
Addenda 59
Bibliografía 61
AVELEYRA
HISTORIA DE UN NOMBRE
4 de diciembre de 1957
POR RAFAEL AVELEYRA ASSIAYN
23-VII -1894 – 28-VIII-1960
PREÁMBULO
Un antiguo filósofo dijo: Si se ignora el pasado, se entiende poco del presente y no se tiene concepción del futuro.
Como hombres, todos estamos interesados en la historia de la humanidad; como ciudadanos, en la historia de nuestra patria, y como miembros de una sociedad civilizada cuya unidad fundamental es el grupo formado por padres e hijos, estamos interesados en la historia de nuestra familia para poder entender la razón de nuestra existencia actual y concebir nuestras proyecciones en el futuro.
¿De dónde procedemos? ¿Quiénes fueron nuestros ancestros? ¿Qué enseñanzas nos dejaron? ¿Cuál es el origen de nuestro nombre?
Preguntas son éstas que a todo hombre suelen inquietar en diversas ocasiones de su vida y que la más elemental cultura le exige dilucidar para poder transmitir a sus hijos la conciencia de su abolengo. El propósito no es pueril; el hombre que no sabe quiénes fueron sus antepasados y cuál es el origen de su nombre tiene un incompleto y precario sentido de relación o pertenencia respecto del grupo con el que aspira a identificarse.
“Honrarás a tu padre y tu madre” ordenó Dios a su pueblo, es decir, honrarás a tu estirpe y no renegarás de ella, preservarás sus virtudes, seguirás sus ejemplos morales, aprovecharás sus enseñanzas, conservarás sus tradiciones y le darás brillo y prez en todos tus actos; y para cumplir este mandamiento en su sentido lato es necesario tener un concepto claro y objetivo de la prosapia a la que se pertenece y de los individuos que les dieron forma.
Con el propósito de crear esa conciencia de abolengo y ese cabal sentido de relación o pertenencia en mi familia, he pergeñado este opúsculo; para encontrar las informaciones, referencias y relaciones en que se basa se requirieron casi tres años de paciente y tediosa investigación estimuladas por las instancias de mi hermano Luís para que emprendiera la tarea, luego por la efusiva exultación de mi sobrino Pablo al saber que mi abuelo Don Catalino no era el “personaje legendario” que él imaginaba, y en fin, por el vivo interés que mis hijos mostraron por ver el trabajo concluido y darlo a conocer a nuestra familia.
La compensación que esta ardua labor ha tenido consiste en poder decir que las virtudes sobresalientes y características del linaje AVELEYRA han sido, como se verá en el curso del relato, el honor, el amor a la libertad, la lealtad y el patriotismo que fueron practicados hasta el extremo de sacrificar la propia seguridad y los intereses personales.
Conservando esas virtudes en nuestra familia para el bien de nuestra amada patria honraremos a nuestros mayores.
RAFAEL AVELEYRA Y ASSIAYN
Probable there is not in the whole World occupation quite
as fascinating as finding clues and then accounting for them,
which is all the detective work really is and about all the
astronomy and archeology are.
Earl Stanley Gardner
y exactamente lo que es la genealogía.
RAFAEL AVELEYRA ASSIAYN
INTRODUCCIÓN
Movido por un impulso natural e innato, el hombre ha buscado siempre los orígenes de su existencia, ya sea en el sentido general que se refiere al linaje humano, o en, los más restringidos y específicos de su estirpe de familia o de su propio ser individual.
Tal es el motivo primario de las Ciencias Biológicas, de la Arqueología, de la Paleología, de la Historia y de su auxiliar, la Genealogía, que se refiere especialmente a las familias examinando sus orígenes, mostrando su evolución, describiendo sus generaciones y trazando las biografías de las personas que las componen.
La variedad de los elementos que en ello intervienen hacen que el estudio y la aplicación de la Genealogía sean muy complejos pues han de basarse no sólo en documentaciones familiares que suelen ser escasas, incompletas o dudosas, o en las fuentes que contengan referencias de los linajes o de los individuos que las forman, sino también en todo el material histórico que pueda dar idea de la actuación de la familia, el ambiente en que se desarrolló, las influencias que recibió o que ejerció, y tienen que llevar la investigación hasta los caracteres fisiológicos y psicológicos procurando conocer su etiología e incluso determinar el origen histórico y etimológico de sus apellidos
Es, pues, una rama difícil de la Historia y no debe extrañar que antiguamente no estuviera revestida del rigor que le ha dado en la actualidad pues la Historia toda sufría del mismo mal: falta de método científico para la selección de las fuentes, para el discernir la relatividad de su valor, para la forma expositiva y para las citas documentales.
Era entonces un trabajo recopilatorio que la tradición verbal y escrita así como la información personal se mezclaban con noticias transmitidas por los documentos menos irrefragables que en conjunto daban pábulo a personajes imaginarios, relatos inverosímiles y leyendas fantásticas.
Para el propósito de este opúsculo y por las razones que en él se encontrarán, es particularmente interesante la investigación genealógica en Portugal.
Si se toma en cuenta que el Registro Civil es una institución relativamente reciente y que su obligatoriedad y eficiencia datan apenas de la segunda mitad del siglo XIX, se comprende fácilmente que la investigación genealógica se enfrenta con obstáculos casi insuperable, pues antes que esa práctica fuera implantada, sólo se consignaba la existencia de las personas y de sus progenitores en los títulos de propiedad de las tierras, en los testamentos y donaciones que quedaron en las escribanías de las iglesias y conventos, o en las averiguaciones que se levantaban para otorgar cargos, derechos, privilegios o funciones en las Cortes, en la Iglesia o en el Ejército. El conocimiento de la Genealogía tenía en estos casos grande importancia pues el candidato tenía que presentar una documentación con todas las formalidades legales, que probara ser de origen hidalgo, por lo menos por los cuatro costados.
En numerosas ocasiones y especialmente en ciertas Órdenes de Caballería, el pretendiente debía presentar un “árbol genealógico” en cuyo tronco figurara el escudo de la persona que sometía la prueba, que se llamaba “el presentado”; en la primera hilera, dos escudos, el del padre a la derecha (izquierda del espectador) y el de la madre a la izquierda; en la segunda hilera hacia arriba, cuatro escudos, los de los abuelos paternos a la derecha y los de los maternos a la izquierda.
Esto dio lugar a que los interesados fabricaran desvergonzada e impúdicamente a sus ancestros atribuyéndoles las más absurdas proezas, especialmente después del siglo XIV, pues antes, en la redacción de los catastros medievales, presidió una institución político – social, ético – religiosa y hasta estética, que no existió en los autores de los numerosos nobiliarios que surgieron pasada la Edad Media, destinados a lisonjear los pergaminos de cualquier familia dadivosa que pudiera retribuir largamente los encomios sobre antepasados o contemporáneos, o los de la propia familia a que el autor pertenecía, pues son constantes los trabajos genealógicos ejecutados por una persona sobre su misma familia; otra veces, a buscar recreación personal y satisfacción de una curiosidad, o pasatiempo intelectual procurando hallar alguna base en trabajos anteriores, principalmente en los medievales, como fuentes más remotas, sin preocuparse de la índole social de las épocas pretéritas o de las actuales, acumulando inexactitudes y fábulas sobre fábulas. Carentes de apoyo documental serio, de significación moral, estética y política y sin ninguna importancia histórica, tales nobiliarios son generalmente sospechosos.
Estas son las razones por las que la autenticidad de esos “nobiliarios” del período humanista y de la expansión imperial nunca se puede asegurar sin la necesaria investigación documental.
Las genealogías no se diferencia de los “nobiliarios”, como es obvio, más que en la forma en que estén escritas pero adolecen de los mismos vicios o inexactitudes que aquéllos y a veces, en medio del árido catálogo de las generaciones que es su esencia y principal objeto, surgen la simplicidad, la credulidad y las costumbres de antaño, así como las virtudes y los vicios de la época con el desorden introducido por la pasión.
Las leyendas de la “dama pie de cabra”, del montero que persigue a la corza de ojos tiernos de las relaciones de amor entre un cristiano y una bella mora, la de la hermosa agarena , la de Gaia la de las “cuatro manos”, la de la doncella seducida por el rey en un prado, las numerosas de guerreros llegados de Italia y de Francia, en fin, leyendas de guerra, de caza y de amor, son otras tantos epónimos de los linajes que cada generación imaginó, alteró o acrecentó, según las ideas en boga, para engrandecer y elevar a la nueva nobleza de origen inferior a la antigua, con fábulas más o menos destartaladas y frecuentemente absurdas.
Aquí y allá aparece de cuando en cuando un hecho gracioso: los cognomentos, alcuñas o “bitafes” de ciertos personajes, frutos de una observación feliz de la persona por parte de las clases populares, principalmente nombres que ahora son poco decentes: “Cabeza de Vaca”, “Colcha fría”, “Pato Cenizo”, “Rem de amor”, “Merda asada”, “Cosa mala”.
Aunque de índole distinta, estas razones inducen a ver también con cierto recelo las aseveraciones contenidas en los libros de linajes y “nobiliarios” medievales, sin que por esto causen preocupación los muy comprensibles errores de carácter propiamente genealógico inevitables en los tratadistas de las familias de una época en que casi no existían todavía los apellidos actuales que las distinguieran entre sí y en las homonimias, al uso general de los patronímicos y el número relativamente pequeño de nombres propios personales que dan pábulo a continuas confusiones.
Al correr el tiempo, en virtud de la abolición de los privilegios, la extinción de la Órdenes de Caballería, la supresión de las probanzas, la creación de la nueva nobleza carente de raíces históricas y el desenvolvimiento de las ideas democráticas, el estudio de la genealogía perdió mucho de su interés práctico, su prestigió decayó grandemente y, despreciada por unos y ridiculizada por otros, casi fue condenada a desaparecer.
Sin embargo, apagadas las pasiones del liberalismo revolucionario, el tradicionalismo se ha revigorizado en las últimas décadas y en consecuencia, volvió a cobrar aliento el gusto por los estudios genealógicos que, conceptuados por una nueva técnica, comienzan a ocupar el lugar que les es debido en atención , principalmente, a la gran utilidad que ofrecen no sólo como una rama de la Historia, sino como un elemento importante para la formación y conservación del sentimiento de familia, de la conciencia gregal y del concepto de vinculación que tanto influyen para el fortalecimiento del hogar, para la cohesión de la sociedad y para la vigorización de la nacionalidad.
El reconocimiento de que la Genealogía ocupa un campo propio e independiente de la Nobiliaria, y de que su estudio e investigación abarcan a toda clase de familias, hidalgas, burguesas o plebeyas, ha influido poderosamente para disipar torpes prejuicios que en su entorno se habían formado y hoy ya no hay persona culta que le atribuya propósitos banales o la considere hija de un necio deseo de ostentación o de una tonta alucinación.
Hay dos formas principales de escribir los trabajos genealógicos: los “tratados” y los “árboles”. En los “tratados” las familias son descritas en línea descendente indicando los orígenes de la estirpe, los de los nombres que lleva, tanto históricos como etimológicos, los hechos notables de sus individuos y todo lo que contribuya, como es el caso en la Historia Patria, a servir de ejemplo y guía para la posteridad.
Los “árboles” pueden ser “árboles de generación” y “árboles de costado” o mixtos. Los primeros sirven para representar en forma gráfica la descendencia de un individuo o de una casa determinada, eliminándose con frecuencia las ramas extintas. Los segundos representan, también gráficamente, la ascendencia de una persona o familia por sus varias líneas.
Los “tratados” se dividen en dos grupos: “libros de linajes” y “nobiliarios”. En épocas pretéritas se usó el “libro de la razón” que en cada familia se transmitía de generación en generación para apuntar en él los sucesos familiares, genealógicos o históricos de sus respectivos tiempos y para escribir consejos a sus descendientes.
En Francia se cultivó mucho el uso del “Livre de Raison”, de donde pasó a España a Portugal, y ello permitió que en el siglo XIX se llevara a cabo con buen éxito una indagación para averiguar qué familia poseía desde hacía más tiempo una propiedad rústica, habiéndose podido determinar que, según pruebas documentales, tal era una familia de labradores que desde la época de Carlomagno estaba en posesión del terreno donde habitaba.
Este hecho demostrativo del aprecio de la antigüedad del linaje, resultado de la fuerte tradición y del cuidado con que se guardaban los documentos comprobatorios de la nobleza que el tiempo confiere a las familias y a las propiedades aunque carezcan de grandes gentilicios, contrasta con el descuido existente en España y en Portugal para conservar en las familias la tradición de su pasado y para archivar los títulos que probaran la antigüedad, origen y categoría de sus bienes, negligencia que se heredó y se acentuó en México.
Los archivos familiares portugueses son reducidísimos en número y de una pobreza perturbadora aun entre las clases que, por su cultura y por su interés en comprobar la legitimidad de sus linajes deberían guardar con mayor cuidado los títulos justificativos.
Las genealogías más antiguas en Portugal son los “Livros dan Linahagens” entre los cuales se encuentra el conocido por “del Conde Don Pedro”, escrita por Don Pedro, Conde de Barcelos, hijo bastardo del rey Don Denis. El más antiguo de estos libros es anterior a 1280 y el más reciente es del tercer cuarto del siglo XIV; de entonces al siglo XVI no se conocen escritos genealógicos.
En el siglo XVII y sobre todo en el XVIII, las obras genealógicas tomaron gran incremento y llegaron a varias decenas los volúmenes escritos, entre los cuales se puede apuntar la del Padre Jacinto Leitao Manso de Lima en 58 volúmenes; la de Diego Rangel de Macedo, en 50; y las menos voluminosas de Manuel de Carvalho e Ataide; Belchior de Andrade Leitao; Antonio Peixoto de Queirós e Vasconcelos. Aparte de éstos, hubo también muchos autores que escribieron diversos “nobiliarios” casi todos con propósitos laudatorios.
Actualmente la Genealogía es cultivada por agrupaciones de carácter cultural cuyas investigaciones en los campos de la Historia, de la Arqueología y de la Heráldica están revestidas de absoluta seriedad y son practicadas con métodos científicos.
La única de esas agrupaciones legalmente constituida en Portugal es la “Associzao dos Arqueólogos Portugueses” por intermedio de la “Comisao de Heráldica e Genealogía” que primitivamente se llamó “Seczao de Heráldica e Genealogía” y después “Comissao de Heráldica”
En México, el cultivo de la genealogía ha sido siempre muy desdeñado. Durante la Colonia, las familias procedentes de la Península trajeron a la Nueva España el uso de los “Libros de Razón” que solían servir para probar en diversas ocasiones que lo requerían de acuerdo con las costumbres de la época, la alcurnia de los individuos, lo cual quedaba consignado en los documentos respectivos con la anotación de “Español de estirpe” (o “gente española”) según el Libro de Razón. Con el transcurso del tiempo se hizo elíptica esta frase quedando sólo “Gente de razón” que la costumbre convirtió en la antítesis de “indio” por carecer los aborígenes de “libro de razón”, no del uso de la razón como torpemente se interpretó en la época de la demagogia dando lugar al menosprecio y ridiculización de esos documentos que tan útiles serían si no hubieran sido destruidos por la ignorancia o la falta de previsión, para determinar los orígenes de las familias que poblaron la Nueva España como es el caso entre los descendientes de los colonizadores de Nueva Inglaterra y Nueva Francia desde los peregrinos del Mayflower.
La animadversión creada contra todo lo que pudiera dar la idea de superioridad por razón del origen de la estirpe, y la impresión errónea de que la Genealogía comprende sólo a familias de origen noble, la prescribieron de las costumbres mexicanas que se formaron al calor del loable anhelo creciente de libertad e igualdad.
En junio de 1957 se constituyó en sociedad civil la Academia Mexicana de Genealogía y Heráldica con asiento en la Ciudad de México, que está realizando trabajos muy interesantes por medio de microfilms tomados del Archivo General de la Nación y de las diversas parroquias de la República.
Un gran auxiliar de la Genealogía, porque facilita la identificación de las personas y de las familias y permite, en muchos casos, establecer los orígenes históricos y a veces hasta los etimológicos de los apellidos, es la heráldica cuyo estudio ha corrido siempre parejas con el de la Genealogía encontrando los mismos obstáculos y teniendo que enfrentarse con problemas similares.
Fue en el siglo XII cuando se generalizó en Portugal el uso de insignias, emblemas o divisas, que cada quien escogía a su arbitrio, con objeto de proclamar el origen de su linaje, el sitio de su solar o simplemente por personalizar su nombre con una representación jeroglífica. Después se fueron incluyendo otras ideas tales como dar a conocer las aspiraciones, las proezas o los acontecimientos tradicionales de cada familia, o bien, como lo hacían los primeros cristianos, para proclamar su fe religiosa.
Estos emblemas fueron llamados “blasones” tomándose el nombre del francés antiguo, “blason” que quiere decir “escudo” y ése del alemán “blesen” (sonar la trompeta para proclamar las empresas del escudo), porque su invención se inspiró en las “empresas”, figuras o signos que desde tiempos pretéritos acostumbraban ostentar en sus armas defensivas (lat. acutum) los caballeros que habían jurado realizar algún acto guerrero. Las figuras, generalmente fantásticas, y los lemas, casi siempre misteriosos, en que tales empresas consistían, fueron después adoptados como blasones y divisas en los escudos de las familias.
Al principio, los emblemas eran extremadamente sencillos y se puede decir que los blasones menos complejos son los más antiguos; la exagerada complicación de las figuras y colores no aparición sino hasta el siglo XV, llegando en el XVIII, con la aparición de la nueva nobleza, a la confusión más desconcertadora, hija del barroquismo de la época.
Fue durante la segunda mitad de la Edad Media cuando los escudos comenzaron a convertirse, de divisas personales de los guerreros, en enseñas de familias adquiriendo gradualmente un carácter jeroglífico especial que tendía a representar gráficamente el linaje o el apellido de cada persona.
Desde entonces los blasones tomaron formas peculiares en cada país por las cuales se distinguen su origen. En España y Portugal se usó durante los tiempos medievales la forma de un triángulo curvilíneo, tomada de los escudos de los godos, visigodos y lombardos, y del siglo XVI al XVIII se adoptó la de un cuadrilongo con la base redonda. Después, la influencia francesa introdujo el cuadrilongo con las esquinas inferiores redondeadas y en el centro de la base un pico saliente.
Originalmente, se usaba sólo el blasón correspondiente al apellido paterno, más si la madre había aportado una dote considerable o señorío importante, su escudo era apareado al de su marido y así solían ser ambos usados por los hijos, principalmente por aquellos que hubieran heredado las “honras” maternas en cuyo caso se daba preferencia al blasón y apellido correspondientes.
Después de los siglos XVII y XVIII, se extendió la moda francesa de incluir los escudos de cuatro, ocho, diez y seis y hasta de treinta y dos apellidos en un alarde de vanidosa ostentación, dándose pábulo a una profusión de escudos recargados de emblemas con evidente menoscabo del blasón de varonía y, por ende, de su objeto original.
En Vasconia y Navarra se usaron siempre los escudos de los dos primeros apellidos y muy frecuentemente los de los cuatro, con el propósito de proclamar hidalguía “por los cuatro costados”, pero en Portugal casi nunca se usó más que el del padre y sólo se ostentaba el de la madre, ya fuera solo o acompañado del de aquél, cuando mediaban las circunstancias referidas.
El uso de “brisuras” o pequeñas contraseñas para establecer diferencias en los escudos con objeto de distinguir los de los hijos de los padres y de los de aquéllos entre sí, tan extendido en Francia, Italia e Inglaterra desde el tiempo del Rey San Luís, nunca arraigó en España y Portugal a pesar de haber sido aprobado en el siglo XVII, y sólo ocasionalmente una flor de lis, una estrella u otro signo de pequeñas dimensiones para establecer esos distingos.
Antes del siglo XIV el uso de los blasones no estaba sujeto a reglas forzosas, pero las ramificaciones de las familias, la duplicación y multiplicación de algunos apellidos y las disputas que ello originaba, indujeron a los monarcas a reglamentarlo por medio de ordenanzas cuyo principal propósito era salvaguardar los derechos de originalidad o primacía que cada cual comprobara tener legítimamente sobre su respectiva insignia evitando usurpaciones e imitaciones.
En Portugal fue introducida esa reglamentación por el rey Don Joao I en 1388, pero no fue sino hasta cincuenta años después cuando se expidió la primer “Carta de Bracao” registrada “nos livros de chandelerias de nossos reis” y que fue mandada pasar por el rey Don Duarte en 1438 a un tal Gil Simoes autorizándolo para usar un escudo que allí se describe simplemente: “em Branco uma pinta verde e em elle un leao rompente”
Es pertinente hacer notar que tales “Cartas de Blasón” no tienen relación alguna con los títulos nobiliarios pues mientras éstos eran otorgados por gracia real con ciertos privilegios inherentes, aquéllas eran expedidas a solicitud de los interesados a guisa de certificados de patente con objeto de acreditar autorizadamente su exclusivo derecho para ostentar los blasones por ellos mismo legítimamente adoptados o heredados, sin que esto implicara más privilegio que el de la protección legal de ese derecho.
La circunstancia de que al surgir la nueva nobleza se soliera autorizar u otorgar el uso de un blasón determinado al expedirse un título nobiliario, dio lugar a que el vulgo creyera que sólo los nobles podían usar escudos o que éstos eran distintivos de nobleza estuviesen o no coronados.
La verdad es que los blasones usados son los primitivos hidalgos portugueses y españoles no llegaron nunca a ser registrados oficialmente porque desaparecieron antes de que el registro fuera instituido. Hay, sin embargo, algunos de esos blasones que los descendientes de los hidalgos mencionados desenterraron y registraron en las Chancelerías reales ya fuera conservando fielmente los diseños originales o, lo que es más frecuente, introduciendo alteraciones diversas principalmente en los colores.
Los blasones de los antiguos hidalgos se distinguen de los que surgieron con la nueva nobleza en que aquéllos se componen sobriamente sólo de las “Piezas honorables”, es decir de jefe, palo, faja, banda, barra, cruz, aspa, chevrón, perla, campaña y bordura, así como de “Piezas Honorables disminuidas” que son las mismas pero más delgadas, en tanto que los segundos incluyen “Piezas ordinarias”, esto es, figuras de todas clases, como hombres, animales, árboles, frutas, flores, castillos, puentes, fuentes y seres fantásticos o mitológicos.
En los blasones medievales se usó la bordura para indicar que el poseedor del escudo tenía la calidad de rico hombre, jerarquía máxima en aquella época, que equivalía al de “grande del reino”. Posteriormente la nueva nobleza la usó como brisura y llegó a generalizarse para denotar la procedencia original del apellido o del linaje.
A falta de registros en los armoriales, sólo se encuentran referencias ocasionales de los blasones usados por los antiguos hidalgos, en monografías de regiones, poblaciones, conventos y monumentos, o bien en leyendas que a veces conducen al hallazgo de nombres desaparecidos y de escudos decaídos o abandonas, referencias que a menudo son vagas, deficientes o confusas.
En estas condiciones el trabajo de investigación es extremadamente azarado y contingente; los errores, o más bien, las omisiones, pueden ser, a causa de ello, serias y numerosas. Sin embargo, los datos que se consignan en este opúsculo han sido detenidamente examinados y, hasta donde es posible, corroborados en distintas fuentes.
Esta Introducción tiende a justificar los móviles del trabajo que aquí se presenta y, al mismo tiempo, a hacer inteligibles algunos de sus pasajes sin que haya necesidad de recurrir continuamente a libros de consulta que podrían no estar a la mano.
Siguiendo los métodos adoptados por autores versados en esta clase de disertaciones, se principia por relatar el origen etimológico del nombre AVELEYRA, en seguida su origen histórico, después la genealogía de las familias que lo llevan y, finalmente, el origen y evolución del emblema o blasón que sus antepasados usaron y que constituye el distintivo tradicional de su linaje.
En el curso de esta narración se encontrarán citas de fuentes cuando el caso lo amerita para afianzar la exactitud de la exposición o la fidedignidad de los asertos. En algunas ocasiones se transcriben literalmente los textos en otros idiomas para conservar íntegras las ideas o para dar más sólida sustentación a las inferencias que se apuntan, a veces extremadamente insólitas.
Cuando se omiten las citas para evitar prolijidad y tedio, se debe entender que los datos han sido tomados de alguna o algunas de las obras que aparecen en la Bibliografía.
No se ha negado cabida a la leyenda porque aparte de romper la ineludible aridez de todo trabajo genealógico, le presta, dentro de su índole fantástica e inverosímil, cierta corroboración a la existencia – no a los hechos – de algunas personas o de algunos lugares, o ayuda a determinar una época o un acontecimiento histórico.
Por la misma razón tampoco se ha desdeñado el verso poco ortodoxo de algunos linajistas, por cierto muy respetables, que en medio de su desaliño encierra datos interesantes, a veces no mencionados en otras fuentes.
Improba en extremo ha sido la tarea de investigar el origen histórico del apellido AVELEYRA y el genealógico de la familia de este nombre, particularmente porque todo lo que a ellos se refiere es demasiado remoto o demasiado reciente para figurar en los clásicos libros de linajes o tratados de genealogías. Además, la circunstancia de que la trayectoria genealógica de la familia y la histórica del apellido hayan divergido, al salir de su origen común, en distintas direcciones y después de varios siglos de separaciones se hayan vuelto a juntar en el mismo linaje, suscitó intrincados acertijos que sólo la paciencia y un metódico razonamiento analítico pudieron despejar,
La primera noticia que se encontró en los textos especializados fue obscura y desalentadora
“Na beira existiam ainda no século XIV cavaleiros con pálidos de Maceyra, de AVELEYRA e de Falqueyra que parecem foiram tomados das Quintas homónimas. Presentamente parecem ter-se extinguido”
De allí en adelante el azar fue el único aliado con que se contó para llevar adelante esa tarea, agravada por los frecuentes errores que se encuentran en las transcripciones de documentos medievales en que el tipo gótico de los manuscritos latinos fue tan propicio para equivocar letras y deformar nombres, y por las corrupciones que los dialectos populares introdujeron en los vocablos latinos y romances en la época de la transición.
La investigación relativa al blasón fue particularmente ardua por la diversidad de descripciones someras y confusas que extraviaban los conceptos y sumían en la más densa perplejidad al entendimiento. Lo que a este respecto se presenta debe ser tomado con una gran dosis de cautela sin que esto implique, empero, que se deba ver con repugnancia al diseño del blasón por el solo hecho de que no se ajuste a las reglas heráldicas clásicas cuyo origen data de tiempos posteriores.
En cuanto a la parte etimológica la investigación no encontró obstáculos; el único problema consistió en poder allegar las fuentes adecuadas después de un sencillo proceso deductivo.
Finalmente, este trabajo no reclama una absoluta creencia en ninguno de sus aspectos, con excepción del etimológico que es evidente, pues las propias fuentes en que se basan son resbaladizas y precarias, pero sí se puede asegurar que ha sido expurgado de todo lo que manifiestamente se apartaba de la lógica o de la Historia.
ETIMOLOGÍA
Aunque en todas las edades la Etimología ha ocupado la atención de los ilustrados y de los estudiosos, no fue sino hasta el siglo XIX cuando su estudio comenzó a encauzarse sobre principio realmente científicos.
Las similitudes de sonidos y las falsas analogías han conducido frecuentemente a erróneas etimologías que tuercen totalmente la connotación de los vocablos como se puede ver en el ilógico procedimiento seguido en el Antiguo Testamento y en algunas historias de los pueblos aborígenes de América para la interpretación de nombres personales –aplicados a conveniencia después del hecho-así como en las explicaciones homéricas de los nombres de los dioses y hombres; en las etimologías fantásticas tan comunes en los escritores medievales y hasta en los contemporáneos; en las extravagancias de los topógrafos celtas y aun en la candidez de algunos diccionarios modernos.
En efecto, las ideas actuales de método en la Etimología apenas han rebasado los límites alcanzados por los gramáticos de Alejandría y por Varro entre los romanos.
La Etimología científica no debe concretarse a buscar las relaciones de las palabras de un idioma dentro de este mismo exclusivamente, sino que ha de extender su vista a todo el grupo de lenguas cognadas o, más ampliamente, a toda la familia lingüística.
El notable etimologista Prof. Skeat da la pauta para cualquier trabajo etimológico al recomendar que “antes de intentar una etimología, debe determinar cuáles fueron la forma más primitiva y el uso más antiguo de la palabra observando estrechamente la cronología; si la palabra es de origen vernáculo, se debe escudriñar su historia entre los idiomas conexos y si es tomada de otra lengua, se debe observar la geografía y la historia de los eventos teniendo presente que las palabras pasan de un idioma a otro por medio del contacto directo”.
Siguiendo el método enunciado, para encontrar el origen primitivo y la derivación de un apellido que no sea sencillamente patronímico, es preciso investigar el significado prístino de las palabras que lo engendraron, su evolución histórica, su uso geográfico, su transferencia de una lengua a otra y su expresión ortográfica a fin de poder determinar la razón y punto de su nacimiento como nombre de familia, su conexión con lugares donde aparezca como toponímico y, finalmente, su significación e importancia en la genealogía de la familia que lo lleve.
Antes de iniciar la etimología del apellido AVELEYRA hay que definir la filiación idiomática de la palabra y conocer su denotación lexicográfica con objeto de percibir el sentido de los elementos inflexionales que hayan contribuido a darle forma y significado. La averiguación, pues, tiene que comenzar en los diccionarios.
Los de la lengua española, antiguos y modernos, no traen ese vocablo, evidentemente porque no es castellano. Las enciclopedias de este idioma registran algunos topónimos de estructura similar: ABELEIRA, ABELLEIRA y AVELLEIRA; todos son lugares pertenecientes a la región de Galicia pero, por la misma razón de no ser voces castellanas, se omite su lexigrafía.
La desinencia común eira presenta una inflexión característica del grupo lingüístico gallego – portugués cuya función define la “Grande Enciclopedia Portuguesa e Brasileira” del siguiente modo: “Suffijo que exprime capacidades para conter (carteira, licoreira) ou para produzir (castaniera, oliveira) e d’aqui a idea de aptidade (padropeira, heredeira) de collectividade (lobeira, abelheira ) de extensao (pradeira, ribeira) utilizacao (andadeira, orelheira), actividades, professao, cualidades, etc”.
Es decir, que el sufijo gallego-portugués EIRA corresponde a la terminación ERA en Castellano (cartera, heredera, abejera, ribera).
En cuanto a la denotación de estos vocablos, los léxicos gallegos registran ABELEIRA (igual que abelal) como plantío de ABELAS (abedules); ABELLEIRA como nido de ABELLAS (abejas) y AVELLEIRA como árbol que da las avellanas, o sea la avellanera.
Por su parte los diccionarios portugueses traen las palabras ABELEIRA, ABELHEIRA, ABELLEYRA Y AVELEIRA, que definen como sigue: ABELEIRA, “plantío de abelas” (plantío de abedules); ABELHEIRA Y ABELLEIRA, “ninho de abelhas” (nido de abejas); AVELEIRA, “nomo vulgar de Corylus Avellana, árvore que da as avelas” lo cual identifica a ese árbol con la AVELEIRA gallega y la AVELLANERA castellana. Respecto de él sigue diciendo la Enciclopedia: “Árvore amantácea fructífera (os frutos sao chamados AVELAS) pouco frecuente no estado espontâneo e un tanto cultivada entre nós (principalmente no norte)
Quao docemente agora aquí cantava um rouxinol
Entre estas AVELEIRAS.- Diego Bernardes, “O Lima”.
Aquí se encontram ciprestes, mirtos, cedros e AVELEIRAS.- Castillo, “Amor e Melancolia”
Hay en portugués dos vocablos sinónimos de AVELEIRA que han caído en desuso: AVELANEIRA Y AVELANZEIRA que fueron las primeras formas que, al pasar del Latín al Romance se emplearon para designar a ese árbol.
De todas las palabras referidas, la que más concuerda con AVELEYRA es la portuguesa AVELEIRA; sin embargo, su ortografía difiere en el sufijo y es necesario determinar sin son dos vocablos distintos o uno solo con grafía modificada. Para ello conviene observar la evolución histórica y fonética de la I y de la Y desde sus principios.
La I, derivada de la IOTA griega a través del Latín, tuvo en este último idioma tanto el sonido de vocal como el de consonante, dándole este segundo valor cuando procedía a otra vocal sufriendo diptongación, ej.: iuvenem, coniugem, maioris, adituare, eiusdem.
La Y, por su parte, viene del Latín donde al principio sólo fue una forma de variación (Y, y) de la letra griega T, v (vpsilon), agregada por los griegos al alfabeto egipcio; su sonido primitivo en griego fue la de U pero después se convirtió en Ü como en Francés y como ü en Alemán hasta confundirse con el de la I. En el antiguo Asturiano y en el Aragonés así como en Gallego y consecuentemente en Portugués, la Y tuvo un sonido parecido al de la ü.
La letra upsilon fue usada por los griegos desde la época de Cicerón y los romanos la representaban generalmente por medio de la u y más tarde adoptaron la forma de la y; de aquí que del Griego korvlos se escribiera en latín corulos y después corylus.
Consideraban los latinos a la Y como letra extraña y sólo la empleaban en las transcripciones y traducciones de palabras griegas pues el Latín no tenía sonido parecido a la v (vpsilon). Los nombres que ahora se dan a esta letras, llamándola upsilon o ypsilon, corroboran la variedad de su pronunciación.
En Castellano y en Portugués, así como en los demás idiomas romances, se escribían antiguamente con Y todas las palabras que en .Latín llevan esta letra, como ANALYSIS, ETYMOLOGIA, PRESBYTERIO, HYMNE, MARTYR, en las que más tarde fue substituida por la I.
En los últimos siglos de la Edad Media (1350 – 1550) la Y fue escrita 3 con el sonido de Y, como en YA, o sea el equivalente de la YOD hebrea que se cambiaba en el de K antes de T o al final de palabra. El símbolo 3 desapareció alrededor de 1500 viniendo a confundirse con la Z, pero el sonido de YOD pasó entonces a la Y quitándole poco a poco su sonido de I.
En Portugués, la Y fue substituía antiguamente a la I cuando ésta tenía un sonido doble o en la terminación de un diptongo, ej.: CORREYO, AVELEYRA, MOREYRA, PEREYRA, LEY, y tenía el mismo valor que la I en MYSTERIO, ESTYLO.
En realidad, su uso fue siempre anárquico como puede verse en el “Cancioneyro Geral” de García de Resende, 1516, en cuya primera página se lee: “Pregunta que fez Jorge da Silveyra a Nuno Pereira porq hyndo por hun caminho vynha Nuno Pereyra muyto cuydoso e Jorge da Silveira vouia parte deddo muitos sospiros faz-o ambos servidores de senhora dona Lyonor de Sylva pe rquem s hia sospirado senhor Jorge da Silveyra e por mem hia assi cuydando senhor Nuno Pereyra…”
Actualmente ya no existe la letra Y en el alfabeto portugués como se puede ver en cualquier gramática o diccionario; su uso fue proscrito en el año de 1562, pero anteriormente se le encuentra profusamente en palabras como éstas: LYXBOA (Lisboa), YHLAS (islas), YNFANTE, FEUREYRO, REY, PRIMEYRA, OTENTA (1502), CHRYSTO, ROUEYTOSO (1504); ASSY, MAYOR, LYONOR, RAYHNA, PARCEYROS, OVILHEIRO, AVELEYRA (1536); RIBEYRO, MAYS, TUY, CAVALLEYROS (1554). Fue en este empleo, al final de diptongo, en el que por más tiempo subsistió se observa en la siguiente inscripción de 1612: “OS LVISIADAS”” de Lvis de Campos, Principe da poesia heroyca.- Domingo Fernandez, livreyro.
Al quedar suprimida la Y del alfabeto portugués, su sonido pasó a ser representado por la I, y por la J su sonido fuerte.
Consecuentemente ya no hay palabras en ese idioma que se escriban con aquella letra y solamente se conserva su uso en unos cuantos apellidos como AVELEYRA, AVEYRO, CERVEYRA, PEREYRA, PINHEYRA Y VIEYRA, siguiendo las tradiciones y costumbres familiares que prevalecieron sobre las nuevas reglas ortográficas, a diferencia de los correspondientes nombres comunes (de los árboles, etc.) y topónimos en los cuales la observancia de esas reglas es obligatoria. Los demás apellidos de igual estructura se escriben con I ya sea porque se sometieron a la nueva ortografía o porque su aparición como nombres de familia data de épocas más recientes, siendo curioso observar que los de este grupo son los más extendidos y generalizados en tanto que AVEYRO se ha extinguido ya, AVELEYRA sólo se encuentra en dos ramas de América procedentes del mismo tronco, PEREYRA Y VIEYRA, aunque un poco más vulgarizados, son pocas las familias que lo llevan.
Establecida la lexigrafía de AVELEYRA, procede ahora examinar su lexicología comenzando por AVELA, que es el fruto de AVELEIRA.
La gran Enciclopedia ya citada dice; AVELA.- o fruto da Aveleyra, o mesmo que AVELANA, do Latín AVELLANA; de AVELLA ou AVELA, oppidio da Campania, munic. Avellin, hoje Avelino; é l’antiga ABELLA citada por Virgilio, de origem etrusca”
Con este indicio se tiene que dirigir la investigación hacia Italia para encontrar la toponimia de ABELLA y conocer el curso de su transformación en nombre de árbol.
Enciclopedia Italiana, Instituto Giovanni Treccani.- “AVELLA.- Comune della provincia de Avellino, dista 23.7 chilometri del centro capuluego. A breve distanza a NE. de AVELLA, ai piede del M. Partenio (Montevergine), sorgeva l’antica cittá di ABELLA, uno del piú piccoli centri de la Campania prerromana e romana (regione 1ª. Augustea e della tribú Galeria). Del periodo della sua autonomia politica resta il cosidetto ceippo ABELLANO, presso Castello medievale di AVELLA. É detta da Virgilio (Aen. VII,740) MALIFERA ABELLA” (Abella fructifera) per la rica produzione delle frutte, per la splendida vista del monti boscosi dei dintorni, primi fra tutti Il AVELLA, il Partenio e il Terminio, ricchi di AVELLANE. ## ABELLA (AVELLA VECCHIA).- Cittá vetustísima d’Italia a NE. Di Nola in Campania. La sua origine e creduta etrusca. Fui insignorizzata dai Greci, dagli Osci, dai Samiti e, per ultimo, dai Romani. I sarraceni la distrussero nel sec. X. A giudicare delle sue ruine, che ancora si ammirano a 3 km. della moderna AVELLA, presso le sorgenti del Clanio, doveva essere assai vasta”
Latin-English Lexicon.- “ABELLA.- A town in Campania near Nola, abounding in fruit trees and nuts, now AVELLA: Malifera Virg. A7, 740; hence ABELLANA NUX, the hazel nut.
Enciclopedie Francaise.- “ABELLA.- Fondée par la chalcidiens elle etait rennomés pour ses fruits et son nom resté aux grosses noisettes apellée AVELINES”
Diccionaire Etimologique de la Langue Latine.- “ABELLA.- Nome d’une ville de Campanie significant “la ville des pommes”; cf. Vir. Aen. 7, 740…MALIFERA…MOEANIA ABELLAE- Derivés: ABELLANUS, A UM, qui a servi d’epithete á NUX pour designer la grosse noisette (It., Esp. AVELLANA); cf. aussi ABELLANIA, ABELLANUS, A , UM. M.L. 17, 18”.
Totius Latinatis Lexicon.- “ABELLA, AE (cf. Esse videtur c. aper. Th.) Nomen oppidi in Campanum tribu Galeria, hodie AVELLA, de cujus etymo disputant ashuc eruditi viri; naque enim quis facile admiserit, que e veteribus protulit Verg. AEn. 740. #Quidam hanc civitatem a rege MURANO conditam MOERAM nomine voatum ferunt, sed Graecos primus eam incoluisse, quae ab nucibus, ABELLANIS ABELLA nomen accepit. Humus civis nunc AVELA aut AVELLA VECHIA. Campanie oppidium in prima Italiae regione (ef. Plin, 3.9.11), Chalicidensium olim colonia teste Justin. 20.1.13, cum loca circa Capuam possiderent, orto tumulto interiisse, aliosque fugientes Moeranum abiisse, et enjus incolis servisse, et quod IMBELLIORES fuerint, ABELLANOS dictos. E resentioribus minus improbabilis videtur conjectura mommsenii, qui deduceret ab ABER loco APER, ita ut ABELLA, quasi APERULA, fuerit sic dicta a QUANNITATE APRORUM, vel ab APPOLINE, qui inter primas Samnitium, ad quos spectabat, divinitates fuisse videtur. Scribitur et AVELLA, unde incolae ABELLANI et AVELLANI dicti.- Item BELLA.- Derivata ABELLANIUS, ABELLANUS, ABELLINUM, ABELLINATES, ABELLINUS, Virg. 7. Aen. 740., a copia nucum, quae inde ABELLANCE AVELLANOS vel AVELLINOE dictae sunt, MALIFERAM apellavit”.
Latinatis Onomasticom.- “Corp. VI, 1057, tit.2, 134. L. Ponti (us) ABELLAN (us) nux ABELLANA, legitor persaepe AVELLANA, interdum AVALLANA, ABALLANA; V340, 18 AVELLANUS, haesl CORYLUM indicat, V 278,52 CORYLUS AVELLANUS. Gloss. (palabras en griego) (val.aluna: Ital. AVELLANA; Franceg. AVELINE; Hisp AVELLANA; Port. AVELLAN). Nuces calvas, ABELLANAS, praenestinas, graecas sane coryli proprie dicuntur, nam ABELLANAE, ab ABELLA, Campanias oppido, ubi abundant, nominate sunt.- Haec usu scribendi recepto AVELLANA dicitur”.
Las menciones que las preinsertas referencias hacen de los Oscos y los Samnitos, de Moera y de la Campania, inducen a remontar la investigación a esa remota antigüedad dentro de la citada comarca italiana, para ,lo cual sólo se cuenta con tradiciones y leyendas.
HISTORIA DE UN NOMBRE
4 de diciembre de 1957
POR RAFAEL AVELEYRA ASSIAYN
23-VII -1894 – 28-VIII-1960
PREÁMBULO
Un antiguo filósofo dijo: Si se ignora el pasado, se entiende poco del presente y no se tiene concepción del futuro.
Como hombres, todos estamos interesados en la historia de la humanidad; como ciudadanos, en la historia de nuestra patria, y como miembros de una sociedad civilizada cuya unidad fundamental es el grupo formado por padres e hijos, estamos interesados en la historia de nuestra familia para poder entender la razón de nuestra existencia actual y concebir nuestras proyecciones en el futuro.
¿De dónde procedemos? ¿Quiénes fueron nuestros ancestros? ¿Qué enseñanzas nos dejaron? ¿Cuál es el origen de nuestro nombre?
Preguntas son éstas que a todo hombre suelen inquietar en diversas ocasiones de su vida y que la más elemental cultura le exige dilucidar para poder transmitir a sus hijos la conciencia de su abolengo. El propósito no es pueril; el hombre que no sabe quiénes fueron sus antepasados y cuál es el origen de su nombre tiene un incompleto y precario sentido de relación o pertenencia respecto del grupo con el que aspira a identificarse.
“Honrarás a tu padre y tu madre” ordenó Dios a su pueblo, es decir, honrarás a tu estirpe y no renegarás de ella, preservarás sus virtudes, seguirás sus ejemplos morales, aprovecharás sus enseñanzas, conservarás sus tradiciones y le darás brillo y prez en todos tus actos; y para cumplir este mandamiento en su sentido lato es necesario tener un concepto claro y objetivo de la prosapia a la que se pertenece y de los individuos que les dieron forma.
Con el propósito de crear esa conciencia de abolengo y ese cabal sentido de relación o pertenencia en mi familia, he pergeñado este opúsculo; para encontrar las informaciones, referencias y relaciones en que se basa se requirieron casi tres años de paciente y tediosa investigación estimuladas por las instancias de mi hermano Luís para que emprendiera la tarea, luego por la efusiva exultación de mi sobrino Pablo al saber que mi abuelo Don Catalino no era el “personaje legendario” que él imaginaba, y en fin, por el vivo interés que mis hijos mostraron por ver el trabajo concluido y darlo a conocer a nuestra familia.
La compensación que esta ardua labor ha tenido consiste en poder decir que las virtudes sobresalientes y características del linaje AVELEYRA han sido, como se verá en el curso del relato, el honor, el amor a la libertad, la lealtad y el patriotismo que fueron practicados hasta el extremo de sacrificar la propia seguridad y los intereses personales.
Conservando esas virtudes en nuestra familia para el bien de nuestra amada patria honraremos a nuestros mayores.
RAFAEL AVELEYRA Y ASSIAYN
Probable there is not in the whole World occupation quite
as fascinating as finding clues and then accounting for them,
which is all the detective work really is and about all the
astronomy and archeology are.
Earl Stanley Gardner
y exactamente lo que es la genealogía.
RAFAEL AVELEYRA ASSIAYN
INTRODUCCIÓN
Movido por un impulso natural e innato, el hombre ha buscado siempre los orígenes de su existencia, ya sea en el sentido general que se refiere al linaje humano, o en, los más restringidos y específicos de su estirpe de familia o de su propio ser individual.
Tal es el motivo primario de las Ciencias Biológicas, de la Arqueología, de la Paleología, de la Historia y de su auxiliar, la Genealogía, que se refiere especialmente a las familias examinando sus orígenes, mostrando su evolución, describiendo sus generaciones y trazando las biografías de las personas que las componen.
La variedad de los elementos que en ello intervienen hacen que el estudio y la aplicación de la Genealogía sean muy complejos pues han de basarse no sólo en documentaciones familiares que suelen ser escasas, incompletas o dudosas, o en las fuentes que contengan referencias de los linajes o de los individuos que las forman, sino también en todo el material histórico que pueda dar idea de la actuación de la familia, el ambiente en que se desarrolló, las influencias que recibió o que ejerció, y tienen que llevar la investigación hasta los caracteres fisiológicos y psicológicos procurando conocer su etiología e incluso determinar el origen histórico y etimológico de sus apellidos
Es, pues, una rama difícil de la Historia y no debe extrañar que antiguamente no estuviera revestida del rigor que le ha dado en la actualidad pues la Historia toda sufría del mismo mal: falta de método científico para la selección de las fuentes, para el discernir la relatividad de su valor, para la forma expositiva y para las citas documentales.
Era entonces un trabajo recopilatorio que la tradición verbal y escrita así como la información personal se mezclaban con noticias transmitidas por los documentos menos irrefragables que en conjunto daban pábulo a personajes imaginarios, relatos inverosímiles y leyendas fantásticas.
Para el propósito de este opúsculo y por las razones que en él se encontrarán, es particularmente interesante la investigación genealógica en Portugal.
Si se toma en cuenta que el Registro Civil es una institución relativamente reciente y que su obligatoriedad y eficiencia datan apenas de la segunda mitad del siglo XIX, se comprende fácilmente que la investigación genealógica se enfrenta con obstáculos casi insuperable, pues antes que esa práctica fuera implantada, sólo se consignaba la existencia de las personas y de sus progenitores en los títulos de propiedad de las tierras, en los testamentos y donaciones que quedaron en las escribanías de las iglesias y conventos, o en las averiguaciones que se levantaban para otorgar cargos, derechos, privilegios o funciones en las Cortes, en la Iglesia o en el Ejército. El conocimiento de la Genealogía tenía en estos casos grande importancia pues el candidato tenía que presentar una documentación con todas las formalidades legales, que probara ser de origen hidalgo, por lo menos por los cuatro costados.
En numerosas ocasiones y especialmente en ciertas Órdenes de Caballería, el pretendiente debía presentar un “árbol genealógico” en cuyo tronco figurara el escudo de la persona que sometía la prueba, que se llamaba “el presentado”; en la primera hilera, dos escudos, el del padre a la derecha (izquierda del espectador) y el de la madre a la izquierda; en la segunda hilera hacia arriba, cuatro escudos, los de los abuelos paternos a la derecha y los de los maternos a la izquierda.
Esto dio lugar a que los interesados fabricaran desvergonzada e impúdicamente a sus ancestros atribuyéndoles las más absurdas proezas, especialmente después del siglo XIV, pues antes, en la redacción de los catastros medievales, presidió una institución político – social, ético – religiosa y hasta estética, que no existió en los autores de los numerosos nobiliarios que surgieron pasada la Edad Media, destinados a lisonjear los pergaminos de cualquier familia dadivosa que pudiera retribuir largamente los encomios sobre antepasados o contemporáneos, o los de la propia familia a que el autor pertenecía, pues son constantes los trabajos genealógicos ejecutados por una persona sobre su misma familia; otra veces, a buscar recreación personal y satisfacción de una curiosidad, o pasatiempo intelectual procurando hallar alguna base en trabajos anteriores, principalmente en los medievales, como fuentes más remotas, sin preocuparse de la índole social de las épocas pretéritas o de las actuales, acumulando inexactitudes y fábulas sobre fábulas. Carentes de apoyo documental serio, de significación moral, estética y política y sin ninguna importancia histórica, tales nobiliarios son generalmente sospechosos.
Estas son las razones por las que la autenticidad de esos “nobiliarios” del período humanista y de la expansión imperial nunca se puede asegurar sin la necesaria investigación documental.
Las genealogías no se diferencia de los “nobiliarios”, como es obvio, más que en la forma en que estén escritas pero adolecen de los mismos vicios o inexactitudes que aquéllos y a veces, en medio del árido catálogo de las generaciones que es su esencia y principal objeto, surgen la simplicidad, la credulidad y las costumbres de antaño, así como las virtudes y los vicios de la época con el desorden introducido por la pasión.
Las leyendas de la “dama pie de cabra”, del montero que persigue a la corza de ojos tiernos de las relaciones de amor entre un cristiano y una bella mora, la de la hermosa agarena , la de Gaia la de las “cuatro manos”, la de la doncella seducida por el rey en un prado, las numerosas de guerreros llegados de Italia y de Francia, en fin, leyendas de guerra, de caza y de amor, son otras tantos epónimos de los linajes que cada generación imaginó, alteró o acrecentó, según las ideas en boga, para engrandecer y elevar a la nueva nobleza de origen inferior a la antigua, con fábulas más o menos destartaladas y frecuentemente absurdas.
Aquí y allá aparece de cuando en cuando un hecho gracioso: los cognomentos, alcuñas o “bitafes” de ciertos personajes, frutos de una observación feliz de la persona por parte de las clases populares, principalmente nombres que ahora son poco decentes: “Cabeza de Vaca”, “Colcha fría”, “Pato Cenizo”, “Rem de amor”, “Merda asada”, “Cosa mala”.
Aunque de índole distinta, estas razones inducen a ver también con cierto recelo las aseveraciones contenidas en los libros de linajes y “nobiliarios” medievales, sin que por esto causen preocupación los muy comprensibles errores de carácter propiamente genealógico inevitables en los tratadistas de las familias de una época en que casi no existían todavía los apellidos actuales que las distinguieran entre sí y en las homonimias, al uso general de los patronímicos y el número relativamente pequeño de nombres propios personales que dan pábulo a continuas confusiones.
Al correr el tiempo, en virtud de la abolición de los privilegios, la extinción de la Órdenes de Caballería, la supresión de las probanzas, la creación de la nueva nobleza carente de raíces históricas y el desenvolvimiento de las ideas democráticas, el estudio de la genealogía perdió mucho de su interés práctico, su prestigió decayó grandemente y, despreciada por unos y ridiculizada por otros, casi fue condenada a desaparecer.
Sin embargo, apagadas las pasiones del liberalismo revolucionario, el tradicionalismo se ha revigorizado en las últimas décadas y en consecuencia, volvió a cobrar aliento el gusto por los estudios genealógicos que, conceptuados por una nueva técnica, comienzan a ocupar el lugar que les es debido en atención , principalmente, a la gran utilidad que ofrecen no sólo como una rama de la Historia, sino como un elemento importante para la formación y conservación del sentimiento de familia, de la conciencia gregal y del concepto de vinculación que tanto influyen para el fortalecimiento del hogar, para la cohesión de la sociedad y para la vigorización de la nacionalidad.
El reconocimiento de que la Genealogía ocupa un campo propio e independiente de la Nobiliaria, y de que su estudio e investigación abarcan a toda clase de familias, hidalgas, burguesas o plebeyas, ha influido poderosamente para disipar torpes prejuicios que en su entorno se habían formado y hoy ya no hay persona culta que le atribuya propósitos banales o la considere hija de un necio deseo de ostentación o de una tonta alucinación.
Hay dos formas principales de escribir los trabajos genealógicos: los “tratados” y los “árboles”. En los “tratados” las familias son descritas en línea descendente indicando los orígenes de la estirpe, los de los nombres que lleva, tanto históricos como etimológicos, los hechos notables de sus individuos y todo lo que contribuya, como es el caso en la Historia Patria, a servir de ejemplo y guía para la posteridad.
Los “árboles” pueden ser “árboles de generación” y “árboles de costado” o mixtos. Los primeros sirven para representar en forma gráfica la descendencia de un individuo o de una casa determinada, eliminándose con frecuencia las ramas extintas. Los segundos representan, también gráficamente, la ascendencia de una persona o familia por sus varias líneas.
Los “tratados” se dividen en dos grupos: “libros de linajes” y “nobiliarios”. En épocas pretéritas se usó el “libro de la razón” que en cada familia se transmitía de generación en generación para apuntar en él los sucesos familiares, genealógicos o históricos de sus respectivos tiempos y para escribir consejos a sus descendientes.
En Francia se cultivó mucho el uso del “Livre de Raison”, de donde pasó a España a Portugal, y ello permitió que en el siglo XIX se llevara a cabo con buen éxito una indagación para averiguar qué familia poseía desde hacía más tiempo una propiedad rústica, habiéndose podido determinar que, según pruebas documentales, tal era una familia de labradores que desde la época de Carlomagno estaba en posesión del terreno donde habitaba.
Este hecho demostrativo del aprecio de la antigüedad del linaje, resultado de la fuerte tradición y del cuidado con que se guardaban los documentos comprobatorios de la nobleza que el tiempo confiere a las familias y a las propiedades aunque carezcan de grandes gentilicios, contrasta con el descuido existente en España y en Portugal para conservar en las familias la tradición de su pasado y para archivar los títulos que probaran la antigüedad, origen y categoría de sus bienes, negligencia que se heredó y se acentuó en México.
Los archivos familiares portugueses son reducidísimos en número y de una pobreza perturbadora aun entre las clases que, por su cultura y por su interés en comprobar la legitimidad de sus linajes deberían guardar con mayor cuidado los títulos justificativos.
Las genealogías más antiguas en Portugal son los “Livros dan Linahagens” entre los cuales se encuentra el conocido por “del Conde Don Pedro”, escrita por Don Pedro, Conde de Barcelos, hijo bastardo del rey Don Denis. El más antiguo de estos libros es anterior a 1280 y el más reciente es del tercer cuarto del siglo XIV; de entonces al siglo XVI no se conocen escritos genealógicos.
En el siglo XVII y sobre todo en el XVIII, las obras genealógicas tomaron gran incremento y llegaron a varias decenas los volúmenes escritos, entre los cuales se puede apuntar la del Padre Jacinto Leitao Manso de Lima en 58 volúmenes; la de Diego Rangel de Macedo, en 50; y las menos voluminosas de Manuel de Carvalho e Ataide; Belchior de Andrade Leitao; Antonio Peixoto de Queirós e Vasconcelos. Aparte de éstos, hubo también muchos autores que escribieron diversos “nobiliarios” casi todos con propósitos laudatorios.
Actualmente la Genealogía es cultivada por agrupaciones de carácter cultural cuyas investigaciones en los campos de la Historia, de la Arqueología y de la Heráldica están revestidas de absoluta seriedad y son practicadas con métodos científicos.
La única de esas agrupaciones legalmente constituida en Portugal es la “Associzao dos Arqueólogos Portugueses” por intermedio de la “Comisao de Heráldica e Genealogía” que primitivamente se llamó “Seczao de Heráldica e Genealogía” y después “Comissao de Heráldica”
En México, el cultivo de la genealogía ha sido siempre muy desdeñado. Durante la Colonia, las familias procedentes de la Península trajeron a la Nueva España el uso de los “Libros de Razón” que solían servir para probar en diversas ocasiones que lo requerían de acuerdo con las costumbres de la época, la alcurnia de los individuos, lo cual quedaba consignado en los documentos respectivos con la anotación de “Español de estirpe” (o “gente española”) según el Libro de Razón. Con el transcurso del tiempo se hizo elíptica esta frase quedando sólo “Gente de razón” que la costumbre convirtió en la antítesis de “indio” por carecer los aborígenes de “libro de razón”, no del uso de la razón como torpemente se interpretó en la época de la demagogia dando lugar al menosprecio y ridiculización de esos documentos que tan útiles serían si no hubieran sido destruidos por la ignorancia o la falta de previsión, para determinar los orígenes de las familias que poblaron la Nueva España como es el caso entre los descendientes de los colonizadores de Nueva Inglaterra y Nueva Francia desde los peregrinos del Mayflower.
La animadversión creada contra todo lo que pudiera dar la idea de superioridad por razón del origen de la estirpe, y la impresión errónea de que la Genealogía comprende sólo a familias de origen noble, la prescribieron de las costumbres mexicanas que se formaron al calor del loable anhelo creciente de libertad e igualdad.
En junio de 1957 se constituyó en sociedad civil la Academia Mexicana de Genealogía y Heráldica con asiento en la Ciudad de México, que está realizando trabajos muy interesantes por medio de microfilms tomados del Archivo General de la Nación y de las diversas parroquias de la República.
Un gran auxiliar de la Genealogía, porque facilita la identificación de las personas y de las familias y permite, en muchos casos, establecer los orígenes históricos y a veces hasta los etimológicos de los apellidos, es la heráldica cuyo estudio ha corrido siempre parejas con el de la Genealogía encontrando los mismos obstáculos y teniendo que enfrentarse con problemas similares.
Fue en el siglo XII cuando se generalizó en Portugal el uso de insignias, emblemas o divisas, que cada quien escogía a su arbitrio, con objeto de proclamar el origen de su linaje, el sitio de su solar o simplemente por personalizar su nombre con una representación jeroglífica. Después se fueron incluyendo otras ideas tales como dar a conocer las aspiraciones, las proezas o los acontecimientos tradicionales de cada familia, o bien, como lo hacían los primeros cristianos, para proclamar su fe religiosa.
Estos emblemas fueron llamados “blasones” tomándose el nombre del francés antiguo, “blason” que quiere decir “escudo” y ése del alemán “blesen” (sonar la trompeta para proclamar las empresas del escudo), porque su invención se inspiró en las “empresas”, figuras o signos que desde tiempos pretéritos acostumbraban ostentar en sus armas defensivas (lat. acutum) los caballeros que habían jurado realizar algún acto guerrero. Las figuras, generalmente fantásticas, y los lemas, casi siempre misteriosos, en que tales empresas consistían, fueron después adoptados como blasones y divisas en los escudos de las familias.
Al principio, los emblemas eran extremadamente sencillos y se puede decir que los blasones menos complejos son los más antiguos; la exagerada complicación de las figuras y colores no aparición sino hasta el siglo XV, llegando en el XVIII, con la aparición de la nueva nobleza, a la confusión más desconcertadora, hija del barroquismo de la época.
Fue durante la segunda mitad de la Edad Media cuando los escudos comenzaron a convertirse, de divisas personales de los guerreros, en enseñas de familias adquiriendo gradualmente un carácter jeroglífico especial que tendía a representar gráficamente el linaje o el apellido de cada persona.
Desde entonces los blasones tomaron formas peculiares en cada país por las cuales se distinguen su origen. En España y Portugal se usó durante los tiempos medievales la forma de un triángulo curvilíneo, tomada de los escudos de los godos, visigodos y lombardos, y del siglo XVI al XVIII se adoptó la de un cuadrilongo con la base redonda. Después, la influencia francesa introdujo el cuadrilongo con las esquinas inferiores redondeadas y en el centro de la base un pico saliente.
Originalmente, se usaba sólo el blasón correspondiente al apellido paterno, más si la madre había aportado una dote considerable o señorío importante, su escudo era apareado al de su marido y así solían ser ambos usados por los hijos, principalmente por aquellos que hubieran heredado las “honras” maternas en cuyo caso se daba preferencia al blasón y apellido correspondientes.
Después de los siglos XVII y XVIII, se extendió la moda francesa de incluir los escudos de cuatro, ocho, diez y seis y hasta de treinta y dos apellidos en un alarde de vanidosa ostentación, dándose pábulo a una profusión de escudos recargados de emblemas con evidente menoscabo del blasón de varonía y, por ende, de su objeto original.
En Vasconia y Navarra se usaron siempre los escudos de los dos primeros apellidos y muy frecuentemente los de los cuatro, con el propósito de proclamar hidalguía “por los cuatro costados”, pero en Portugal casi nunca se usó más que el del padre y sólo se ostentaba el de la madre, ya fuera solo o acompañado del de aquél, cuando mediaban las circunstancias referidas.
El uso de “brisuras” o pequeñas contraseñas para establecer diferencias en los escudos con objeto de distinguir los de los hijos de los padres y de los de aquéllos entre sí, tan extendido en Francia, Italia e Inglaterra desde el tiempo del Rey San Luís, nunca arraigó en España y Portugal a pesar de haber sido aprobado en el siglo XVII, y sólo ocasionalmente una flor de lis, una estrella u otro signo de pequeñas dimensiones para establecer esos distingos.
Antes del siglo XIV el uso de los blasones no estaba sujeto a reglas forzosas, pero las ramificaciones de las familias, la duplicación y multiplicación de algunos apellidos y las disputas que ello originaba, indujeron a los monarcas a reglamentarlo por medio de ordenanzas cuyo principal propósito era salvaguardar los derechos de originalidad o primacía que cada cual comprobara tener legítimamente sobre su respectiva insignia evitando usurpaciones e imitaciones.
En Portugal fue introducida esa reglamentación por el rey Don Joao I en 1388, pero no fue sino hasta cincuenta años después cuando se expidió la primer “Carta de Bracao” registrada “nos livros de chandelerias de nossos reis” y que fue mandada pasar por el rey Don Duarte en 1438 a un tal Gil Simoes autorizándolo para usar un escudo que allí se describe simplemente: “em Branco uma pinta verde e em elle un leao rompente”
Es pertinente hacer notar que tales “Cartas de Blasón” no tienen relación alguna con los títulos nobiliarios pues mientras éstos eran otorgados por gracia real con ciertos privilegios inherentes, aquéllas eran expedidas a solicitud de los interesados a guisa de certificados de patente con objeto de acreditar autorizadamente su exclusivo derecho para ostentar los blasones por ellos mismo legítimamente adoptados o heredados, sin que esto implicara más privilegio que el de la protección legal de ese derecho.
La circunstancia de que al surgir la nueva nobleza se soliera autorizar u otorgar el uso de un blasón determinado al expedirse un título nobiliario, dio lugar a que el vulgo creyera que sólo los nobles podían usar escudos o que éstos eran distintivos de nobleza estuviesen o no coronados.
La verdad es que los blasones usados son los primitivos hidalgos portugueses y españoles no llegaron nunca a ser registrados oficialmente porque desaparecieron antes de que el registro fuera instituido. Hay, sin embargo, algunos de esos blasones que los descendientes de los hidalgos mencionados desenterraron y registraron en las Chancelerías reales ya fuera conservando fielmente los diseños originales o, lo que es más frecuente, introduciendo alteraciones diversas principalmente en los colores.
Los blasones de los antiguos hidalgos se distinguen de los que surgieron con la nueva nobleza en que aquéllos se componen sobriamente sólo de las “Piezas honorables”, es decir de jefe, palo, faja, banda, barra, cruz, aspa, chevrón, perla, campaña y bordura, así como de “Piezas Honorables disminuidas” que son las mismas pero más delgadas, en tanto que los segundos incluyen “Piezas ordinarias”, esto es, figuras de todas clases, como hombres, animales, árboles, frutas, flores, castillos, puentes, fuentes y seres fantásticos o mitológicos.
En los blasones medievales se usó la bordura para indicar que el poseedor del escudo tenía la calidad de rico hombre, jerarquía máxima en aquella época, que equivalía al de “grande del reino”. Posteriormente la nueva nobleza la usó como brisura y llegó a generalizarse para denotar la procedencia original del apellido o del linaje.
A falta de registros en los armoriales, sólo se encuentran referencias ocasionales de los blasones usados por los antiguos hidalgos, en monografías de regiones, poblaciones, conventos y monumentos, o bien en leyendas que a veces conducen al hallazgo de nombres desaparecidos y de escudos decaídos o abandonas, referencias que a menudo son vagas, deficientes o confusas.
En estas condiciones el trabajo de investigación es extremadamente azarado y contingente; los errores, o más bien, las omisiones, pueden ser, a causa de ello, serias y numerosas. Sin embargo, los datos que se consignan en este opúsculo han sido detenidamente examinados y, hasta donde es posible, corroborados en distintas fuentes.
Esta Introducción tiende a justificar los móviles del trabajo que aquí se presenta y, al mismo tiempo, a hacer inteligibles algunos de sus pasajes sin que haya necesidad de recurrir continuamente a libros de consulta que podrían no estar a la mano.
Siguiendo los métodos adoptados por autores versados en esta clase de disertaciones, se principia por relatar el origen etimológico del nombre AVELEYRA, en seguida su origen histórico, después la genealogía de las familias que lo llevan y, finalmente, el origen y evolución del emblema o blasón que sus antepasados usaron y que constituye el distintivo tradicional de su linaje.
En el curso de esta narración se encontrarán citas de fuentes cuando el caso lo amerita para afianzar la exactitud de la exposición o la fidedignidad de los asertos. En algunas ocasiones se transcriben literalmente los textos en otros idiomas para conservar íntegras las ideas o para dar más sólida sustentación a las inferencias que se apuntan, a veces extremadamente insólitas.
Cuando se omiten las citas para evitar prolijidad y tedio, se debe entender que los datos han sido tomados de alguna o algunas de las obras que aparecen en la Bibliografía.
No se ha negado cabida a la leyenda porque aparte de romper la ineludible aridez de todo trabajo genealógico, le presta, dentro de su índole fantástica e inverosímil, cierta corroboración a la existencia – no a los hechos – de algunas personas o de algunos lugares, o ayuda a determinar una época o un acontecimiento histórico.
Por la misma razón tampoco se ha desdeñado el verso poco ortodoxo de algunos linajistas, por cierto muy respetables, que en medio de su desaliño encierra datos interesantes, a veces no mencionados en otras fuentes.
Improba en extremo ha sido la tarea de investigar el origen histórico del apellido AVELEYRA y el genealógico de la familia de este nombre, particularmente porque todo lo que a ellos se refiere es demasiado remoto o demasiado reciente para figurar en los clásicos libros de linajes o tratados de genealogías. Además, la circunstancia de que la trayectoria genealógica de la familia y la histórica del apellido hayan divergido, al salir de su origen común, en distintas direcciones y después de varios siglos de separaciones se hayan vuelto a juntar en el mismo linaje, suscitó intrincados acertijos que sólo la paciencia y un metódico razonamiento analítico pudieron despejar,
La primera noticia que se encontró en los textos especializados fue obscura y desalentadora
“Na beira existiam ainda no século XIV cavaleiros con pálidos de Maceyra, de AVELEYRA e de Falqueyra que parecem foiram tomados das Quintas homónimas. Presentamente parecem ter-se extinguido”
De allí en adelante el azar fue el único aliado con que se contó para llevar adelante esa tarea, agravada por los frecuentes errores que se encuentran en las transcripciones de documentos medievales en que el tipo gótico de los manuscritos latinos fue tan propicio para equivocar letras y deformar nombres, y por las corrupciones que los dialectos populares introdujeron en los vocablos latinos y romances en la época de la transición.
La investigación relativa al blasón fue particularmente ardua por la diversidad de descripciones someras y confusas que extraviaban los conceptos y sumían en la más densa perplejidad al entendimiento. Lo que a este respecto se presenta debe ser tomado con una gran dosis de cautela sin que esto implique, empero, que se deba ver con repugnancia al diseño del blasón por el solo hecho de que no se ajuste a las reglas heráldicas clásicas cuyo origen data de tiempos posteriores.
En cuanto a la parte etimológica la investigación no encontró obstáculos; el único problema consistió en poder allegar las fuentes adecuadas después de un sencillo proceso deductivo.
Finalmente, este trabajo no reclama una absoluta creencia en ninguno de sus aspectos, con excepción del etimológico que es evidente, pues las propias fuentes en que se basan son resbaladizas y precarias, pero sí se puede asegurar que ha sido expurgado de todo lo que manifiestamente se apartaba de la lógica o de la Historia.
ETIMOLOGÍA
Aunque en todas las edades la Etimología ha ocupado la atención de los ilustrados y de los estudiosos, no fue sino hasta el siglo XIX cuando su estudio comenzó a encauzarse sobre principio realmente científicos.
Las similitudes de sonidos y las falsas analogías han conducido frecuentemente a erróneas etimologías que tuercen totalmente la connotación de los vocablos como se puede ver en el ilógico procedimiento seguido en el Antiguo Testamento y en algunas historias de los pueblos aborígenes de América para la interpretación de nombres personales –aplicados a conveniencia después del hecho-así como en las explicaciones homéricas de los nombres de los dioses y hombres; en las etimologías fantásticas tan comunes en los escritores medievales y hasta en los contemporáneos; en las extravagancias de los topógrafos celtas y aun en la candidez de algunos diccionarios modernos.
En efecto, las ideas actuales de método en la Etimología apenas han rebasado los límites alcanzados por los gramáticos de Alejandría y por Varro entre los romanos.
La Etimología científica no debe concretarse a buscar las relaciones de las palabras de un idioma dentro de este mismo exclusivamente, sino que ha de extender su vista a todo el grupo de lenguas cognadas o, más ampliamente, a toda la familia lingüística.
El notable etimologista Prof. Skeat da la pauta para cualquier trabajo etimológico al recomendar que “antes de intentar una etimología, debe determinar cuáles fueron la forma más primitiva y el uso más antiguo de la palabra observando estrechamente la cronología; si la palabra es de origen vernáculo, se debe escudriñar su historia entre los idiomas conexos y si es tomada de otra lengua, se debe observar la geografía y la historia de los eventos teniendo presente que las palabras pasan de un idioma a otro por medio del contacto directo”.
Siguiendo el método enunciado, para encontrar el origen primitivo y la derivación de un apellido que no sea sencillamente patronímico, es preciso investigar el significado prístino de las palabras que lo engendraron, su evolución histórica, su uso geográfico, su transferencia de una lengua a otra y su expresión ortográfica a fin de poder determinar la razón y punto de su nacimiento como nombre de familia, su conexión con lugares donde aparezca como toponímico y, finalmente, su significación e importancia en la genealogía de la familia que lo lleve.
Antes de iniciar la etimología del apellido AVELEYRA hay que definir la filiación idiomática de la palabra y conocer su denotación lexicográfica con objeto de percibir el sentido de los elementos inflexionales que hayan contribuido a darle forma y significado. La averiguación, pues, tiene que comenzar en los diccionarios.
Los de la lengua española, antiguos y modernos, no traen ese vocablo, evidentemente porque no es castellano. Las enciclopedias de este idioma registran algunos topónimos de estructura similar: ABELEIRA, ABELLEIRA y AVELLEIRA; todos son lugares pertenecientes a la región de Galicia pero, por la misma razón de no ser voces castellanas, se omite su lexigrafía.
La desinencia común eira presenta una inflexión característica del grupo lingüístico gallego – portugués cuya función define la “Grande Enciclopedia Portuguesa e Brasileira” del siguiente modo: “Suffijo que exprime capacidades para conter (carteira, licoreira) ou para produzir (castaniera, oliveira) e d’aqui a idea de aptidade (padropeira, heredeira) de collectividade (lobeira, abelheira ) de extensao (pradeira, ribeira) utilizacao (andadeira, orelheira), actividades, professao, cualidades, etc”.
Es decir, que el sufijo gallego-portugués EIRA corresponde a la terminación ERA en Castellano (cartera, heredera, abejera, ribera).
En cuanto a la denotación de estos vocablos, los léxicos gallegos registran ABELEIRA (igual que abelal) como plantío de ABELAS (abedules); ABELLEIRA como nido de ABELLAS (abejas) y AVELLEIRA como árbol que da las avellanas, o sea la avellanera.
Por su parte los diccionarios portugueses traen las palabras ABELEIRA, ABELHEIRA, ABELLEYRA Y AVELEIRA, que definen como sigue: ABELEIRA, “plantío de abelas” (plantío de abedules); ABELHEIRA Y ABELLEIRA, “ninho de abelhas” (nido de abejas); AVELEIRA, “nomo vulgar de Corylus Avellana, árvore que da as avelas” lo cual identifica a ese árbol con la AVELEIRA gallega y la AVELLANERA castellana. Respecto de él sigue diciendo la Enciclopedia: “Árvore amantácea fructífera (os frutos sao chamados AVELAS) pouco frecuente no estado espontâneo e un tanto cultivada entre nós (principalmente no norte)
Quao docemente agora aquí cantava um rouxinol
Entre estas AVELEIRAS.- Diego Bernardes, “O Lima”.
Aquí se encontram ciprestes, mirtos, cedros e AVELEIRAS.- Castillo, “Amor e Melancolia”
Hay en portugués dos vocablos sinónimos de AVELEIRA que han caído en desuso: AVELANEIRA Y AVELANZEIRA que fueron las primeras formas que, al pasar del Latín al Romance se emplearon para designar a ese árbol.
De todas las palabras referidas, la que más concuerda con AVELEYRA es la portuguesa AVELEIRA; sin embargo, su ortografía difiere en el sufijo y es necesario determinar sin son dos vocablos distintos o uno solo con grafía modificada. Para ello conviene observar la evolución histórica y fonética de la I y de la Y desde sus principios.
La I, derivada de la IOTA griega a través del Latín, tuvo en este último idioma tanto el sonido de vocal como el de consonante, dándole este segundo valor cuando procedía a otra vocal sufriendo diptongación, ej.: iuvenem, coniugem, maioris, adituare, eiusdem.
La Y, por su parte, viene del Latín donde al principio sólo fue una forma de variación (Y, y) de la letra griega T, v (vpsilon), agregada por los griegos al alfabeto egipcio; su sonido primitivo en griego fue la de U pero después se convirtió en Ü como en Francés y como ü en Alemán hasta confundirse con el de la I. En el antiguo Asturiano y en el Aragonés así como en Gallego y consecuentemente en Portugués, la Y tuvo un sonido parecido al de la ü.
La letra upsilon fue usada por los griegos desde la época de Cicerón y los romanos la representaban generalmente por medio de la u y más tarde adoptaron la forma de la y; de aquí que del Griego korvlos se escribiera en latín corulos y después corylus.
Consideraban los latinos a la Y como letra extraña y sólo la empleaban en las transcripciones y traducciones de palabras griegas pues el Latín no tenía sonido parecido a la v (vpsilon). Los nombres que ahora se dan a esta letras, llamándola upsilon o ypsilon, corroboran la variedad de su pronunciación.
En Castellano y en Portugués, así como en los demás idiomas romances, se escribían antiguamente con Y todas las palabras que en .Latín llevan esta letra, como ANALYSIS, ETYMOLOGIA, PRESBYTERIO, HYMNE, MARTYR, en las que más tarde fue substituida por la I.
En los últimos siglos de la Edad Media (1350 – 1550) la Y fue escrita 3 con el sonido de Y, como en YA, o sea el equivalente de la YOD hebrea que se cambiaba en el de K antes de T o al final de palabra. El símbolo 3 desapareció alrededor de 1500 viniendo a confundirse con la Z, pero el sonido de YOD pasó entonces a la Y quitándole poco a poco su sonido de I.
En Portugués, la Y fue substituía antiguamente a la I cuando ésta tenía un sonido doble o en la terminación de un diptongo, ej.: CORREYO, AVELEYRA, MOREYRA, PEREYRA, LEY, y tenía el mismo valor que la I en MYSTERIO, ESTYLO.
En realidad, su uso fue siempre anárquico como puede verse en el “Cancioneyro Geral” de García de Resende, 1516, en cuya primera página se lee: “Pregunta que fez Jorge da Silveyra a Nuno Pereira porq hyndo por hun caminho vynha Nuno Pereyra muyto cuydoso e Jorge da Silveira vouia parte deddo muitos sospiros faz-o ambos servidores de senhora dona Lyonor de Sylva pe rquem s hia sospirado senhor Jorge da Silveyra e por mem hia assi cuydando senhor Nuno Pereyra…”
Actualmente ya no existe la letra Y en el alfabeto portugués como se puede ver en cualquier gramática o diccionario; su uso fue proscrito en el año de 1562, pero anteriormente se le encuentra profusamente en palabras como éstas: LYXBOA (Lisboa), YHLAS (islas), YNFANTE, FEUREYRO, REY, PRIMEYRA, OTENTA (1502), CHRYSTO, ROUEYTOSO (1504); ASSY, MAYOR, LYONOR, RAYHNA, PARCEYROS, OVILHEIRO, AVELEYRA (1536); RIBEYRO, MAYS, TUY, CAVALLEYROS (1554). Fue en este empleo, al final de diptongo, en el que por más tiempo subsistió se observa en la siguiente inscripción de 1612: “OS LVISIADAS”” de Lvis de Campos, Principe da poesia heroyca.- Domingo Fernandez, livreyro.
Al quedar suprimida la Y del alfabeto portugués, su sonido pasó a ser representado por la I, y por la J su sonido fuerte.
Consecuentemente ya no hay palabras en ese idioma que se escriban con aquella letra y solamente se conserva su uso en unos cuantos apellidos como AVELEYRA, AVEYRO, CERVEYRA, PEREYRA, PINHEYRA Y VIEYRA, siguiendo las tradiciones y costumbres familiares que prevalecieron sobre las nuevas reglas ortográficas, a diferencia de los correspondientes nombres comunes (de los árboles, etc.) y topónimos en los cuales la observancia de esas reglas es obligatoria. Los demás apellidos de igual estructura se escriben con I ya sea porque se sometieron a la nueva ortografía o porque su aparición como nombres de familia data de épocas más recientes, siendo curioso observar que los de este grupo son los más extendidos y generalizados en tanto que AVEYRO se ha extinguido ya, AVELEYRA sólo se encuentra en dos ramas de América procedentes del mismo tronco, PEREYRA Y VIEYRA, aunque un poco más vulgarizados, son pocas las familias que lo llevan.
Establecida la lexigrafía de AVELEYRA, procede ahora examinar su lexicología comenzando por AVELA, que es el fruto de AVELEIRA.
La gran Enciclopedia ya citada dice; AVELA.- o fruto da Aveleyra, o mesmo que AVELANA, do Latín AVELLANA; de AVELLA ou AVELA, oppidio da Campania, munic. Avellin, hoje Avelino; é l’antiga ABELLA citada por Virgilio, de origem etrusca”
Con este indicio se tiene que dirigir la investigación hacia Italia para encontrar la toponimia de ABELLA y conocer el curso de su transformación en nombre de árbol.
Enciclopedia Italiana, Instituto Giovanni Treccani.- “AVELLA.- Comune della provincia de Avellino, dista 23.7 chilometri del centro capuluego. A breve distanza a NE. de AVELLA, ai piede del M. Partenio (Montevergine), sorgeva l’antica cittá di ABELLA, uno del piú piccoli centri de la Campania prerromana e romana (regione 1ª. Augustea e della tribú Galeria). Del periodo della sua autonomia politica resta il cosidetto ceippo ABELLANO, presso Castello medievale di AVELLA. É detta da Virgilio (Aen. VII,740) MALIFERA ABELLA” (Abella fructifera) per la rica produzione delle frutte, per la splendida vista del monti boscosi dei dintorni, primi fra tutti Il AVELLA, il Partenio e il Terminio, ricchi di AVELLANE. ## ABELLA (AVELLA VECCHIA).- Cittá vetustísima d’Italia a NE. Di Nola in Campania. La sua origine e creduta etrusca. Fui insignorizzata dai Greci, dagli Osci, dai Samiti e, per ultimo, dai Romani. I sarraceni la distrussero nel sec. X. A giudicare delle sue ruine, che ancora si ammirano a 3 km. della moderna AVELLA, presso le sorgenti del Clanio, doveva essere assai vasta”
Latin-English Lexicon.- “ABELLA.- A town in Campania near Nola, abounding in fruit trees and nuts, now AVELLA: Malifera Virg. A7, 740; hence ABELLANA NUX, the hazel nut.
Enciclopedie Francaise.- “ABELLA.- Fondée par la chalcidiens elle etait rennomés pour ses fruits et son nom resté aux grosses noisettes apellée AVELINES”
Diccionaire Etimologique de la Langue Latine.- “ABELLA.- Nome d’une ville de Campanie significant “la ville des pommes”; cf. Vir. Aen. 7, 740…MALIFERA…MOEANIA ABELLAE- Derivés: ABELLANUS, A UM, qui a servi d’epithete á NUX pour designer la grosse noisette (It., Esp. AVELLANA); cf. aussi ABELLANIA, ABELLANUS, A , UM. M.L. 17, 18”.
Totius Latinatis Lexicon.- “ABELLA, AE (cf. Esse videtur c. aper. Th.) Nomen oppidi in Campanum tribu Galeria, hodie AVELLA, de cujus etymo disputant ashuc eruditi viri; naque enim quis facile admiserit, que e veteribus protulit Verg. AEn. 740. #Quidam hanc civitatem a rege MURANO conditam MOERAM nomine voatum ferunt, sed Graecos primus eam incoluisse, quae ab nucibus, ABELLANIS ABELLA nomen accepit. Humus civis nunc AVELA aut AVELLA VECHIA. Campanie oppidium in prima Italiae regione (ef. Plin, 3.9.11), Chalicidensium olim colonia teste Justin. 20.1.13, cum loca circa Capuam possiderent, orto tumulto interiisse, aliosque fugientes Moeranum abiisse, et enjus incolis servisse, et quod IMBELLIORES fuerint, ABELLANOS dictos. E resentioribus minus improbabilis videtur conjectura mommsenii, qui deduceret ab ABER loco APER, ita ut ABELLA, quasi APERULA, fuerit sic dicta a QUANNITATE APRORUM, vel ab APPOLINE, qui inter primas Samnitium, ad quos spectabat, divinitates fuisse videtur. Scribitur et AVELLA, unde incolae ABELLANI et AVELLANI dicti.- Item BELLA.- Derivata ABELLANIUS, ABELLANUS, ABELLINUM, ABELLINATES, ABELLINUS, Virg. 7. Aen. 740., a copia nucum, quae inde ABELLANCE AVELLANOS vel AVELLINOE dictae sunt, MALIFERAM apellavit”.
Latinatis Onomasticom.- “Corp. VI, 1057, tit.2, 134. L. Ponti (us) ABELLAN (us) nux ABELLANA, legitor persaepe AVELLANA, interdum AVALLANA, ABALLANA; V340, 18 AVELLANUS, haesl CORYLUM indicat, V 278,52 CORYLUS AVELLANUS. Gloss. (palabras en griego) (val.aluna: Ital. AVELLANA; Franceg. AVELINE; Hisp AVELLANA; Port. AVELLAN). Nuces calvas, ABELLANAS, praenestinas, graecas sane coryli proprie dicuntur, nam ABELLANAE, ab ABELLA, Campanias oppido, ubi abundant, nominate sunt.- Haec usu scribendi recepto AVELLANA dicitur”.
Las menciones que las preinsertas referencias hacen de los Oscos y los Samnitos, de Moera y de la Campania, inducen a remontar la investigación a esa remota antigüedad dentro de la citada comarca italiana, para ,lo cual sólo se cuenta con tradiciones y leyendas.
LA CAMPANIA FELICE
Cuenta la leyenda que, orgullosa Niobe por su lozana y numerosa prole, se atrevió a enaltecerse ante Latonia que había tenido sólo dos mellizos, Apolo y Artemiza, hijos de Zeus, los cuales le mataron a sus vástagos a saetazos en castigo de su audacia, por cuanto, petrificada de dolor, se quedó convertida para siempre en roca.
De tan terrible venganza sólo escapó Melibea, la hija menor y más bella de la infortunada Niobe, a quien Eos la Aurora, tomándola bajo su amparo, condujo a las islas Afortunadas donde, convertida en ninfa, fue llamada Cloris por la intensa palidez que la cubrió cuando horrorizada presenció el sacrificio de sus hermanos.
Fascinado Céfiro, hijo de Eos y protector de las flores, por la encantadora de la ninfa Cloris, la raptó, la hizo su esposa, le dio el reino de las flores y le hizo el don de la eterna juventud.
Cloris y Céfiro se amaban tiernamente y su felicidad no tenía límites, pero cada año, al acercarse en invierno, el enamorado efebo entraba en angustiosa zozobra temeroso de que su inclemente hermano Boreas asomara su horrible figura cubierta de nieve y matara de frío a su tierna ninfa.
Compadecida de su pena, Eos intercedió con Zeus y obtuvo que le permitiera llevar a los amantes a un país donde su dicha no fuera turbada por los gélidos cierzos invernales ni el reino de Cloris jamás tuviera mengua.
Y hé ahí que los condujo en su brillante carro de plata tirado por blancos caballos a las playas del Mar Tirreno donde se extendió ante su vista una maravillosa campiña cubierta de úbera tierra ornada con amenas colinas y risueños valles.
Apenas se esparció con los tibios rayos de la Aurora el húmedo efluvio de la púber Cloris que ávida aspiraba el fecundante hálito de Céfiro, la Naturaleza toda se estremeció de dicha, el paisaje lució sus más lindos colores bajo un sol esplendoroso de zafir, las campiñas se cubrieron de vergeles deliciosos y en lontananza oteros y collados se poblaron de abundantes huertos de árboles frutales.
Arrobado por la singular belleza y el amable clima de ese paraíso, Céfiro tomó en sus brazos a su amada y reclinándola en un tálamo de flores, le hizo ofrenda de su nuevo reino mientras la voz melodiosa de la ninfa Eco se mecía en el aire repitiendo “Felix regis, Felix Campania”
Desde entonces Cloris fue llamada Flora y su reino “Campania Felix” o Campiña Afortunada, eternamente mimada por el beso de Céfiro.
***
Según los escritos del Pseudos-Scilace y los latinos del Varrone, La Campania solamente comprendía en un principio la ciudad de Capua y las llanuras circundantes (Ager Campania) y aunque después se fue ensanchando hasta llegar, en la época de Augusto, a la vertiente occidental del Apenino comprendiendo todo el territorio que se extiende entre el Garigliano y el Tevere, incluso el país de los Pisentinos y parte del Samnio, el nombre de la Campania continuó designando en el uso común, fundamentalmente el rico y fértil bajoplano (Campania Felix) circundado por el Volturno, el Calore y el Sabato desde Capua hasta Benevento y Nocera, que todas las épocas de su historia surge opulenta y próspera por virtud de los abundantes y diversos frutos de su ubérrimo suelo.
Sus extensos pomares y variados nocedales han dado nombre a algunas antiguas poblaciones de la comarca cuyo origen se remonta épocas prehistóricas.
Las graciosas pinturas del triclinio de la casa Vetti que muestran a Flora y Céfiro en voluptuoso abrazo, rodeados de amorinos y psiqués, atentos a la recolección de frutas y de flores y a la destilación y feria de sus perfumes, deben haber sido inspiradas, según una bella hipótesis de Rostovtzeff, por la idea de recordar a los convidados la mitológica leyenda como símbolo de una de las principales fuentes de su bienestar: la abundante fruticultura de la “Campania Felice”
MOERA
El lugar de las frutas
En el centro más fructífero de esta región privilegiada, establecieron los griegos jónicos del periodo proto-helénico algunas de sus primitivas colonias calcídias que estuvieron comprendidas dentro de la Magna Gerecia; después de ellos llegaron en oleajes sucesivos los umbriazos, los tirranos, los rasenos y finalmente los etruscos que se fundieron con sus predecesores adoptando el nombre de rasenos para ellos mismos y para el idioma pelasgio que hablaban, habiendo sido los griegos quienes los llamaron “etruscos” por tener otras aspiraciones.
La influencia civilizadora de los etruscos, sin la cual probablemente no hubiera habido después una civilización itálica superior en contraposición de la helénica, fue particularmente determinativa en aquellas colonias proto-helénicas de la Campania Interior pues las transformó en verdaderas ciudades prósperas y vigorosas. Entre ellas se distinguieron Capua, Moera, Nola y Pompeya.
Parece que Moera fue la más pequeña de todas, pero su situación en el área más fértil de la comarca, el valle alto de los ríos Calore y Partenio cuyas aguas las fecundaban, rodeada de boscosos montes, los más notables el Partenio a cuya falda yacía y el Hirpino que le ofrecía una espléndida vista, le dio una singular significación y extraordinaria importancia como productora de frutas.
En cuanto a la etimología de su nombre, mitólogos y paleólogos presentan diversas versiones.
Entre los primeros, algunos opinan que lo recibió de su mítico fundador un fabuloso rey Murano, de quien ni la Historia ni la Mitología antigua hacen mención. Otros atribuyen su origen a Moeras, la diosa griega de la Fortuna a cuya protección encomendaron sus moradores los frutos de sus campos.
Por su parte, los paleólogos aseguran que en la lengua rasena hablada por los etruscos, Moera quiere decir “fructuosa” o “lugar de las frutas”.
Otros, en fin, afirman que los griegos dieron a Moera su nombre tomándolo de Morea, el antiguo Peloponeso, del cual se derivó también el genérico de las frutas móreas oriundas de la isla (alfabeto griego) y de la península meridional de Grecia.
ABELLA
La ciudad de las Frutas.
Moera fue en diversas épocas posesión de los Oscos, de los Samitos (Samni), de los Griegos y por último de los Romanos, todos de lenguas indo-europeas.
Siendo el idioma Raseno ajeno a este grupo lingüístico, no es extraño que el nombre Moera cayera gradualmente en desuso durante la supremacía de esos pueblos que empleaban sus propios vocablos con el mismo significado para designar a la fructífera ciudad.
Los Oscos la llamaron ABLANI que quiere decir “pomar” en el sentido antiguo de la palabra; los Bamitos le dieron el nombre umbriano de OBELIS; en Céltico fue ABALL y ABELLAE en Latín, siempre conservando la denotación substantiva de “pomar” o “lugar de las frutas”.
Según algunos autores, cuando los antiguos griegos jónicos se establecieron en La Campania trajeron de Grecia, diversas variedades de nueces que plantaron primero en el Monte HIRIPINO, luego en el PARTENIO, en el TERMINIO y otros montes y collados del valle, dándole a cada variedad el nombre locativo del lugar de su origen. Llevaron así mismo otras clases de nueces cuya procedencia no quisieron recordar pues las designaron con grafónimos en vez de topónimos: volca nutu, nuez extranjera, nuez de nogal, (con tallos como saeta), que después se convirtió, por parafonia, en “nuez de castilla”.
Tan variadas nueces eran muy apreciadas por los antiguos griegos quienes, según la fábula recogida por los mitologistas, para que arraigaran en su nueva morada y rindieran abundantes frutos, dedicaron sus plantíos a APOLO, el dios de las campiñas que hace crecer y madurar los frutos, el dios del Día, del Sol y de la prosperidad, y al mismo tiempo pusieron sus bosques bajo la protección de Hera, la reina del Cielo, diosa de la Luz matutina y símbolo de la fertilidad, para que permitiera a Apolo hacer prosperar sus huertos.
LA BELLA ABELLA
Bajo el influjo de esa doble ayuda divina, los montes y collados que circundaban a la colonia se cubrieron bien pronto de ricos bosques de nueces, de almendros, de pistaches y castaños; pero el árbol que más medró y se hermoseó en las nuevas tierras fue el de la “nuez póntica” o “nuez corilo” (que antes era tan pequeño arbusto que lo llamaban “nucellus”) y en tal virtud le dieron el nombre de corylus abellas (embellecer, derivado de ABELLA por APOLO) esto es, de “corilo embellecido o de APOLO”.
Así fue como, según los mitologistas, APOLO, DIOS DEL Sol, se formó por parasinesis como sinónimo para designar al mismo dios; de ahí surgió el verbo INBELLERE y el adjetivo ABELLAM, de donde se volvió a formar un sustantivo, ABELLA O BELLA, que se empleó para designar al Monte Hirpino, desde entonces Monte Abella (hoy Monte Avela) y a la antigua ciudad de Moera que pasó a la Historia con el nombre inmortal de ABELLA, la ciudad bella.
Al desaparecer las lenguas primitivas, el nombre de ABELLA, perdió el significado de origen indo-europeo que en ellas tenía (fructífera, embellecida, mejorada, hermoseada o bella) y para restituirle la connotación tradicional que caracterizaba a la ciudad le fue agregado un adjetivo de extracción griega cuyo sentido era igual al que ABELLA había perdido y fue llamada MALIFERA ABELLA, vocablo con el que se designaba toda fruta mejorada, especialmente de árbol, que fuera pulposa por fuera y tuviera adentro almendras.
El nombre de “malum” era aplicado genéricamente a los membrillos, melocotones, naranjas, limones, granadas, manzanas, duraznos, melones y similares; por tanto, “malifera” quería decir “fructífera” o productora de frutos, y “malifera Abella” era tanto como “Abella, productora de frutas embellecidas o mejoradas” o sea, atendiendo a la etimología de ambas palabras, “la embellecida ciudad de las frutas mejoradas”. El uso vulgar volvió a abreviar el nombre tornándolo a su forma simple de ABELLA.
La pujante prosperidad de esta ciudad alcanzada al cabo del tiempo por virtud de las riquezas de sus huertos o de avellaneras despertó los celos de la vecina Nola ocupada por los samitos, quienes durante la guerra social encontraron en la fidelidad de ABELLA a ROMA pretexto para castigarla cruelmente con la destrucción y el incendio.
Así acabó la vida de esa notable ciudad que tanto influyó en la fisonomía agrícola y en el desarrollo económico de la región; de ella sólo quedan numerosos vestigios arqueológicos en las inmediaciones de su antiguo asiento, cerca del Río Clanio, donde ahora existe la nueva aldea de Avela.
De ese sustantivo se derivaron los adjetivos correspondientes para especificar las cosas y las personas a él afecta y así surgieron las palabras ABELLANUS, ABELLANI, ABELLANIUS, ABELLANAE, ABELLANATES que se aplicaron al árbol (arbor abellanus), a la nuez (nux abellanae) y a las personas oriundas de ABELLA.
Posteriormente, los adjetivos ABELLANUS Y ABELLANAE se convirtieron en sustantivos del árbol de la nuez; del primero se formaron ABELLANETUM (avellanedo), ABELLANETA, y del segundo ABELLARIA, ABELLANARIA (avellanera), que junto con ABELLANUS (avellano) se emplea indistintamente como nombre del árbol, con sus correspondientes adjetivos ABELLARIAN y ABELLANARIAM. (AVELANUS, AVELLANARIUS, nux avellana arbor.- Totius Latinatis Lexicon)
AVELEYRA
Mientras subsistió el Latín en el Imperio Romano, estos vocablos conservaron sus formas originales, pero al surgir en la Península Ibérica, bajo la influencia de Suevos y Visigodos, la “Fabla vulgar” y luego los idiomas romances, sufrieron transformaciones que San Isidro consigna en su Etimología, al dar la etimología correcta de “avellano” y “avellana”, donde puede verse que “abellanus arbor” y “abellana nux” se hallan desde Catón a veces escritas “avellana” y “avellano”, y que “avelaria” fue la palabra que se generalizó entre los suevos de Galicia y Portugal en tanto que “avellano, “avellanus” se extendió entre los visigodos de Asturias y León.
Al pasar definitivamente a los idiomas romances, AVELARIA o AVELLARIA tomó en Portugués la forma de AVELEYRA y de AVELLEIRA en Gallego; AVELANARIA fue la raíz de AVELANEIRA y AVELANZEIRA en Portugués y de AVELLANERA en Castellano, en tanto que de AVELLANUS y AVELLANAE, se derivaron AVELANO y AVELLA o AVELA, en Portugués y AVELLANO, AVELLANA en Castellano.
Con el sufijo colectivo “atum” o “etum” se formó en Latín el nombre del huerto de avellanos: AVELLANATUM, AVELLANETUM y de allí pasó al Portugués, AVELANEDO: al Gallego AVELLANEDA y al Castellano AVELLANEDO, Después los idiomas romances formaron sus propios colectivos como sigue: en Portugués de AVELA, AVELAL, de AVELANO, AVELANAL y de AVELEYRA, AVELEYRAL. En Castellano, AVELLANAL y AVELLANAR y en Gallego AVELLEIRAL.
Derivados de los primitivos nombres Latinos. NOCELLE (avellana) y NUCEIRA (avellano), se conservaron en Castellano, NOCHIZO; en Italiano NOCCIOULA, NOCCIOULO, en Francés, NOISETTE, NOIZETTIER y en Portugués NOCELA, NOCEIRA. Esta última palabra en combinación con AVELA, formó AVELA NOCEIRA y de allí resultó AVELANZEIRA, ahora en desuso.
Durante la época visigótica y post-visigótica, las palabras latinas AVELARIA, AVELARIAM, sufrieron diversas transformaciones a causa de metátesis, parasíntesis y metaplasmas tan comunes en aquella época de transiciones lingüísticas, y así surgieron paralelamente con aquéllas, los vocablos VELARIAM, VELARIA, ALAVARIA y ALAVERIA.
Al definirse el idioma Portugués también aparecieron por iguales causas AVELEYRAO, toponimia en caso oblicuo de AVELEYRA; AVELEYRAO, VIEYRAO, VIEYRO; AVELARIO, AVELAYRO, ALAVARIO, ALAVARIO, ALAVEYRO y AVEYRO, todas las cuales carecían estrictamente de sentido pues no fueron usadas como equivalente de AVELARIA y AVELEYRA, sino como topónimos deformados.
El análisis etimológico precedente, que presenta el proceso evolutivo de los diferentes elementos léxicos e inflexionales que dieron forma y sentido a la palabra AVELEYRA, muestra de manera clara y concluyente que tras su denotación objetiva concordante sólo con el significado intensivo como nombre común, avellanera, tiene una connotación implícita y subjetiva plausible sólo en sus aplicaciones extensivas como nombre propio (de lugar), o nombre de familia, sugerida por la etimología del prefijo latino AVELA (productora de frutas embellecidas o apolíneas) y el sufijo femenino portugués EYRA (que expresa capacidad de producir) de donde resulta:
AVELEYRA, “PRODUCTORA DE BELLOS FRUTOS”
TOPONIMIA
COLONIA AUGUSTA ABELLINATUM
En recuerdo de la histórica ciudad de ABELLA, siglo y medio después de su destrucción por los samnitos, el Cónsul romano Félix Lucius Cornelius Sulla o Sylla, que había alcanzado celebridad siendo Cretor de Mario en la “guerra giugurtina” y que luego se había hecho nombrar “Dictador”, fundó una nueva villa en el Alto Valle del Sabato, cerca del Monte Pertenio, hoy Monte Vergine, a 23 k de la desaparecido ABELLA, cuyo diminutivo ABELINO le dio por nombre. (“Abellinum, oppidorum nomen, ejusdem fortasse origins cum ABELLA.- Totius Latinatis Onomasticon.)
Originalmente abelino perteneció al Samnio Irpino; después fue incluida en la circunscripción de la Campania, y bajo Augusto quedó dentro de la Primera Región Augusta que comprendía el Lazio y La Campania.
Al principio, esa colonia romana se llamaba COLONIA ABELLINATUM, y desde Alejandro Severo (222-235) tal nombre fue cambiado por COLONIA VENERIA AUGUSTA ALEXANDRINA ABELLINATIUM, como consta en varias inscripciones lapidarias que aun se conservan en diversos monumentos de la actual ciudad de Atripalda.
En los albores del periodo medieval, Abellino ya era un activo centro comercial donde los habitantes de toda la región montuosa Irpina se proveían de sus productos agrícolas.
La importancia preponderante que llegó a alcanzar originó que su nombre se extendiera a toda la zona de su influencia que desde entonces es llamada “el ABELINESE” o “AVELINESE”
En el siglo VIII, el ABELINESE fue conquistado por los Lombardos del vecino Ducado de Benevento (730-740), bajo el mando de Mendo (hermano menor de Desiderio, Duque de Brescia, que después fue el último rey Lombardo) quien estableció en ABELLINO su sede como gobernador de la región.
Don Mendo emprendió activamente la reconstrucción de la antigua “Colonia Abellinatum” y poco a poco surgieron con reciente vida la nueva AVELA (siendo la anterior llamada desde entonces AVELA VECCHIA) a 3 k del sitio que la antigua ocupo, BAIANO, la nueva NOCERA y otras ciudades que habían permanecido casi abandonadas desde la guerra social. Asimismo, al pie de MONTEFORTE IRPINO construyó un monasterio que se conservó a través del tiempo.
Cuando su obra reconstructora y reorganizadora hubo devuelto al Abellinese su pasada prosperidad, Don Mendo salió a la conquista de Calabria para incorporarla a los dominios lombardos y después de haberse apoderado de ROSSANO, entonces su ciudad principal, fue nombrado gobernador de ese nuevo territorio con la designación medieval de Conde de ROSSANO.
Terminada la conquista de la Italia meridional, el rey Ildebrando envió a Don Mendo con una poderosa armada a conquistar Galicia, cuya posesión contemplaba éste como un derecho por ser descendientes él y su hermano Desiderio de la casa real de Celanova, Galicia, reconociendo por tronco al rey visigodo Egica y a su mujer Cixilona; además atribuían a tal conquista especial importancia porque con ella reforzarían su posición en la pugna que con los francos venían sosteniendo, facilitándole en lo futuro un ataque por dos frentes.
El intento se frustró por causa de una fuerte tempestad en el cabo Piorno, de la cual sólo se salvaron Don Mendo de ROSSANO y cinco caballeros más con quienes llegó en 739 a un puerto de Galicia en donde, al tener noticia de que el rey Alfonso I que entonces reinaba en León acababa de emprender la guerra contra los musulmanes de Galicia y Portucale, decidió presentarse junto con sus compañeros a ese soberano y ofrecerle sus servicios en la reconquista de aquellas provincias.
El Rey, conociendo el real origen de Don Mendo y sabedor de las hazañas por él realizadas en Italia, recibió con agrado a los recién llegados y les brindó merced, en participación con su hijo Vimarano, de las tierras que juntamente conquistaran.
En esa campaña Don Alfonso logró arrancar del poder musulmán todo el territorio comprendido entre los ríos Minho y Douro, habiendo tocado a Don Mendo y a Vimarano realizar su avance de Norte a Sur desde Tuy y Celanova a través de los ríos Minho, Lima, Avus y Douro siguiendo un derrotero cercano y paralelo a la costa, hasta arrojar a los musulmanes al sur del río Vouga
TERRITORIUM AVELARIAM – TERRA AVELARIA
La región reconquistada por Don Alfonso I de León, que durante la dominación visigótica había estado comprendida dentro de los dominios de la Real Casa de Cella Nova (Celanova), Galicia, es la que siglos más tarde, al separarse del reino leonés, formó la provincia de Entre Douro-e-Minho, la más septentrional y más antigua de Portugal.
Los romanos y los godos la llamaron “Beneditina Lusitania” y en verdad es una región próspera y feliz cuyas excepcionales condiciones orográficas y climatológicas les dan a los risueños valles minhotos su fertilidad incomparable y su esplendorosa belleza.
Todo es amable y fascinador en ese país, pero la invasión musulmana, aunque precaria, con sus continuas y feroces correrías lo había sumido en el terror y la destrucción que las subsiguientes brutales arbitrariedades de los reconquistadores cristianos convirtieron en perentoria desolación.
Las otroras prósperas ciudades de Bracara (Braga) y Portucale (Oporto) entraron en lastimosa decadencia y el antiguo orden romano-visigótico cayó en completa desorganización.
Por estas circunstancias no eran en aquella época muy codiciables las tierras de que el rey Alfonso hizo merced a don Mendo, mas éste y Vimarano emprendieron desde luego la activa población de esa comarca con los caballeros que habían militado a su lado así como con colonos neo-visigodos e italianos que se constituyeron en sus feudatarios e iniciaron el cultivo de esos eriales estableciéndose en antiguas “villas” abandonadas por los anteriores pobladores visigodos que habían huido durante el terror musulmán.
Poco a poco fueron surgiendo aquí y allá conforme la repoblación progresaba, nombres de propiedades rústicas que evocaban los de sus “tenientes” o los de los lugares de donde éstos procedían en el país avelinese.
Por Vimarano: VIMARANUS, VIMARAZINUS, VIMARANES (hoy Guimaraes); VIMAREIO (hoy Vimieiro); VIMAREIS, luego VIMAREI (hoy vinha de Rei)
Por Don Mendo de Rossano (cuyo toponímico fue transformado en RAUSONA): MENDO-DIZ, MINDIS; RAUSENDI, ROOSENDI (hoy Resende, en algunos textos erróneamente Resendes)
Por Baino: BAIAO
Por Monteforte Irpino: MONFORTE Supra Flavio.
Por Avela: AVELA, AVELAS, AVELARIA, AVELARIAM. El río Avus fue denominado Ave y su afluente mayor AVIZELLA, diminutivo medieval de Ave.
Hacia el siglo X se le dio a toda la región que se extiende desde el Minho hasta el Vouga una nueva organización administrativa dividiéndola en “Territorios” cuyo gobierno era encomendado a “Condes Gobernadores” a la usanza visigótica.
Conforme a esa organización, la zona que se extendía en derredor de Vimaranes recibió el nombre de “Territorio Vimaranus” y se le fijó una circunscripción que abarcaba desde el cauce superior del río Ave y del Avizella por el Oeste, hasta las riberas del alto Tamega por el Este.
La región que circunda la confluencia de los ríos Ave y Avizella hasta tocar el Territorium Vimaranus por el Norte, el río Tamega por el Este y el río Sousa por el Sur fue llamado “TERRITORIUM AVELARIAM” o “Territorium VELARIAM”, o sea “Territorio AVELARIA o “Territorio VELARIA”, según se lee indistintamente en los diplomas de tiempos muy posteriores, siglos XI y XII.
Al Sur del “Territorium AVELARIAM” estaban el “Territorium Anegis” en la zona ribereña del Douro y del Sousa inferiores; el “Territorium Amagia” en la costa marina entre los ríos Lima y Sousa; el “Territorium Pena Goiam” sobre la ribera derecha del Douro, entre el Corgo y el Marao, y al Sur del Douro, de Este a Oeste, el “Territorium Emamara”, el “Territorium Feyram”, el “Territorio Lamecum” y el “Territorium Tarota o Tarouca.
Los “territorios” estaban subdivididos en “terras”, después “julgados”, gobernadas por “tenientes” o “barones” entre las cuales había una “Terra AVELARIA” en el “Territorium AVELARIAM”, otra en el “territorium Anegie” y otra en el “Territorium Tarouca”, así como una “Terra VELARIAM” en el “Territorium Amagia” y otra en el “Territorium AVELARIAM”
Dentro de las “terras” estaban a su vez comprendidas, con fines gubernamentales y administrativos, las diversas “honras”, “heredades”, “villas”, “quintas”, “coutos” y “solares” cuyos propietarios eran “hidalgos” que se titulaban “senhores” de las respectivas fincas. Los documentos de la época hacen mención de varias “villas” AVELARIA en los “Territorios” Amagia, Anegie, AVELARIAM, Pena Goiam, Lamecum y Tarouca, pero al correr el tiempo ese nombre se va diversificando en distintas parasinesis y ya para el siglo XI aparecen casi todas esas “vilas” con denominaciones tales como AVELA, AVELAS, AVELANE o AVELANI, AVELARIA o AVELARIO, AVELARIANE o AVELARIANI, VELARIA, VELARIANE o VELARÍAN, ALAVARIO o ALAVERIO.
AVELEYRA
Al constituirse Portugal en nación independiente desapareció la organización “territorial” de la cual sólo queda memoria en los documentos medievales anteriores a la “nacionalidad”; así mismo, conforme iba identificándose el idioma romance los nombres de las “terras” llamadas en Latín AVELARIA fueron tomando formas portuguesas: AVELAYRA, AVELEYRA y sus plurales toponímicos AVELAYRAO, AVELEYRAO, abundando las parasinesis portuguesas de estos vocablos según se observa en los documentos relativos a los siguientes lugares:
“Vila AVELAYRA”, después AVELEYRA, hoy pueblo de S. Joao de AVELEYRA en la ribera oriental del Tejo, cerca de su confluencia con el Douro y a corta distancia de S. Joao Pesqueira.
“Vila AVELAYRA”, hoy S. Joao Baptista de AVELEYRA, cerca de Cinfaes, cuenca del Paiva.
“Vila ALAVEYRO” (que de AVELARIA se convirtió en en AVELARIO, después ALAVARIO Y ALAVERIO, luego en ALAVEYRO) al lado sur del estuario del Vouga, donde había unas extensas salinas (marinhas de ALAVEYRO). Finalmente ALAVEYRO se transformó en AVEYRO, hoy ciudad de este nombre de cuya etimología dicen algunos autores que no ha sido posible averiguarla mientras otros, los más eruditos, afirman que es como aquí queda expuesto.
Dos kilómetros al Sur de ALAVEYRO, estaba una “Vila Ahíla AVEYRO”, después “Ilha Veyro” y hoy el barrio de Ilhavo o Vila Antiga; junto estaba la aldea de VERA CRUZ, hoy Vila Nova de VERA CRUZ.
Al Sureste de estos lugares, próximas a Anadia, estaban las “Vilas” de AVELA y de AVELAS que aun conservan su nombre.
En Fontes y S. Joao de Lobrigos, que ahora se encuentran dentro del Concejo de Sta. Marta de Penaguiao, había sendas “vilas” AVELA, luego AVELAS, con “Crasto Avelas”, hoy AVELEYRA.
De AVELEYRAO se formó VELEYRAO, luego VEYRAO, de ahí VIEYRAO y finalmente VIEYRO y VIEYRA. A este proceso derivativo debe su nombre la aldea de Vieira de Minho, en la margen izquierda del río Ave.
La historia de las iglesias, conventos y monasterios de Portugal, aporta también referencias interesantes respecto de los nombres en cuestión como se ve en seguida.
En el Territorio Tarouca, al Sur del Douro, junto a la “vila de Castro Rei”, luego Delvares, hoy Tarouca, existió la célebre iglesia de S Joao de Aveleyra, a veces llamada en los mismos documentos S. Joao de Veleyra, famoso cenobio cisterciense (benedictino). Esta iglesia fue levantada a principios del siglo X por los hijos de Don Ero Ilha, Senhor del Vale de Moldes, Loderico, Vandilo y Egas Eres, en las confluencias de las riveras AVELEYRA y Pinheiros cuyas aguas se vierten muy cerca de allí en el río Barosa, afluente meridional del Douro. El nombre original de la rivera AVELEYRA fue Barosela, diminutivo medieval de Barosa, pero desde el siglo XII se le conoce con su actual designación. La iglesia de S. Joao de AVELEYRA fue destruida por los moros y tiempo después el rey Don Alfonso I encargó su reconstrucción al arquitecto Joao Froilaz, obra que éste “ejecutó con primor y orden”, dice Brandao, y mandó erigir un nuevo monasterio de beatas sujeto a la misma orden de S Bernardo con el nombre de S Joao de Tarouca. Todavía ahora existen allí los restos de la bóveda ojival de la iglesia de S. Joao de AVELEYRA, debajo de la cual corren las aguas de aquellas riveras; de allí tomo su nombre la aldea de AVELEYRA, que lo conserva hasta el presente.
Por el lado norte del Douro, en el Territorio Amagia, hubo el importante monasterio femenino AVELEYRAO o VEYRAO, junto a una “honra” AVELEYRAO, después AVELEYRA, y una “Quinta AVELANEDA”, después AVELEDA. Este monasterio, citado por Joao Barros en su Geographia dentro de Douro-e-Minho e Traz os Montes, (1549) tenía el “couto” AVELEYRAO en la desembocadura del río Ave, junto a Vila de Conde; en él fue enclaustrado en 791 Alfonso II de Asturias por haber hecho alianza con Carlomagno.
En ese mismo “Territorio”, más hacia el Sousa, hubo otro monasterio AVELEYRA o VEYRAO, “en el couto del mismo nombre, así como otras ‘honras’ AVELEDA”
Sobre la ribera izquierda del río Ave, en el Territorio AVELARIA, fue erigido el notable monasterio de “Vila AVELEYRA de Riba de Ave, ahora y ya desde entonces Sto. Tyrso, y el no menos notable monasterio femenino AVELEYRAO o VEYRAO o VAYRAO, originalmente una “Vila AVELERIANE romana”, edificada al estilo del castillo medieval de AVELLA en la Campania Romana.
En el mismo lado sur del Ave pero más río arriba, cerca de la confluencia con el AVIZELLA, estuvo edificado el gran castillo (castro o citania) de Sanfins de AVELEYRA, contemporáneo del de Eriz o Roriz y del de Monte Cordova, cerca del pueblo de Leira do Ave donde la iglesia de S. Pedro de Riba do Ave poseía algunas “leiras”.
Finalmente, en el propio Territorio AVELARIA, sobre la margen derecha del río Sousa, estaba la “Terra de Louzada” donde ahora se encuentra en Concejo Municipal de Louzada, y allí había, entre otras, tres “vilas”: la de Louzada que actualmente es la cabecera del Concejo, tres kilómetros al Oriente la “Vila de AVELEYRAO” (después San Salvador de AVELEYRA, hoy San Salvador de AVELEDA) y dos kilómetros y medio al Sureste (un kilómetro al Sur de AVELEYRAO) la villa de Pias (hoy san Lourenco de Pias)
Un poco al Norte de la Vila AVELEYRAO y al Noreste de Pias, al otro lado del Sousa, hay un monte que se llama “o Crasto”, sin duda por la existencia de remotas fortificaciones que denotan que hubo una población prehistórica. Al pie de este monte, hacia el rumbo de AVELEYRAO y junto a un plantío de avellaneras, existió un lugar que se llamó “Vilela”, diminutivo medieval de “vila” (rústica) cuyo origen se encuentra en la población castreja. El nombre completo original de esa villuela era “Vilela de AVELEYRAO”, por ser sufragánea de la Villa AVELEYRAO. Con el tiempo esa villuela se convirtió en “quinta” y el vulgo transformó su nombre en AVELANEDA, por lo que ya en el siglo XII aparece como “Quinta AVELANEDA” despué “quinta AVELEDA”.
Desde tiempos anteriores, los pobladores de Villa AVELEYRAO habían fundado la iglesia de S. Salvador a cuya feligresía pertenecía Pias, y la pusieron bajo la encomienda del ínclito noble portugalense Don Egas Moniz, uno de los fundadores del reino, ayo del primer rey, Don Alfonso I, y “senhor de grandes honras nas ‘terras’ vizinhas a oriente”, a fin de que la feligresía quedase libre de foros de la Corona mediante la “encensoria” de ese noble. Tal encensoria de Egas Moniz constaba anualmente de “doze requeifas”, y el contrato fue escrito y guardado el “cartórico” de la iglesia de S. Salvador de AVELEYRAO. La parte actual de la feligresía de Pias que participó en esta “recomendación” es sin duda la “Vilela” AVELEDA, situada al Oriente del río Sousa.
Una gran parte de los moradores de esa zona eran “foreros”, debiendo servir de mayordomos, y los de Vila AVELEYRA pagaban al rey “dos libras y dos sueldos” por “fuero”.
Fue dueña de esos bienes la Infanta o reina Da Mafalda, hija de Don Sancho I, que los recibió por herencia de su “ama” (en el sentido antiguo), Da Urraca (o Egea) Viegas, hija de Egas Moniz; esta dama debió haberlos adquirido con principio en la “ensensoria” local de su padre que era descendiente de Don Mendo de Rausona, y posiblemente fue ella la sucesora de Egas Moniz en la “encomienda” de AVELEYRA.
Da Urraca, que era conocida aun en el siglo XIII por “meana de Tuias” (era señora de este “couto” y su monasterio) tuvo allí mismo la Quinta u “honra” AVELEDA (la antigua “Vilela”). Su “criada” (en el sentido antiguo), Da Mafalda, donó algunos de sus bienes al monasterio de s. Joao de AVELEYRA (Tarouca) en 1258. Los frailes de este cenobio, como les quedaban muy distantes, los vendieron a Da María Reimendes de Riba de Vizela quien ya poseía otras “honras” AVELEYRA por herencia de su padre.
En las inmediaciones de la “Vila AVELEYRAO” creció después el pueblo de AVELEDA, donde todavía en el siglo XIX existían las ruinas de la residencia o “pazo” de los señores de esa “vila” que era una vasta “honra” medieval. Ya en el siglo XII ese “pazo” había sido convertido en monasterio pero el topónimo transformado en “Vila AVELEYRA” subsistió como nombre de la heredad aunque no fue sino hasta el siglo XIII cuando una verdadera “vila” o “quinta” fue allí fundada con el nombre del desaparecido monasterio.
En la actualidad todavía conservan el nombre AVELEYRA diversas villas o aldeas en las siguientes localidades que, aunque en los textos modernos aparece escrito Aveleyra, en la Geographia de Barros antes citada, están consignados con la ortografía antigua:
FELIGRESÍA CONCEJO DISTRITO PROVINCIA
Vilar de Mouros Caminha Viana de Castelo Minho
Rio Frio Arcos de Valdevez Viana de Castelo Minho
Capoes Ponto do Lima Viana de Castelo Minho
Rebordoes Ponto de Lima Viana de Castelo Minho
Rio Mau Vila Verde Braga Minho
Areias de Vilar Barcelos Braga Minho
Cossourado Barcelos Braga Minho
Crespos Braga Braga Minho
Pousada Braga Braga Minho
Pancelo Guimaraes Braga Minho
Refontoura Felgueiras Oporto Minho
S. Clemente Celorico de Basto Oporto Minho
San Salvador Lousada Oporto Minho
Milhundos Peñafiel Oporto Minho
Maureles Marco de Canevezes Oporto Minho
Sta Marinha de Zerezere Baiao Oporto Minho
Pontes Sta. Marta de Penaguiao Vila Real Trasras Monten (¿)
Fornelos Sta. Marta de Penaguiao Vila Real Trasras Monten (¿)
S. Joao de Lobrigos Sta. Marta de Penaguiao Vila Real Trasras Monten (¿)
Penajoia Lamego Viseu Beira Alta
S. Joao Babtista Cinfaes Viseu Beira Alta
S. Joao Tarouca Viseu Beira Alta
S. Joao S. Joao de Pesqueira Viseu Beira Alta
Espinho Mortagua Coimbra Beira Baja
Lorvao Penacova Coimbra Beira Baja
S. Gens Argamil Coimbra Beira Baja
Madeira Oleiros Coimbra Beira Baja
Pulsos Vila de Rei Coimbra Beira Baja
Hay además el río AVELEYRA ya mencionado tributarios del Barosa, la Sierra AVELEYRA que entronca con la de Lorvao en la región de Penacova y el Valle de AVELEYRA en el área de Alvaiázere.
Algunos de estos lugares aparecen algunas veces escritos indistintamente AVELEIRA y AVELEIRAS lo cual acusa su origen AVELEYRAO.
Del otro lado del Minho, dentro del territorio gallego pero muy cerca de ese río, hay cinco aldeas AVELLEIRA en los municipios de Beariz, de Celanova y de Puentedeva, de la provincia de Orense,y en los de Puenteares y de Tuy en la de Pontevedra, formando una sucesión continua con los de Portugal. Con un mapa a la vista se observa que los lugares anotados integran dos grupos bien definidos, el primero que partiendo de la frontera gallego-portuguesa se extiende de Noroeste a Sureste en una estrecha banda de 170 km. de longitud por 50 de latitud cargada hacia el Poniente de la zona que antes se llamaba Entre Douro e Minho y termina en la ribera meridional del Douro, y el segundo que está circunscrito a un área de 80 x 40 km. en forma de rombo situada en la parte Sur de Beira Baja.
Si se toma en cuenta la extensión relativamente corta en que se hallan treinta y dos lugares con el mismo topónimo más cinco con un nombre cognato que en realidad es idéntico, así como la forma de ruta o derrotero que claramente adopta su situación desde las márgenes del Minho hasta las del Duoro, se tiene que llegar a la conclusión de que hubo un motivo peculiar para esa persistente redundancia en espacio tan demarcado como se puede apreciar en el mapa anexo, motivo que se percibe fácilmente al observar que ésa fue precisamente la ruta que siguió Don Mendo de Rausona en sus empresas de reconquista y repoblación continuadas por sus descendientes.
Para completar la toponimia aquí presentada conviene dejar anotado que en la margen derecha del río Adaja, en España, estaba la antigua ciudad lusitana de AVELA, ahora la ciudad española de Ávila. Algunas geografías y enciclopedias, principalmente no portuguesas, las confunden con Monte Abyla, de origen griego, que formó con Monte Calpe las Columnas de Hércules en el Estrecho de Gibraltar, pero la Geografía de Barros deslinda claramente los dos diferentes lugares de orígenes tan distintos.
De tan terrible venganza sólo escapó Melibea, la hija menor y más bella de la infortunada Niobe, a quien Eos la Aurora, tomándola bajo su amparo, condujo a las islas Afortunadas donde, convertida en ninfa, fue llamada Cloris por la intensa palidez que la cubrió cuando horrorizada presenció el sacrificio de sus hermanos.
Fascinado Céfiro, hijo de Eos y protector de las flores, por la encantadora de la ninfa Cloris, la raptó, la hizo su esposa, le dio el reino de las flores y le hizo el don de la eterna juventud.
Cloris y Céfiro se amaban tiernamente y su felicidad no tenía límites, pero cada año, al acercarse en invierno, el enamorado efebo entraba en angustiosa zozobra temeroso de que su inclemente hermano Boreas asomara su horrible figura cubierta de nieve y matara de frío a su tierna ninfa.
Compadecida de su pena, Eos intercedió con Zeus y obtuvo que le permitiera llevar a los amantes a un país donde su dicha no fuera turbada por los gélidos cierzos invernales ni el reino de Cloris jamás tuviera mengua.
Y hé ahí que los condujo en su brillante carro de plata tirado por blancos caballos a las playas del Mar Tirreno donde se extendió ante su vista una maravillosa campiña cubierta de úbera tierra ornada con amenas colinas y risueños valles.
Apenas se esparció con los tibios rayos de la Aurora el húmedo efluvio de la púber Cloris que ávida aspiraba el fecundante hálito de Céfiro, la Naturaleza toda se estremeció de dicha, el paisaje lució sus más lindos colores bajo un sol esplendoroso de zafir, las campiñas se cubrieron de vergeles deliciosos y en lontananza oteros y collados se poblaron de abundantes huertos de árboles frutales.
Arrobado por la singular belleza y el amable clima de ese paraíso, Céfiro tomó en sus brazos a su amada y reclinándola en un tálamo de flores, le hizo ofrenda de su nuevo reino mientras la voz melodiosa de la ninfa Eco se mecía en el aire repitiendo “Felix regis, Felix Campania”
Desde entonces Cloris fue llamada Flora y su reino “Campania Felix” o Campiña Afortunada, eternamente mimada por el beso de Céfiro.
***
Según los escritos del Pseudos-Scilace y los latinos del Varrone, La Campania solamente comprendía en un principio la ciudad de Capua y las llanuras circundantes (Ager Campania) y aunque después se fue ensanchando hasta llegar, en la época de Augusto, a la vertiente occidental del Apenino comprendiendo todo el territorio que se extiende entre el Garigliano y el Tevere, incluso el país de los Pisentinos y parte del Samnio, el nombre de la Campania continuó designando en el uso común, fundamentalmente el rico y fértil bajoplano (Campania Felix) circundado por el Volturno, el Calore y el Sabato desde Capua hasta Benevento y Nocera, que todas las épocas de su historia surge opulenta y próspera por virtud de los abundantes y diversos frutos de su ubérrimo suelo.
Sus extensos pomares y variados nocedales han dado nombre a algunas antiguas poblaciones de la comarca cuyo origen se remonta épocas prehistóricas.
Las graciosas pinturas del triclinio de la casa Vetti que muestran a Flora y Céfiro en voluptuoso abrazo, rodeados de amorinos y psiqués, atentos a la recolección de frutas y de flores y a la destilación y feria de sus perfumes, deben haber sido inspiradas, según una bella hipótesis de Rostovtzeff, por la idea de recordar a los convidados la mitológica leyenda como símbolo de una de las principales fuentes de su bienestar: la abundante fruticultura de la “Campania Felice”
MOERA
El lugar de las frutas
En el centro más fructífero de esta región privilegiada, establecieron los griegos jónicos del periodo proto-helénico algunas de sus primitivas colonias calcídias que estuvieron comprendidas dentro de la Magna Gerecia; después de ellos llegaron en oleajes sucesivos los umbriazos, los tirranos, los rasenos y finalmente los etruscos que se fundieron con sus predecesores adoptando el nombre de rasenos para ellos mismos y para el idioma pelasgio que hablaban, habiendo sido los griegos quienes los llamaron “etruscos” por tener otras aspiraciones.
La influencia civilizadora de los etruscos, sin la cual probablemente no hubiera habido después una civilización itálica superior en contraposición de la helénica, fue particularmente determinativa en aquellas colonias proto-helénicas de la Campania Interior pues las transformó en verdaderas ciudades prósperas y vigorosas. Entre ellas se distinguieron Capua, Moera, Nola y Pompeya.
Parece que Moera fue la más pequeña de todas, pero su situación en el área más fértil de la comarca, el valle alto de los ríos Calore y Partenio cuyas aguas las fecundaban, rodeada de boscosos montes, los más notables el Partenio a cuya falda yacía y el Hirpino que le ofrecía una espléndida vista, le dio una singular significación y extraordinaria importancia como productora de frutas.
En cuanto a la etimología de su nombre, mitólogos y paleólogos presentan diversas versiones.
Entre los primeros, algunos opinan que lo recibió de su mítico fundador un fabuloso rey Murano, de quien ni la Historia ni la Mitología antigua hacen mención. Otros atribuyen su origen a Moeras, la diosa griega de la Fortuna a cuya protección encomendaron sus moradores los frutos de sus campos.
Por su parte, los paleólogos aseguran que en la lengua rasena hablada por los etruscos, Moera quiere decir “fructuosa” o “lugar de las frutas”.
Otros, en fin, afirman que los griegos dieron a Moera su nombre tomándolo de Morea, el antiguo Peloponeso, del cual se derivó también el genérico de las frutas móreas oriundas de la isla (alfabeto griego) y de la península meridional de Grecia.
ABELLA
La ciudad de las Frutas.
Moera fue en diversas épocas posesión de los Oscos, de los Samitos (Samni), de los Griegos y por último de los Romanos, todos de lenguas indo-europeas.
Siendo el idioma Raseno ajeno a este grupo lingüístico, no es extraño que el nombre Moera cayera gradualmente en desuso durante la supremacía de esos pueblos que empleaban sus propios vocablos con el mismo significado para designar a la fructífera ciudad.
Los Oscos la llamaron ABLANI que quiere decir “pomar” en el sentido antiguo de la palabra; los Bamitos le dieron el nombre umbriano de OBELIS; en Céltico fue ABALL y ABELLAE en Latín, siempre conservando la denotación substantiva de “pomar” o “lugar de las frutas”.
Según algunos autores, cuando los antiguos griegos jónicos se establecieron en La Campania trajeron de Grecia, diversas variedades de nueces que plantaron primero en el Monte HIRIPINO, luego en el PARTENIO, en el TERMINIO y otros montes y collados del valle, dándole a cada variedad el nombre locativo del lugar de su origen. Llevaron así mismo otras clases de nueces cuya procedencia no quisieron recordar pues las designaron con grafónimos en vez de topónimos: volca nutu, nuez extranjera, nuez de nogal, (con tallos como saeta), que después se convirtió, por parafonia, en “nuez de castilla”.
Tan variadas nueces eran muy apreciadas por los antiguos griegos quienes, según la fábula recogida por los mitologistas, para que arraigaran en su nueva morada y rindieran abundantes frutos, dedicaron sus plantíos a APOLO, el dios de las campiñas que hace crecer y madurar los frutos, el dios del Día, del Sol y de la prosperidad, y al mismo tiempo pusieron sus bosques bajo la protección de Hera, la reina del Cielo, diosa de la Luz matutina y símbolo de la fertilidad, para que permitiera a Apolo hacer prosperar sus huertos.
LA BELLA ABELLA
Bajo el influjo de esa doble ayuda divina, los montes y collados que circundaban a la colonia se cubrieron bien pronto de ricos bosques de nueces, de almendros, de pistaches y castaños; pero el árbol que más medró y se hermoseó en las nuevas tierras fue el de la “nuez póntica” o “nuez corilo” (que antes era tan pequeño arbusto que lo llamaban “nucellus”) y en tal virtud le dieron el nombre de corylus abellas (embellecer, derivado de ABELLA por APOLO) esto es, de “corilo embellecido o de APOLO”.
Así fue como, según los mitologistas, APOLO, DIOS DEL Sol, se formó por parasinesis como sinónimo para designar al mismo dios; de ahí surgió el verbo INBELLERE y el adjetivo ABELLAM, de donde se volvió a formar un sustantivo, ABELLA O BELLA, que se empleó para designar al Monte Hirpino, desde entonces Monte Abella (hoy Monte Avela) y a la antigua ciudad de Moera que pasó a la Historia con el nombre inmortal de ABELLA, la ciudad bella.
Al desaparecer las lenguas primitivas, el nombre de ABELLA, perdió el significado de origen indo-europeo que en ellas tenía (fructífera, embellecida, mejorada, hermoseada o bella) y para restituirle la connotación tradicional que caracterizaba a la ciudad le fue agregado un adjetivo de extracción griega cuyo sentido era igual al que ABELLA había perdido y fue llamada MALIFERA ABELLA, vocablo con el que se designaba toda fruta mejorada, especialmente de árbol, que fuera pulposa por fuera y tuviera adentro almendras.
El nombre de “malum” era aplicado genéricamente a los membrillos, melocotones, naranjas, limones, granadas, manzanas, duraznos, melones y similares; por tanto, “malifera” quería decir “fructífera” o productora de frutos, y “malifera Abella” era tanto como “Abella, productora de frutas embellecidas o mejoradas” o sea, atendiendo a la etimología de ambas palabras, “la embellecida ciudad de las frutas mejoradas”. El uso vulgar volvió a abreviar el nombre tornándolo a su forma simple de ABELLA.
La pujante prosperidad de esta ciudad alcanzada al cabo del tiempo por virtud de las riquezas de sus huertos o de avellaneras despertó los celos de la vecina Nola ocupada por los samitos, quienes durante la guerra social encontraron en la fidelidad de ABELLA a ROMA pretexto para castigarla cruelmente con la destrucción y el incendio.
Así acabó la vida de esa notable ciudad que tanto influyó en la fisonomía agrícola y en el desarrollo económico de la región; de ella sólo quedan numerosos vestigios arqueológicos en las inmediaciones de su antiguo asiento, cerca del Río Clanio, donde ahora existe la nueva aldea de Avela.
De ese sustantivo se derivaron los adjetivos correspondientes para especificar las cosas y las personas a él afecta y así surgieron las palabras ABELLANUS, ABELLANI, ABELLANIUS, ABELLANAE, ABELLANATES que se aplicaron al árbol (arbor abellanus), a la nuez (nux abellanae) y a las personas oriundas de ABELLA.
Posteriormente, los adjetivos ABELLANUS Y ABELLANAE se convirtieron en sustantivos del árbol de la nuez; del primero se formaron ABELLANETUM (avellanedo), ABELLANETA, y del segundo ABELLARIA, ABELLANARIA (avellanera), que junto con ABELLANUS (avellano) se emplea indistintamente como nombre del árbol, con sus correspondientes adjetivos ABELLARIAN y ABELLANARIAM. (AVELANUS, AVELLANARIUS, nux avellana arbor.- Totius Latinatis Lexicon)
AVELEYRA
Mientras subsistió el Latín en el Imperio Romano, estos vocablos conservaron sus formas originales, pero al surgir en la Península Ibérica, bajo la influencia de Suevos y Visigodos, la “Fabla vulgar” y luego los idiomas romances, sufrieron transformaciones que San Isidro consigna en su Etimología, al dar la etimología correcta de “avellano” y “avellana”, donde puede verse que “abellanus arbor” y “abellana nux” se hallan desde Catón a veces escritas “avellana” y “avellano”, y que “avelaria” fue la palabra que se generalizó entre los suevos de Galicia y Portugal en tanto que “avellano, “avellanus” se extendió entre los visigodos de Asturias y León.
Al pasar definitivamente a los idiomas romances, AVELARIA o AVELLARIA tomó en Portugués la forma de AVELEYRA y de AVELLEIRA en Gallego; AVELANARIA fue la raíz de AVELANEIRA y AVELANZEIRA en Portugués y de AVELLANERA en Castellano, en tanto que de AVELLANUS y AVELLANAE, se derivaron AVELANO y AVELLA o AVELA, en Portugués y AVELLANO, AVELLANA en Castellano.
Con el sufijo colectivo “atum” o “etum” se formó en Latín el nombre del huerto de avellanos: AVELLANATUM, AVELLANETUM y de allí pasó al Portugués, AVELANEDO: al Gallego AVELLANEDA y al Castellano AVELLANEDO, Después los idiomas romances formaron sus propios colectivos como sigue: en Portugués de AVELA, AVELAL, de AVELANO, AVELANAL y de AVELEYRA, AVELEYRAL. En Castellano, AVELLANAL y AVELLANAR y en Gallego AVELLEIRAL.
Derivados de los primitivos nombres Latinos. NOCELLE (avellana) y NUCEIRA (avellano), se conservaron en Castellano, NOCHIZO; en Italiano NOCCIOULA, NOCCIOULO, en Francés, NOISETTE, NOIZETTIER y en Portugués NOCELA, NOCEIRA. Esta última palabra en combinación con AVELA, formó AVELA NOCEIRA y de allí resultó AVELANZEIRA, ahora en desuso.
Durante la época visigótica y post-visigótica, las palabras latinas AVELARIA, AVELARIAM, sufrieron diversas transformaciones a causa de metátesis, parasíntesis y metaplasmas tan comunes en aquella época de transiciones lingüísticas, y así surgieron paralelamente con aquéllas, los vocablos VELARIAM, VELARIA, ALAVARIA y ALAVERIA.
Al definirse el idioma Portugués también aparecieron por iguales causas AVELEYRAO, toponimia en caso oblicuo de AVELEYRA; AVELEYRAO, VIEYRAO, VIEYRO; AVELARIO, AVELAYRO, ALAVARIO, ALAVARIO, ALAVEYRO y AVEYRO, todas las cuales carecían estrictamente de sentido pues no fueron usadas como equivalente de AVELARIA y AVELEYRA, sino como topónimos deformados.
El análisis etimológico precedente, que presenta el proceso evolutivo de los diferentes elementos léxicos e inflexionales que dieron forma y sentido a la palabra AVELEYRA, muestra de manera clara y concluyente que tras su denotación objetiva concordante sólo con el significado intensivo como nombre común, avellanera, tiene una connotación implícita y subjetiva plausible sólo en sus aplicaciones extensivas como nombre propio (de lugar), o nombre de familia, sugerida por la etimología del prefijo latino AVELA (productora de frutas embellecidas o apolíneas) y el sufijo femenino portugués EYRA (que expresa capacidad de producir) de donde resulta:
AVELEYRA, “PRODUCTORA DE BELLOS FRUTOS”
TOPONIMIA
COLONIA AUGUSTA ABELLINATUM
En recuerdo de la histórica ciudad de ABELLA, siglo y medio después de su destrucción por los samnitos, el Cónsul romano Félix Lucius Cornelius Sulla o Sylla, que había alcanzado celebridad siendo Cretor de Mario en la “guerra giugurtina” y que luego se había hecho nombrar “Dictador”, fundó una nueva villa en el Alto Valle del Sabato, cerca del Monte Pertenio, hoy Monte Vergine, a 23 k de la desaparecido ABELLA, cuyo diminutivo ABELINO le dio por nombre. (“Abellinum, oppidorum nomen, ejusdem fortasse origins cum ABELLA.- Totius Latinatis Onomasticon.)
Originalmente abelino perteneció al Samnio Irpino; después fue incluida en la circunscripción de la Campania, y bajo Augusto quedó dentro de la Primera Región Augusta que comprendía el Lazio y La Campania.
Al principio, esa colonia romana se llamaba COLONIA ABELLINATUM, y desde Alejandro Severo (222-235) tal nombre fue cambiado por COLONIA VENERIA AUGUSTA ALEXANDRINA ABELLINATIUM, como consta en varias inscripciones lapidarias que aun se conservan en diversos monumentos de la actual ciudad de Atripalda.
En los albores del periodo medieval, Abellino ya era un activo centro comercial donde los habitantes de toda la región montuosa Irpina se proveían de sus productos agrícolas.
La importancia preponderante que llegó a alcanzar originó que su nombre se extendiera a toda la zona de su influencia que desde entonces es llamada “el ABELINESE” o “AVELINESE”
En el siglo VIII, el ABELINESE fue conquistado por los Lombardos del vecino Ducado de Benevento (730-740), bajo el mando de Mendo (hermano menor de Desiderio, Duque de Brescia, que después fue el último rey Lombardo) quien estableció en ABELLINO su sede como gobernador de la región.
Don Mendo emprendió activamente la reconstrucción de la antigua “Colonia Abellinatum” y poco a poco surgieron con reciente vida la nueva AVELA (siendo la anterior llamada desde entonces AVELA VECCHIA) a 3 k del sitio que la antigua ocupo, BAIANO, la nueva NOCERA y otras ciudades que habían permanecido casi abandonadas desde la guerra social. Asimismo, al pie de MONTEFORTE IRPINO construyó un monasterio que se conservó a través del tiempo.
Cuando su obra reconstructora y reorganizadora hubo devuelto al Abellinese su pasada prosperidad, Don Mendo salió a la conquista de Calabria para incorporarla a los dominios lombardos y después de haberse apoderado de ROSSANO, entonces su ciudad principal, fue nombrado gobernador de ese nuevo territorio con la designación medieval de Conde de ROSSANO.
Terminada la conquista de la Italia meridional, el rey Ildebrando envió a Don Mendo con una poderosa armada a conquistar Galicia, cuya posesión contemplaba éste como un derecho por ser descendientes él y su hermano Desiderio de la casa real de Celanova, Galicia, reconociendo por tronco al rey visigodo Egica y a su mujer Cixilona; además atribuían a tal conquista especial importancia porque con ella reforzarían su posición en la pugna que con los francos venían sosteniendo, facilitándole en lo futuro un ataque por dos frentes.
El intento se frustró por causa de una fuerte tempestad en el cabo Piorno, de la cual sólo se salvaron Don Mendo de ROSSANO y cinco caballeros más con quienes llegó en 739 a un puerto de Galicia en donde, al tener noticia de que el rey Alfonso I que entonces reinaba en León acababa de emprender la guerra contra los musulmanes de Galicia y Portucale, decidió presentarse junto con sus compañeros a ese soberano y ofrecerle sus servicios en la reconquista de aquellas provincias.
El Rey, conociendo el real origen de Don Mendo y sabedor de las hazañas por él realizadas en Italia, recibió con agrado a los recién llegados y les brindó merced, en participación con su hijo Vimarano, de las tierras que juntamente conquistaran.
En esa campaña Don Alfonso logró arrancar del poder musulmán todo el territorio comprendido entre los ríos Minho y Douro, habiendo tocado a Don Mendo y a Vimarano realizar su avance de Norte a Sur desde Tuy y Celanova a través de los ríos Minho, Lima, Avus y Douro siguiendo un derrotero cercano y paralelo a la costa, hasta arrojar a los musulmanes al sur del río Vouga
TERRITORIUM AVELARIAM – TERRA AVELARIA
La región reconquistada por Don Alfonso I de León, que durante la dominación visigótica había estado comprendida dentro de los dominios de la Real Casa de Cella Nova (Celanova), Galicia, es la que siglos más tarde, al separarse del reino leonés, formó la provincia de Entre Douro-e-Minho, la más septentrional y más antigua de Portugal.
Los romanos y los godos la llamaron “Beneditina Lusitania” y en verdad es una región próspera y feliz cuyas excepcionales condiciones orográficas y climatológicas les dan a los risueños valles minhotos su fertilidad incomparable y su esplendorosa belleza.
Todo es amable y fascinador en ese país, pero la invasión musulmana, aunque precaria, con sus continuas y feroces correrías lo había sumido en el terror y la destrucción que las subsiguientes brutales arbitrariedades de los reconquistadores cristianos convirtieron en perentoria desolación.
Las otroras prósperas ciudades de Bracara (Braga) y Portucale (Oporto) entraron en lastimosa decadencia y el antiguo orden romano-visigótico cayó en completa desorganización.
Por estas circunstancias no eran en aquella época muy codiciables las tierras de que el rey Alfonso hizo merced a don Mendo, mas éste y Vimarano emprendieron desde luego la activa población de esa comarca con los caballeros que habían militado a su lado así como con colonos neo-visigodos e italianos que se constituyeron en sus feudatarios e iniciaron el cultivo de esos eriales estableciéndose en antiguas “villas” abandonadas por los anteriores pobladores visigodos que habían huido durante el terror musulmán.
Poco a poco fueron surgiendo aquí y allá conforme la repoblación progresaba, nombres de propiedades rústicas que evocaban los de sus “tenientes” o los de los lugares de donde éstos procedían en el país avelinese.
Por Vimarano: VIMARANUS, VIMARAZINUS, VIMARANES (hoy Guimaraes); VIMAREIO (hoy Vimieiro); VIMAREIS, luego VIMAREI (hoy vinha de Rei)
Por Don Mendo de Rossano (cuyo toponímico fue transformado en RAUSONA): MENDO-DIZ, MINDIS; RAUSENDI, ROOSENDI (hoy Resende, en algunos textos erróneamente Resendes)
Por Baino: BAIAO
Por Monteforte Irpino: MONFORTE Supra Flavio.
Por Avela: AVELA, AVELAS, AVELARIA, AVELARIAM. El río Avus fue denominado Ave y su afluente mayor AVIZELLA, diminutivo medieval de Ave.
Hacia el siglo X se le dio a toda la región que se extiende desde el Minho hasta el Vouga una nueva organización administrativa dividiéndola en “Territorios” cuyo gobierno era encomendado a “Condes Gobernadores” a la usanza visigótica.
Conforme a esa organización, la zona que se extendía en derredor de Vimaranes recibió el nombre de “Territorio Vimaranus” y se le fijó una circunscripción que abarcaba desde el cauce superior del río Ave y del Avizella por el Oeste, hasta las riberas del alto Tamega por el Este.
La región que circunda la confluencia de los ríos Ave y Avizella hasta tocar el Territorium Vimaranus por el Norte, el río Tamega por el Este y el río Sousa por el Sur fue llamado “TERRITORIUM AVELARIAM” o “Territorium VELARIAM”, o sea “Territorio AVELARIA o “Territorio VELARIA”, según se lee indistintamente en los diplomas de tiempos muy posteriores, siglos XI y XII.
Al Sur del “Territorium AVELARIAM” estaban el “Territorium Anegis” en la zona ribereña del Douro y del Sousa inferiores; el “Territorium Amagia” en la costa marina entre los ríos Lima y Sousa; el “Territorium Pena Goiam” sobre la ribera derecha del Douro, entre el Corgo y el Marao, y al Sur del Douro, de Este a Oeste, el “Territorium Emamara”, el “Territorium Feyram”, el “Territorio Lamecum” y el “Territorium Tarota o Tarouca.
Los “territorios” estaban subdivididos en “terras”, después “julgados”, gobernadas por “tenientes” o “barones” entre las cuales había una “Terra AVELARIA” en el “Territorium AVELARIAM”, otra en el “territorium Anegie” y otra en el “Territorium Tarouca”, así como una “Terra VELARIAM” en el “Territorium Amagia” y otra en el “Territorium AVELARIAM”
Dentro de las “terras” estaban a su vez comprendidas, con fines gubernamentales y administrativos, las diversas “honras”, “heredades”, “villas”, “quintas”, “coutos” y “solares” cuyos propietarios eran “hidalgos” que se titulaban “senhores” de las respectivas fincas. Los documentos de la época hacen mención de varias “villas” AVELARIA en los “Territorios” Amagia, Anegie, AVELARIAM, Pena Goiam, Lamecum y Tarouca, pero al correr el tiempo ese nombre se va diversificando en distintas parasinesis y ya para el siglo XI aparecen casi todas esas “vilas” con denominaciones tales como AVELA, AVELAS, AVELANE o AVELANI, AVELARIA o AVELARIO, AVELARIANE o AVELARIANI, VELARIA, VELARIANE o VELARÍAN, ALAVARIO o ALAVERIO.
AVELEYRA
Al constituirse Portugal en nación independiente desapareció la organización “territorial” de la cual sólo queda memoria en los documentos medievales anteriores a la “nacionalidad”; así mismo, conforme iba identificándose el idioma romance los nombres de las “terras” llamadas en Latín AVELARIA fueron tomando formas portuguesas: AVELAYRA, AVELEYRA y sus plurales toponímicos AVELAYRAO, AVELEYRAO, abundando las parasinesis portuguesas de estos vocablos según se observa en los documentos relativos a los siguientes lugares:
“Vila AVELAYRA”, después AVELEYRA, hoy pueblo de S. Joao de AVELEYRA en la ribera oriental del Tejo, cerca de su confluencia con el Douro y a corta distancia de S. Joao Pesqueira.
“Vila AVELAYRA”, hoy S. Joao Baptista de AVELEYRA, cerca de Cinfaes, cuenca del Paiva.
“Vila ALAVEYRO” (que de AVELARIA se convirtió en en AVELARIO, después ALAVARIO Y ALAVERIO, luego en ALAVEYRO) al lado sur del estuario del Vouga, donde había unas extensas salinas (marinhas de ALAVEYRO). Finalmente ALAVEYRO se transformó en AVEYRO, hoy ciudad de este nombre de cuya etimología dicen algunos autores que no ha sido posible averiguarla mientras otros, los más eruditos, afirman que es como aquí queda expuesto.
Dos kilómetros al Sur de ALAVEYRO, estaba una “Vila Ahíla AVEYRO”, después “Ilha Veyro” y hoy el barrio de Ilhavo o Vila Antiga; junto estaba la aldea de VERA CRUZ, hoy Vila Nova de VERA CRUZ.
Al Sureste de estos lugares, próximas a Anadia, estaban las “Vilas” de AVELA y de AVELAS que aun conservan su nombre.
En Fontes y S. Joao de Lobrigos, que ahora se encuentran dentro del Concejo de Sta. Marta de Penaguiao, había sendas “vilas” AVELA, luego AVELAS, con “Crasto Avelas”, hoy AVELEYRA.
De AVELEYRAO se formó VELEYRAO, luego VEYRAO, de ahí VIEYRAO y finalmente VIEYRO y VIEYRA. A este proceso derivativo debe su nombre la aldea de Vieira de Minho, en la margen izquierda del río Ave.
La historia de las iglesias, conventos y monasterios de Portugal, aporta también referencias interesantes respecto de los nombres en cuestión como se ve en seguida.
En el Territorio Tarouca, al Sur del Douro, junto a la “vila de Castro Rei”, luego Delvares, hoy Tarouca, existió la célebre iglesia de S Joao de Aveleyra, a veces llamada en los mismos documentos S. Joao de Veleyra, famoso cenobio cisterciense (benedictino). Esta iglesia fue levantada a principios del siglo X por los hijos de Don Ero Ilha, Senhor del Vale de Moldes, Loderico, Vandilo y Egas Eres, en las confluencias de las riveras AVELEYRA y Pinheiros cuyas aguas se vierten muy cerca de allí en el río Barosa, afluente meridional del Douro. El nombre original de la rivera AVELEYRA fue Barosela, diminutivo medieval de Barosa, pero desde el siglo XII se le conoce con su actual designación. La iglesia de S. Joao de AVELEYRA fue destruida por los moros y tiempo después el rey Don Alfonso I encargó su reconstrucción al arquitecto Joao Froilaz, obra que éste “ejecutó con primor y orden”, dice Brandao, y mandó erigir un nuevo monasterio de beatas sujeto a la misma orden de S Bernardo con el nombre de S Joao de Tarouca. Todavía ahora existen allí los restos de la bóveda ojival de la iglesia de S. Joao de AVELEYRA, debajo de la cual corren las aguas de aquellas riveras; de allí tomo su nombre la aldea de AVELEYRA, que lo conserva hasta el presente.
Por el lado norte del Douro, en el Territorio Amagia, hubo el importante monasterio femenino AVELEYRAO o VEYRAO, junto a una “honra” AVELEYRAO, después AVELEYRA, y una “Quinta AVELANEDA”, después AVELEDA. Este monasterio, citado por Joao Barros en su Geographia dentro de Douro-e-Minho e Traz os Montes, (1549) tenía el “couto” AVELEYRAO en la desembocadura del río Ave, junto a Vila de Conde; en él fue enclaustrado en 791 Alfonso II de Asturias por haber hecho alianza con Carlomagno.
En ese mismo “Territorio”, más hacia el Sousa, hubo otro monasterio AVELEYRA o VEYRAO, “en el couto del mismo nombre, así como otras ‘honras’ AVELEDA”
Sobre la ribera izquierda del río Ave, en el Territorio AVELARIA, fue erigido el notable monasterio de “Vila AVELEYRA de Riba de Ave, ahora y ya desde entonces Sto. Tyrso, y el no menos notable monasterio femenino AVELEYRAO o VEYRAO o VAYRAO, originalmente una “Vila AVELERIANE romana”, edificada al estilo del castillo medieval de AVELLA en la Campania Romana.
En el mismo lado sur del Ave pero más río arriba, cerca de la confluencia con el AVIZELLA, estuvo edificado el gran castillo (castro o citania) de Sanfins de AVELEYRA, contemporáneo del de Eriz o Roriz y del de Monte Cordova, cerca del pueblo de Leira do Ave donde la iglesia de S. Pedro de Riba do Ave poseía algunas “leiras”.
Finalmente, en el propio Territorio AVELARIA, sobre la margen derecha del río Sousa, estaba la “Terra de Louzada” donde ahora se encuentra en Concejo Municipal de Louzada, y allí había, entre otras, tres “vilas”: la de Louzada que actualmente es la cabecera del Concejo, tres kilómetros al Oriente la “Vila de AVELEYRAO” (después San Salvador de AVELEYRA, hoy San Salvador de AVELEDA) y dos kilómetros y medio al Sureste (un kilómetro al Sur de AVELEYRAO) la villa de Pias (hoy san Lourenco de Pias)
Un poco al Norte de la Vila AVELEYRAO y al Noreste de Pias, al otro lado del Sousa, hay un monte que se llama “o Crasto”, sin duda por la existencia de remotas fortificaciones que denotan que hubo una población prehistórica. Al pie de este monte, hacia el rumbo de AVELEYRAO y junto a un plantío de avellaneras, existió un lugar que se llamó “Vilela”, diminutivo medieval de “vila” (rústica) cuyo origen se encuentra en la población castreja. El nombre completo original de esa villuela era “Vilela de AVELEYRAO”, por ser sufragánea de la Villa AVELEYRAO. Con el tiempo esa villuela se convirtió en “quinta” y el vulgo transformó su nombre en AVELANEDA, por lo que ya en el siglo XII aparece como “Quinta AVELANEDA” despué “quinta AVELEDA”.
Desde tiempos anteriores, los pobladores de Villa AVELEYRAO habían fundado la iglesia de S. Salvador a cuya feligresía pertenecía Pias, y la pusieron bajo la encomienda del ínclito noble portugalense Don Egas Moniz, uno de los fundadores del reino, ayo del primer rey, Don Alfonso I, y “senhor de grandes honras nas ‘terras’ vizinhas a oriente”, a fin de que la feligresía quedase libre de foros de la Corona mediante la “encensoria” de ese noble. Tal encensoria de Egas Moniz constaba anualmente de “doze requeifas”, y el contrato fue escrito y guardado el “cartórico” de la iglesia de S. Salvador de AVELEYRAO. La parte actual de la feligresía de Pias que participó en esta “recomendación” es sin duda la “Vilela” AVELEDA, situada al Oriente del río Sousa.
Una gran parte de los moradores de esa zona eran “foreros”, debiendo servir de mayordomos, y los de Vila AVELEYRA pagaban al rey “dos libras y dos sueldos” por “fuero”.
Fue dueña de esos bienes la Infanta o reina Da Mafalda, hija de Don Sancho I, que los recibió por herencia de su “ama” (en el sentido antiguo), Da Urraca (o Egea) Viegas, hija de Egas Moniz; esta dama debió haberlos adquirido con principio en la “ensensoria” local de su padre que era descendiente de Don Mendo de Rausona, y posiblemente fue ella la sucesora de Egas Moniz en la “encomienda” de AVELEYRA.
Da Urraca, que era conocida aun en el siglo XIII por “meana de Tuias” (era señora de este “couto” y su monasterio) tuvo allí mismo la Quinta u “honra” AVELEDA (la antigua “Vilela”). Su “criada” (en el sentido antiguo), Da Mafalda, donó algunos de sus bienes al monasterio de s. Joao de AVELEYRA (Tarouca) en 1258. Los frailes de este cenobio, como les quedaban muy distantes, los vendieron a Da María Reimendes de Riba de Vizela quien ya poseía otras “honras” AVELEYRA por herencia de su padre.
En las inmediaciones de la “Vila AVELEYRAO” creció después el pueblo de AVELEDA, donde todavía en el siglo XIX existían las ruinas de la residencia o “pazo” de los señores de esa “vila” que era una vasta “honra” medieval. Ya en el siglo XII ese “pazo” había sido convertido en monasterio pero el topónimo transformado en “Vila AVELEYRA” subsistió como nombre de la heredad aunque no fue sino hasta el siglo XIII cuando una verdadera “vila” o “quinta” fue allí fundada con el nombre del desaparecido monasterio.
En la actualidad todavía conservan el nombre AVELEYRA diversas villas o aldeas en las siguientes localidades que, aunque en los textos modernos aparece escrito Aveleyra, en la Geographia de Barros antes citada, están consignados con la ortografía antigua:
FELIGRESÍA CONCEJO DISTRITO PROVINCIA
Vilar de Mouros Caminha Viana de Castelo Minho
Rio Frio Arcos de Valdevez Viana de Castelo Minho
Capoes Ponto do Lima Viana de Castelo Minho
Rebordoes Ponto de Lima Viana de Castelo Minho
Rio Mau Vila Verde Braga Minho
Areias de Vilar Barcelos Braga Minho
Cossourado Barcelos Braga Minho
Crespos Braga Braga Minho
Pousada Braga Braga Minho
Pancelo Guimaraes Braga Minho
Refontoura Felgueiras Oporto Minho
S. Clemente Celorico de Basto Oporto Minho
San Salvador Lousada Oporto Minho
Milhundos Peñafiel Oporto Minho
Maureles Marco de Canevezes Oporto Minho
Sta Marinha de Zerezere Baiao Oporto Minho
Pontes Sta. Marta de Penaguiao Vila Real Trasras Monten (¿)
Fornelos Sta. Marta de Penaguiao Vila Real Trasras Monten (¿)
S. Joao de Lobrigos Sta. Marta de Penaguiao Vila Real Trasras Monten (¿)
Penajoia Lamego Viseu Beira Alta
S. Joao Babtista Cinfaes Viseu Beira Alta
S. Joao Tarouca Viseu Beira Alta
S. Joao S. Joao de Pesqueira Viseu Beira Alta
Espinho Mortagua Coimbra Beira Baja
Lorvao Penacova Coimbra Beira Baja
S. Gens Argamil Coimbra Beira Baja
Madeira Oleiros Coimbra Beira Baja
Pulsos Vila de Rei Coimbra Beira Baja
Hay además el río AVELEYRA ya mencionado tributarios del Barosa, la Sierra AVELEYRA que entronca con la de Lorvao en la región de Penacova y el Valle de AVELEYRA en el área de Alvaiázere.
Algunos de estos lugares aparecen algunas veces escritos indistintamente AVELEIRA y AVELEIRAS lo cual acusa su origen AVELEYRAO.
Del otro lado del Minho, dentro del territorio gallego pero muy cerca de ese río, hay cinco aldeas AVELLEIRA en los municipios de Beariz, de Celanova y de Puentedeva, de la provincia de Orense,y en los de Puenteares y de Tuy en la de Pontevedra, formando una sucesión continua con los de Portugal. Con un mapa a la vista se observa que los lugares anotados integran dos grupos bien definidos, el primero que partiendo de la frontera gallego-portuguesa se extiende de Noroeste a Sureste en una estrecha banda de 170 km. de longitud por 50 de latitud cargada hacia el Poniente de la zona que antes se llamaba Entre Douro e Minho y termina en la ribera meridional del Douro, y el segundo que está circunscrito a un área de 80 x 40 km. en forma de rombo situada en la parte Sur de Beira Baja.
Si se toma en cuenta la extensión relativamente corta en que se hallan treinta y dos lugares con el mismo topónimo más cinco con un nombre cognato que en realidad es idéntico, así como la forma de ruta o derrotero que claramente adopta su situación desde las márgenes del Minho hasta las del Duoro, se tiene que llegar a la conclusión de que hubo un motivo peculiar para esa persistente redundancia en espacio tan demarcado como se puede apreciar en el mapa anexo, motivo que se percibe fácilmente al observar que ésa fue precisamente la ruta que siguió Don Mendo de Rausona en sus empresas de reconquista y repoblación continuadas por sus descendientes.
Para completar la toponimia aquí presentada conviene dejar anotado que en la margen derecha del río Adaja, en España, estaba la antigua ciudad lusitana de AVELA, ahora la ciudad española de Ávila. Algunas geografías y enciclopedias, principalmente no portuguesas, las confunden con Monte Abyla, de origen griego, que formó con Monte Calpe las Columnas de Hércules en el Estrecho de Gibraltar, pero la Geografía de Barros deslinda claramente los dos diferentes lugares de orígenes tan distintos.
ANTROPONIMIA
PATRONÍMICOS
Así como los nombres de lugar (topónimos) tienen casi siempre un significado relacionado con su origen, su historia, su situación topográfica o sus características físicas o bien con algún personaje que haya intervenido en su fundación o en un evento trascendental de su existencia, los nombres de personas fueron en los tiempos primitivos la expresión de alguna circunstancia tocante a su nacimiento o a un sentimiento religioso.
Los nombres griegos y romanos tenían siempre un significado, así como, posteriormente, los celtas y teutónicos y por tanto los góticos y visigóticos.
Estos últimos, generalizados en España y en Portugal durante la dominación visigótica, fueron suplantados en los tiempos de la Reconquista cristiana por nombres tomados del Nuevo Testamento que se pusieron en boga al calor del sentimiento religioso exaltado por la tenaz y prolongada guerra contra los musulmanes para restablecer la hegemonía de la Fe de Cristo. Tal costumbre predomina aún el los pueblos latinos o católicos mientras en los protestantes o sajones son preferidos los nombres del Antiguo Testamento desde la época de los Puritanos ingleses.
Sin embargo, como la Reconquista fue iniciada por los germanos (neo germanos) neo visigodos y neo godos, los nombres de este origen continuaron de moda por largo tiempo como se ve abundantemente en los documentos medievales, ya todos latinizados puesto que los germanos adoptaron el Latín como idioma común.
En los principio del Medioevo, los nombres más antiguos que se encuentran provienen, naturalmente, de la época romana y entre ellos se filian los que usaban los Lusitano-Romanos.
En cuanto a los apellidos (sobrenombres), su uso no aparece sino hasta mucho tiempo después. Ni los hebreos ni los egipcios, asirios, babilonios, persas y griegos usaron apellidos y lo mismo se puede decir de los romanos en los primeros tiempos de su historia, pero después todo ciudadano romano tenía tres nombres: el PREANOMEN o nombre personal que se anteponía a los otros dos; el NOMEN o nombre de la tribu (“gens”) y el COGNOMEN o nombre familiar. Los conquistadores solían ser cumplimentados con un cuarto nombre o AGNOMEN, conmemorativo de sus conquistas.
Este sistema romano de triple nombre estaba ya completamente desorganizado a principios de la Edad Media y los germanos y visigodos apenas si usaban un nombre aunque a veces era originalmente compuesto.
Tal vez los primeros sobrenombres usados en le época de la Reconquista fueron aquellos que aludían a características físicas o morales de la persona: “el bueno”, “el sabio”, “el gordo”, “el tuerto”, pero naturalmente eran dados cuando el individuo había entrado en su madurez.
El sistema de sobrenombres que más se extendió entre los siglos X y XIII fue el de patronímicos, ya fuera empleando como los musulmanes y los hebreos, el afijo equivalente a “hijo” antepuesto el nombre del padre (“ibu” en Árabe y “ben” en Hebreo), tal en Normando “Fitz”, en Galés “Ap” en Irlandés “O” y en Escocés “Mac”, o bien posponiéndolo en forma de sufijo a la usanza sánscrita, como en Alemán “sohn”, en Inglés “Son”, en Escandinavo “sen” y en Ruso “vitch”, o tomando la terminación latina “ides” o “is” (de Lucidium, Lucidez; de Andre, Andreis) derivada del Griego “eides”, “ides”, “is”, como es el caso Español y Portugués donde se conviertieron en “ez” y “es” respectivamente: de Gonzalo, González y Gonzales, de Sancho, Sánchez y Sanches.
En algunos casos el patronímico se derivó del nombre latino, ej.: de Joannes, Annes o Anes; de Moneo, Moneonis y Moniz; de Fafe, Fafes; en otros se conservó en el patronímico la misma forma del nombre como en Abril, Alfonso, Aires, Arias, Froila (a veces Froilaz), Garcés, García, Gualter, Lorenzo, Vicente, y en otros empleando el prefijo hebreo “ben” como de Egas, Benegas, Beniegas, Biegas, Venegas, Viegas y Villegas.
Como los nombres propios que en aquellos tiempos gozaban de preferencia eran muy pocos, pronto se multiplicaron los correspondientes patronímicos dando origen a numerosos homónimos de diferentes y hasta de las misma familias, muchos de ellos contemporáneos entre sí, de donde resultan abundantes confusiones de personas que impiden distinguir sus respectivas identidades, sus parentescos, sus enlaces, sus hechos y sus descendencias.
Estas confusiones que en muchos casos llegan a ser desesperantes, hicieron necesario recurrir a otros medios de identificación de los individuos y de las familias que tuvieron carácter más distintivo y empleo más exclusivo.
TOPONÍMICOS.
A juzgar por los documentos medievales, la manera de distinguir a los diversos homónimos que más antigüedad acusa, consistió en designar a cada quien por su oficio u ocupación habitual. En los apelativos así aplicados a burgueses y campesinos tienen su antecedente los apellidos tecnonímicos tales como Abogado, Bachiller, Campero, Carpintero, Labrador, Pastor, Pedrero, Pescador, Vaquero y similares, que claramente indican la fuente de su origen.
Entre hidalgos y caballeros, puesto que sus oficios (Alcalde, Barón, Canciller, Conde, Cónsul, Dux, Gobernador, Teniente) eran precarios –si bien hubo casos en que duraron toda la vida del dignatario y aun llegaron a ser transmitidos a los hijos- y como los calificativos derivados de sus derechos propios e inalienables (Señor, Infanzón) carecían aisladamente de significación propia y requería la especificación del lugar de dominio, se empleó el topónimo correspondiente al señorío de cada individuo para reconocer a las diferentes personas, precedido siempre de la preposición “de” en sentido de posesión o pertenencia, formándose de esta suerte los apellidos toponímicos que, por su propia naturaleza fueron desde luego privativos de las clases altas a las cuales quedó restringido su uso durante varios siglos.
La función denominativa de estos apellidos fue en sus principios muy precaria pues estando regidos por los títulos de señorío seguían a éstos y no a los individuos quienes solamente podían usarlos mientras conservaran la propiedad de los bienes respectivos.
Andan el tiempo se fue desarrollando la costumbre, que no llegó a definirse y arraigarse sino hasta el siglo XV, de aceptar definitivamente como apellido de familia el que hubiese sido usado por tres generaciones consecutivas por lo menos.
En lo expuesto radica la causa, por una parte, de que los apellidos medievales no pasaran en ningún caso de generación en generación, y por otra, de que los patronímicos y tecnonìmicos se propagaran extensamente y adquirieran un viso de vulgaridad, en tanto que los toponímicos fueron, y aun son, muy raros y denotaban cierta distinción.
Tal peculiaridad asumió especial significación en Portugal por haber sido sólo cinco familias del periodo leonés-portugalense y del primero de la monarquía nacional –Ribaduro, Amagia, Baias, Sousa y Bragansa- las que integraron el tronco de la primitiva nobleza del reino y las que durante la repoblación de la reducida área de Entre Douro-e-Minho después de su reconquista, fundaron las “vilas” que más tarde habrían de ser las “quintas” o casas solares de sus descendientes.
Además, habiendo sido muy usual en ese país la “vinculación por mayorazgo de agnación rigorosa y verdadera” en cuya virtud varios bienes señoriales de la misma familia eran vinculados en un solo título de señorío infanzonado que se usaba con exclusión de los demás y pasaba al primogénito por varonía de cada generación, el número de toponímicos que pudieron alcanzar a convertirse en apellidos de familia fue particularmente limitado.
No se sabe a punto fijo cuándo comenzaron a emplearse los nombres de los bienes de señorío como apellidos personales pero ya en el siglo VIII se ve marcadamente la tendencia de designar de tal modo a los individuos.
Sin embargo, el nombre latino AVELARIA, no aparece sino hasta el siglo XI relacionado por primera vez con alguna persona o dignidad no obstante que desde dos siglos antes ya se les encuentra como topónimo de diferentes lugares de Entre Douro-e-Minho.
En efecto, en 1099, después de la derrota de Almanzor por Don Munio de Viegas, Señor de Gascoña, y de sus hijos Don García y Don Egas Moniz, llamados “Los Gascos”, fundadores de la estirpe de Ribadouro, surge aquel Caballero como “Comes Gubernator Generalis” de los “Territorios” de Anegie y AVELARIAM, y su hijo Don Garcia como “Locum Tenens” de la “Terra” AVELARIA. Este último fue después Gobernador General de los “Territorios” de Lamecum (Lamego) y Penafiel de Canas, cargos que heredó de su suegro Don Sisnando Vilulfiz.
Por lo que respecta a propiedades con el nombre de AVELARIA, la más remota noticia de que de ellas se encuentra en documentos medievales, consta en el testamento del célebre Conde de Galiza e Portucale (Oporto), Don Hermenegildo Gonçalvez o González, abuelo del mencionado Don Munio Viegas, quien a mediados del siglo X contaba entre sus cuantiosos bienes, cuya lista ocupa varias páginas, diversas “vilas” AVELARIA; sin embargo, ni él ni ninguno de sus aludidos descendientes son en caso alguno mencionados como Señores de AVELARIA y por tanto se colige que nunca usaron tal apelativo.
En esos documentos no se dice como llegaron dichas “vilas” a poder de Don Hermenegildo, pero habiendo sido hijo del poderoso Conde gallego “De Tuy, de Portucale e Cella Nova”, Don Gonzalo Guterres y descendiente por varonía de Don Mendo de Rausona según allí mismo se atesta, es fácil deducir que los haya recibido por herencia de sus antepasados.
De Don Hermenegildo las “vilas” de AVELARIA pasaron a su hijo, Don Egas Moniz de Gascoña, después al hijo de éste, Don Munio Viegas de Gascoña, de él a su hijo Don Egas Moniz de Ribadouro de quien las heredó su primogénito Don Munio Viegas de Ribadouro, luego, por repartición hereditaria, a sus hijos Don Egas Moniz “El Gasco”·de Ribadouro y Doña Elvira Moniz de Ufe, y de aquí en adelante se dividen en diversas líneas y nombres variados.
La esposa de Don Hermenegildo, la famosa Condesa Doña Mumadona Dias, comprò en 949, después de enviudar, la antigua colonia romana Talabriga (entonces ya casi despoblada) junto con las salinas vecinas y le dio por nombre ALAVARIO, metátesis de AVELARIA, y al morir, en 959, le dejó como herencia al monasterio de Vimaranes que ella misma había mandado edificar en la aldea de este nombre, hoy la ciudad de Guimaraes. Los frailes de ese cenobio trocaron ALAVARIO en 975 por otras tierras más cercanas a él con Don Ero de Arauca, ·Senhor de Vale de Moldes” y en los documentos de tal trueque se le llama indistintamente ALAVARIO, ALAVERIO y ALAVEYRO, así como en el testamento de Don Ero que la menciona entre los bienes que dejó a su hijo Don Egas Eres de Ialha (1021).
Este Don Egas fundó en un arrabal al Sur de ALAVEYRO una villa con el nombre de Ialha –ALAVEYRO que después se convirtió por elisión en Ialhaveyro, luego Ilhaveyro para quedar finalmente en AVEYRO para la villa que ahora es la ciudad de tal nombre, e Ilhavo para el arrabal, hoy el barrio de Ilhavo o Vila Antita, cerca de la cual estaba la aldea de Vera Cruz, hoy Vila Nova, donde Don Egas mandó construir la iglesia de Vera Cruz demolida en 1879 para ser reedificada sin que hasta recientemente se haya construido más que las paredes del nuevo templo.
AVEYRO pasó por herencia de Don Gonçalo Viegas, hijo de Don Egas, quien a su vez la dejó a uno de sus vástagos, Don Fernao Gonçalves de Marmel, y éste a su hija Doña Teresa Fernández de Marmel, casada con Don Mem Viegas de Sousa (1091), sin formar apellido.
Este matrimonio trocó la Villa de AVEYRO por otras tierras con Doña Elvira Moniz de Ufe quien, como ya se ha visto, poseía por herencia de su padre, Don Munio Viegas de Ribadouro, varias villas AVELARIA, casi todas con el nombre ya aportuguesado de AVELAYRA o su plural con toponimia, AVELAYRAO así como AVELEYRA y AVELAYRAO, o su colectivo AVELEYDA, en diversos lugares, a saber: en el “Julgado” (antes “Terra”) de Louzada, la “Vila AVELAYRAO” y la “Quinta AVELANEDA (la antigua “Vilela”); en el “Julgado” de Maia (antes Amalgia), la “Vila AVELAYRAO” con el cenobio femenino AVELEYRAO o VELAYRAO, y la “quinta AVELANEDA”; en Riba de Ave, la “Vila AVELEYRA de Riba de Ave” con su convento, el “Castro” de Banfinas de AVELEYRA, cerca de Eriz construido seguramente por Don Egas Eres o Eris, y la “Vila AVELAYRAO” con el cenobio femenino de AVELEYRAO o VEYRAO cerca de Lanhoso, y en Cinfaes, la “Vila AVELAYRA”, a las que vino a agregarse la susodicha Vila de AVEYRO que así se reincorporó al acervo patrimonial de su origen.
Doña Elvira Moniz de Ufe fue casada en primeras nupcias con Don Pedro Fernández de Bragança (1114) y en segundas con Don Pedro Froilaz de Trava, habiendo donado por ese tiempo la “Vila AVELEYRAO” de Louzada a su sobrina Doña Urraca Viegas, hija de su hermano, Don Egas Moniz ·El Gasco” de Ribadouro, y posteriormente “ama” (en el sentido antiguo) de la reina Doña Mafalda. Doña Urraca, a su vez, donó después esa “vila” al monasterio de San José de AVELEYRA de Tarouca, según consta en el “cartórico” de ese cenobio.
De su primer matrimonio tuvo Doña Elvira dos hijos, Don Vasco Peres de AVELEYRA o AVELEYRAO, así llamado por haber heredado los casales de esos nombres, excepto el de Louzada, y Don Paio Peres de AVELANEDA que heredó las “quintas” así nombradas por Louzada y Maia, primera vez que aparecen tales nombres como antroponímicos.
La Villa ALAVEYRO o AVEYRO y la Villa AVELAYRA de Sinfaes, fueron dotadas por Doña Elvira a la hija que tuvo de su segundo enlace, Doña Elvira Peres de Trava al desposarse con el Conde Don Gome Nunes de Pombeiro. De este casamiento nacieron dos hijas, a la primera le tocó la Villa AVELAYRA y fue llamada Doña Chama Gomes de AVELAYRA, casada con Don Paio Soares de Maia, de quien pasó a su hijo Don Pedro Pais de Maia y de este a su segundón Don Martín Peres quien abrevió el nombre de la villa llamándose “de AVELA; su hijo, Don Martin Martins de AVELA, apodado “El Abuelo” por parafonia de AVELA fue el tronco de los AVELA, AVELAS y AVELOS. Uno de sus descendientes de esta rama pasó a Aragón a mediados del siglo XIII para entrar al servicio de Don Jaime “El Conquistador” y después de la conquista de Jumilla estableció en dicho reino casas solares con el nombre aragonesado de ABELLAN, llamándose Don Pedro Tomás de ABELLAN del cual proceden los de este nombre así como los ABELLANAS, también de Aragón, y los AVELLAN y AVELLANAS de Castilla.
Estos datos, tomados de fuentes portuguesas, con sus corroborados por el nobiliario español de Moroto, donde al referirse a los apellidos últimamente mencionados, dice: “La infanzonada casa y apellido nobiliario de AVELLAN trae su origen del reino de Aragón, de donde vinieron con su rey Don Jaime “El Conquistador” a Murcia. Don Pedro Tomás de AVELLAN conquistó Jumilla y de su mismo tronco proceden los AVELLANAS. En la certificación de Blasones de la Real Cancillería de Granada, en 1641, se lee: Los de este apellido y linaje de AVELLAN son muy ilustres, buenos y antiguos hidalgos pues descienden de la vieja y ahora desaparecida estirpe de los AVELEYRA de Portugal. De allí salió también la rama que se radicó en Lorca y en Granada”.
A la segunda hija de Doña Elvira Peres de Trava, llamada Elvira Gomes, le tocó ALAVEYRO o AVEYRO y habiendo casado con Don Gualter de Gouveia tuvo una hija, Doña Elvira Gualter de Gouveia e AVEYRO, amante del primer rey de Portugal, Don Alfonso Henriques, a lo cual se debió que este monarca mandara reconstruir la iglesia de Vera Cruz y le dieran fueros a la villa en los cuales ya aparece definitivamente con el nombre de AVEYRO. Don Alfonso y Doña Elvira donaron más tarde esa villa a su hija ilegítima, Doña Urraca Alfonso de AVEYRO, donación que fue confirmada en 1177 por Don Sancho I, hijo y sucesor de Don Alfonso.
Doña Urraca, que fue casada con Don Pedro Alfonso de Tarouca, dejó de herencia AVEYRO a su hijo el famoso Don Abril Peres de Lumiares, de Tarouca e de Lamego, quien junto con su hermana, Doña Aldara Peres de Arauca, hizo donación de cuantiosos bienes al monasterio de San José de AVELEYRA, de Tarouca, entre los cuales iba AVEYRO sin incluir Ilhavo, que ya no volvió a ser señorío de familia por lo cual no hubo estirpe de ese nombre. Las personas que en los siglos XV y XVI usaron tal apellido (Jose Alfonso de Aveiro 1480, notable piloto; Joao Alfonso de Aveiro 1495, escritor y Frei Pantaleao de Aveiro 1563, religioso franciscano) se lo adjudicaron por haber nacido en Aveiro mas no porque pertenecieran por sucesión a sus familias.
Igual suerte corrió el nombre de VELARIA que se derivó de las “vilas” AVELARIA que le tocaron a Don Egas Moniz ·El Gasco· de Ribadouro las cuales fueron heredadas por su hijo Don Lourenço Viegas de Ribadouro; éste las cambió y abrevió el nombre llamándolas como queda dicho, VELARIA y las dejó de herencia a su hijo Don Egas de Lourenço; de éste pasaron a su hija Doña Urraca Viegas y luego a la hija de ésta, Doña Sancha Nunes, casada con Don Abril Peres de Lumiares quien también las donó al monasterio de San José de AVELEYRA, de Tarouca no habiendo llegado a formar apellido de familia.
Volviendo nuevamente a Don Vasco Peres de AVELEYRA o AVELEYRAO y a su hermano Don Paio Peres de AVELANEDA, se advierte que el primero tuvo dos hijos, Doña Urraca Vasques, legataria de la “Vila AVELEYRA de Riva de Ave”, y don Fernao Vasques que heredó la “Villa AVEYRAO, cerca de Lanhoso, desde entonces llamada también VELEYRAO, VEYRAO, VIEYRAO y finalmente VIEYRA (hoy Vieira de Minho). De don Fernao pasó esta “vila” a su hijo, Don Rui Fernández de VEYRAO y después al hijo de éste, Don Diego Rodríguez de VIEYRAO que fue el tronco de la familia VIEYRA.
Doña Urraca Vasques se desposó con Don Pero Raimandes de Riba de Vizela y en esa ocasión recibió como donación de su tío, Don Paio Peres, la “Quinta AVELANEDA” de Louzada; años después compró al monasterio de San José de AVELEYRA, de Tarouca, la “Vila AVELEYRAO”, de Louzada, que Doña Urraca Viegas había donado a ese convento, tornando de esta suerte a juntarse en un mismo patrimonio esos dos casales que así pasaron a Don Reimendo Peres de Riba de Vizela, hijo de Doña Urraca y Don Pero, quien a su vez los dejó a su hija, Doña María Reimendes de Riba de Vizela, casada con Don Martín Dade de Aragón, hidalgo que llegó a Portugal en el séquito de la reina, Doña Dulce de Aragón, esposa del rey Portugués Don Sancho I.
En la época respectiva comenzó esa familia a abandonar tanto el topónimo AVELEYRAO para usar el de AVELEYRA simplemente puesto que ya no había razón para emplear el plural, como AVELANEDA por haberse anticuado siendo reemplazado por AVELEDA que es como de allí en adelante se lee en los documentos relativos.
En su matrimonio tuvieron Don Martín Dade y Doña María Reimendes una hija única, Doña María Martins, que al casarse con Don Estevao Dias de Mouriz de Sousa, llevó por dote a su matrimonio las “vilas” AVELEYRA” de Louzada y de Riba de Ave y la “quinta” AVELEDA de Louzada que heredó el único hijo que de esa unión hubo, pues ella murió al darlo a luz, el cual se llamó Don Vasco Martins Esteves de AVELEYRA.
Este título de señorío pasó de allí en adelante por la línea de varonía durante varias generaciones y es de él de donde a la postre se derivó el apellido de familia AVELEYRA que usaron los descendientes directos de aquel hidalgo.
Siendo, pues, Don Vasco el geneatra de la estirpe de este nombre, se le tiene que tomar como punto de partida para trazar la genealogía respectiva.
GENEALOGÍA
Ya se dijo que el objeto de un tratado genealógico es examinar los orígenes de la familia a que se refiera, mostrando su evolución, describiendo sus generaciones y trazando las biografías de las personas que las componen, con una orientación histórica y política.
En consecuencia se debe comenzar por averiguar quien fue el más remoto ascendiente por la línea de varonía para trazar desde allí el curso de su progenie.
A fin de encontrar el ancestro primitivo de Don Vasco Martins de AVELEYRA, tronco de la familia de ese nombre, hay que seguir la guía indicada por las siguientes citas de varios libros de linajes portugueses que concuerdan entre sí:
1.- “Parece provir a familia dos antigos AVELEYRAOS, juntamente com as dos Avelales e os dos Avelares, de dos Fonsecas”.
2.- “A familia dos Fonsecas parece provir de linahgem dos Ribadouro”.
3.- “A estirpe dos Ribadouro é a genuina dos “Gascos” chamados Meniz ou Mendes”
4.- Os antepasados dos primeiros “Gascos” proviram do Conde Don Hermenegildo Guterres e de su mulher Doña Hermelinda Arias.
5.- (Tomado de los libros de linajes españoles) El Conde Hermenegildo Gutiérrez procede de la Real Casa de Celanova, Galicia, y reconoce por tronco al Rey Godo Egica que empezó a reinar en 687, fue sobrino del rey Wamba y casó con Egilona, hija del rey Ervigio, su antecesor”.
Las crónicas no dan noticia de quiénes fueron los progenitores de Wamba; el Chronicon Mundi” de Lucas de Tuy dice solamente refiriéndose a él, REGALI SANGUINE ORTUS, suponiendo que era de origen real o de sangre real de los godos, pero esto parece una simple conjetura del tudense pues nada dice de ello San Julián a quien copió el citado Lucas de Tuy.
Como quiera que sea, nadie dice quienes eran los padres de Egica ni por qué líneas es éste sobrino de Wamba. Algunos autores suponen que fue hijo de Ardobasto, un joven griego desterrado de Constantinopla, pero otros afirman que éste no fue el padre de Egica sino de su suegro Ervigio.
Tampoco en cuanto a su descendencia hay completa claridad ni se explica con precisión por qué don Hermenegildo Guterres “lo reconoce por tronco”, pero tomando datos aislados y fragmentados esparcidos en varios trabajos de autores diversos, se puede establecer con visos de exactitud bastante plausibles que Egica tuvo en su juventud un hijo llamado Rachi y otro de nombre Aistulfo que se fueron a servir a las órdenes de los reyes lombardos. Después de haber sido electo rey de los visigodos y a edad muy avanzada, Egica se casó con Egilona de quien tuvo a Witiza, penúltimo rey de ese pueblo.
Aistulfo o Astolfo, que a su vez fue después electo rey de los lombardos, se casó con Ciseltruda, de quien tuvo dos hijos, Desiderio que fue primero Duque (General) de Brescia y de Istria y después del último rey lombardo, casado con Ermenegarda y cuya hija Desiderata fue esposa de Carlomagno; y Mendo o Ermenegardo, Conde (Gobernador) de Avelino y luego de Rossano.
Ya se dijo como llegó Don Mendo a Galicia y entró al servicio de Don Alfonso I, El Católico, Rey de Asturias, entroncado también, aunque por diferente línea, con la Real Casa de Celanova por haber sido hijo de Pedro, Duque (General) de Cantabria y descendiente de los reyes visigodos de Galicia, Leovigildo, Recaredo y Hermenegildo; además Don Alfonso fue Príncipe de la Milicia en los reinados de Egica y Witiza, abuelo y tío, respectivamente de Don Mendo.
Cuando el mencionado monarca asturiano llevó la guerra contra los muslimes aprovechando las luchas civiles entre árabes y berberiscos, logró entrar en Galicia, 742, con sus hijos Fruela y Vilmarano ayudado por los gallegos que se sublevaron en masa, y quitó a los árabes las plazas de Lugo, Tuy y Orense para avanzar finalmente sobre Lusitania arrancando toda esa región al poder musulmán.
Iniciase entonces un largo periodo de guerras entre asturianos y leoneses que se disputaban la posesión de aquellos reinos, en tanto que portugueses y gallegos, siempre rebeldes a los reyes de León y en constante contienda con los asturianos, pugnaban por constituirse en reinos independientes.
Don Mendo de Rausona, después de la conquista de Galicia y de Minho en la que participó junto con Vimarano, se fue temporalmente a León donde contrajo matrimonio con la Condesa Doña Joana Romais, hija del Infante Romao Bermudes, hijo legítimo del rey Bermuda de León y por tanto hermano de Fruela I de León que a la sazón reinaba.
Al regresar Don Mendo a Portugal junto con su esposa, emprendió la repoblación de la región conquistada fundando múltiples lugares con nombres que recordaba a su antiguo Avelinese: AVELA, AVELAS, AVELARIA, AVELARIANI, MONFORTE y BAIAO, o que se derivaban de los suyos personales: Menendiz, Rausendiz, Roosendi, Resende.
Dos hijos tuvo Don Mendo en matrimonio, Rausendo Mendiz que se casó con Munilona, hija del rey Fruela I de Asturias y de su esposa Munia Ximena, y Froia Mendiz, casado con Aldonça Rodrigues, hija de Rodrigo Romais Conde de Monterroso y hermana de Joana Romais, de cuyas descendientes provienen los Pereyra, los Palmeyra, los Cerveyra, los Ambia, los Sotelo, los Portocarreiro y, por una rama femenina, los Pimentel, todos los cuales, excepto los Pimentel descienden también, por líneas femeninas, de Don Rausendo Mendiz debido a varios enlaces matrimoniales habidos en diversas generaciones entre los vástagos de ambos germanos.
Hijo de Don Rausendo y de Doña Gaudiosa fue don Mendo Rausendiz, casado con Doña Aragunda Cidiz de quien tuvo a Don Guterre Mendiz de Roosendi, esposo de Doña Berengilda Roriz y padre de Don Ermenegildo Guterrez, famoso Conde gallego de Porto (Oporto), y de Tuy, que casó con Doña Hermesinda Arias de Sigal y Puerto Marín, hija de Arias Miro, descendiente del rey suevo de Galicia, Ariamiro o Artamiro (siglo IV).
Fue don Ermenegildo Mayordomo Mayor del rey Alfonso III de León en cuyo tiempo se rebeló un caballero llamado Witiza; el Conde lo batió, lo derrotó y lo aprehendió en la batalla de Avelas (heredad de Don Ermenegildo y lugar fundado por Don Mendo de Rausona) y el rey le dio como recompensa todas las tierras del rebelde.
Sin embargo, cuando Alfonso III de León se hizo coronar rey de Galicia, Don Ermenegildo se apartó de él y asumió resueltamente la defensa de la independencia de su país poniéndose a la cabeza de los Condes gallegos cuyas revueltas para substraerse a la soberanía de León se intensificaron con ardor.
El primer hijo de Don Ermenegildo Guterrez que fue Don Guterre Arias Mendes, Conde de Oporto, Tuy y Celanova se casó con Doña Ilduara Ermegildes de Vila Abrigosa. El segundo, Don Gonçalo Mendes de Salas fue padre de Fernán Gonçalves que aparecerá nuevamente más adelante. Después de él tuvo una hija, Doña Elvira o Munia Mendes que fue esposa del rey Ordoño II de León; luego otro hijo, Don Arias o Aires Mendes, Conde de Minho cuya hija Doña Godo Arias o Aires casó con el Rey Sancho I que reinó Galicia.
Tuvo además don Ermenegildo otros dos hijos, Repuciano y Milena o Elvira Mendes, esposa de Alfonso III de León.
A lo largo de todo este tiempo Galicia sufrió en diversas ocasiones los vandálicos asaltos de los “bárbaros del Norte”, los feroces normandos, que varias veces llegaron a sus costas sembrando la muerte y la desolación.
El primer asalto efectuado por los normandos (843) siendo rey de Asturias Ramiro I, fue rechazado por Don Ermenegildo Guterres, que entonces era Conde de la ciudad marítima de Brigantio (Betanzos) que tenía a La Coruña como colonia. Los piratas fueron desbaratados por dicho Conde y obligados a huir después de sangrientos combates.
Bajo el reinado de Ordoño I de Asturias los normandos llevaron a cabo su segundo ataque y Don Ermenegildo volvió a derrotarlos completamente con lo cual quedaron tan escarmentados que durante un siglo no se presentaron más en las costas de Galicia.
Don Guterre Arias Mendes heredó todos los oficios de su padre y además fue nombrado, como ya quedó anotado, Conde de Celanova por Alfonso III; de su esposa, que es venerada en los altares de Portugal como Santa Ilduara, tuvo los siguientes famosos hijos:
San Rosendo (Guterres); Santa Aldara (Guterres); Eldegunda Guterres, casada con Gonçalo Froilaz, descendientes de Froia Mendiz; Adosinda Guterres casada en primeras nupcias con Abuclan Abonaçar de quienes fue hija Ortiga Abuclan, amante de Ramiro II, y en segundas con Ximeno Dias; Centrode Guterres, esposa de Nuno Alvares da Maia; Nuno Guterres, casado con Valasquita, y el mayor, Gonçalo Guterres, Conde de Porto, Tuy y Celanova al cual algunos autores llaman erróneamente Gonçalo Mendes por haberse casado con Teresa Mendes de quien tuvo a Ilduara Gonçalves, casada con Froia Gonçalves, hijo de Gonçalo Froilaz y por tanto su primo; a Galindo Gonçalves y a Don Ermenegildo o Mendo Gonálves, su primogénito, heredero de todos su cargos y honras entre las que se contaban las tierras AVELARIA, y casado con la poderosa Condesa gallega Doña Mumadona o Munia Dias, Hija de Don Diego Fernandes, hijo de Fernan Gonçalves y de su esposa Oneca, y hermana de Ximeno Dias a quien Ramiro II llamaba tío (tius meus domnus Exeminus)
Entre 931 y 950, Ramiro II dio a Mumadona, a la que llamaba “conlaza nostra”, la “vila” rural de Mellares; por esa misma época construyó esta dama el célebre convento de San Salvador y Santa María en Vimaranes, hoy Guimaraes, población que también ella fundó en el mismo sitio donde Vimarano estableció la “vila” de ese nombre.
El Conde Ermenegildo Gonçalves surge por última vez en 933 en una donación de Ramiro II al monasterio de Lorem y después en su testamento por el cual se sabe que con su esposa Doña Munia o Mumadona, tuvo nueve hijos: Don Gonçalo Moniz de Mendes, Dux Magnus, Conde de Portugal, casado con Moninha Bermudes; Elvira Moniz Mendes, segunda esposa de Ordoño III de León; Egas Moniz Mendes que heredó las tierras de Gasconha en Paredes y de AVELARIA en Riba de Ave y que fue el geneatra de la estirpe de los Gascos; Diego Moniz Mendes; Ramiro Moniz Mendes, casado con Adosinda Gormiri; Oneca Moniz Mendes esposa de Guterre Rodrigues; Nuno Moniz Mendes, muerto en su adolescencia; Continha Moniz Mendes, casada con Troitosendo Galindiz; Arriana Moniz Mendes, mujer de Ero de Arouca, Señor de Vale de Moldes, fundadora de la “vila” ARRIANA hoy el pueblo de Arrifana.
Tanto en el testamento de Don Ermenegildo (950), como en el de Mumadona (959), al hacer la distribución de sus bienes entre sus hijos se describen las diversas “vilas” AVELARIA que el famoso Conde había recibido de sus progenitores según consta “in colmellum genitori nostro”, así como la “vila” ALAVARIO que ella compró con las salinas vecinas.
Se nota tal riqueza de bienes en esos documentos que por sí sola es suficiente para demostrar la opulencia fabulosa de este descendiente de Don Mendo Rausona.
Como las devastaciones de los normandos habían llegado, en sus ataques antes mencionados, hasta la región de Minho, Doña Mumadona, temerosa de que se repitieran las tropelías de esos piratas, mandó construir el gran “crasto o citania de S. Fins de AVELARIA” hoy Sanfins de AVELEYRA, entre el Ave y el Avizella: “laboramivues” castellum quod vocitant Sanctum Petris in locum predicto AVELARIAN quod est huius monasterio constructum et post defenesaculo huius sancto cenobio concedimus” (el de San Pedro de Riba de Ave).
Por iguales motivos y en la misma época Doña Mumadona mandó erigir una gran torre cerca del Monasterio de Guimaraes en el “alpe” (monte) Latito para defensa y seguridad de los monjes y monjas.
A la torre se agregó una muralla construida también por Doña Mumadona, de la cual aun hay restos al oriente de la fortaleza que fue el origen del noble castillo de Guimaraes, cuna de la nacionalidad portuguesa.
Al entrar la generación Moniz Mendes, los hijos de Don Ermenegildo y de Doña Mumadona, los autores entran en grandes confusiones debido principalmente a que muchos de ellos, sin reparar en que por su madre, Doña Munia o Mumadona que había aportado cuantiosos caudales a su matrimonio, se llamaban Moniz además de Mendes por Don Ermenegildo o Mendo y les suprimen el patronímico derivado de Doña Munia y dan a entender que Don Gonçalo Mendes y Don Egas Mendes son personas distintas de Don Gonçalo Moniz y Don Egas Moniz y aun uno de ellos llega a llamar al primero Gonçalo Mendes y Gonçalo Moniz indistintamente en las misma páginas.
Esto, agregado a que Don Egas se fue de Portugal a Galicia acabando de morir su padre y permaneció largos años al lado de su tío abuelo, San Rosendo, que entonces era Obispo de Mondoñedo, introduce mayor perplejidad pues como no vuelve a figurar al lado de su madre, Doña Mumadona, algunos de esos autores tocan el extremo de desconocer que fuese hijo del Conde Don Ermenegildo y de su mujer.
LOS GASCOS
Lo cierto es que en 966, años después de que los pueblos desde Galicia hasta el Douro se rebelaran contra Sancho El Gordo quien los sometió, Don Egas y su hermano Don Gonçalo que gobernaba los Distritos fronterizos de Galicia y hasta el Sur del Douro, se sublevaron contra dicho rey al frente de “um grande exército” según los cronistas Silense y de Sampiro. Aunque la suerte de las armas no les fue muy favorable, el rey murió por esos días misteriosamente asesinado y entonces subió al trono Ramiro III quien al principio logró apaciguar los ánimos con una política más liberal.
A Don Gonçalo y Don Egas se debió, pues, la primer tentativa de los pueblos de Galicia (hasta el Mondego) para conquistar su libertad, tentativa que volvió a realizar un siglo más tarde el Conde Nuno Mendes, descendiente de Don Gonçalo.
Dos años después, 968-69, bajo el reinado del referido Ramiro III, aparece Don Egas Moniz, al lado de su tío abuelo, San Rosendo, y del Conde Gonçalo Sanches, combatiendo a los feroces normandos que realizaron un nuevo y último ataque a las costas de Galicia bajo el mando personal de su rey Gunderedo quien fue muerto y sus hordas totalmente aniquiladas por los mencionados caballeros.
Casi a raíz de esa victoria que debe haber sido sensacional en su época, surge Don Egas como Conde Gobernador de los Territorios AVELARIAN y Anegie comprendiendo las “tierra” de que eran Señor, de Gasconha AVELARIA, Sesnande, Midoes, Aguiar de Sousa, Recaredi, Sobreira, Vandoma, Mouriz, Astromil, Benviver y otras muchas, mas por haber tenido su residencia original en Gasconha se llamó por Egas Moniz de Gasconha Conde Gobernador de Anegie e AVELARIAM”
Después de la desastrosa batalla de Rueda (981), ganada por Almanzor a Ramiro III, el “Dux” y el Conde Don Egas fueron unos de los principales magnates gallego-portugueses que junto con los Condes Rui o Rodrigo Velasques y Gonçalo Sanches destronaron a ese rey y coronaron en Compostela al primo de él, Bermudo, casado con Elvira García, hija de García Fernandes de Castilla y de su esposa Ava, el cual fue después Bermudo II de Asturias y León y con cuya hija, Moninha Bermudes, se casó con Don Gonçalo según se deduce de la donación que el y su mujer hicieron de la “vila” rural de Treixedo (“Territorio” de Viseu) al monasterio de Lorvao en 981 siendo él Gobernador de Coimbra.
Don Egas Moniz de Gasconha se casó con Doña Urraca Ramires, hija bastarda de Ramiro II y de Doña Ortiga Abuclan, de la cual tuvo tres hijos, Don Munio Viegas de Gasconha que heredó sus títulos y honras entre las cuales estaban las “vilas” AVELARIA; Don Oneco Viegas, Obispo de Tuias, y Don Sisnando Viegas, Obispo de Porto (Portucale).
Como desde la ya referida batalla de Rueda el terrible Almanzor venía asolando constantemente esa región y haciéndola víctima de sus feroces tropelías habiendo llegado a tomar en 995 el castillo de Aguiar de Sousa y el Bandoma, según crónica de los Godos, Don Munio Viegas de Gasconha, sucesor de su padre en el gobierno de la región, organizó un poderoso ejército para batirlo con ayuda de sus hermanos Oneco y Sisnando y de sus hijos, Don García Moniz de Ribadauro, Don Mem Moniz de Ribadauro y Don Egas Moniz de Ribadauro, tenidos con su esposa Doña Velida Troitosendes, hija de Troitosendo Galindes, hijo de Galindo Gonçalves, y “com os seus muitos e bons cavaleiros e muitos e bons escudeiros filhos de algo, combate com grao peça de Mouros por muitas vezes e vence-os outras tantas, até lhes conquistar toda a terra por Riba de Douro acima, de uma parte e da outra”.
Iníciase aquí el periodo de las “parcialidades” que fueron los elementos de donde germinó la nación portuguesa y que tuvieron en Minho su núcleo principal especialmente en el periodo leonés-portugués y el primero de la monarquía que le sigue.
La designación de “parcialidad” se aplica a cada una de las “partes” de la antigua nobleza portuguesa o sea al conjunto de generaciones nobles descendientes de un mismo tronco constituido por alguno de los próceres de aquella época.
De acuerdo con uno de los Libros de Linajes, la antigua nobleza de Portugal se dividía solamente en cinco “parcialidades” principales: Los “Baiaos”, los “Braganças” o Bragançaos, los “Gascos”, los “Maias” y los Sousas, que corresponden a los nombres de sus asientos primitivos o principales: las “terras” de Baiao, de Bragança, de Gasconha, de Maia y de Sousa, respectivamente.
Los orígenes de estas “parcialidades están más o menos rodeados de hechos tan singulares que los que no son realmente legendarios tiene mucha apariencia de serlo; con el propósito de esclarecerlos o rectificarlos, se agregaron a ellos posteriormente otros hechos, pero la costumbre general entre los linajistas de no citar las fuentes de sus informaciones conducen a obscuridades que no permiten ahora distinguir lo que pueda ser verídico en esas tradiciones.
A pesar de esto, los monumentos suministran a veces algunas luces en el sendero de los linajistas que indican que la verdad no se aparta esencialmente de las aludidas tradiciones.
Sin entrar en detalles inconducentes al propósito de este trabajo, sólo es pertinente mencionar quiénes fueron los troncos de esas cinco “parcialidades”.
“Baiaos” o “Baices”.- Esta “parcialidad” proviene de un caballero llamado Don Araldo Gudes, hijo de Don Guido Zambertiz de Spoleto, que llegó, según unos, de tierras alemanas después de 982 y, según otros descendientes de uno de los cinco caballeros que habían venido con Don Mendo de Rossano o Rausona. Sea como fuere, Don Araldo sirvió al rey leonés Bermudo II combatiendo a los sarracenos, libertó de infieles las tierras de ambas márgenes del Bouro y estableció su asiento en Baiao, cerca de ellas.
“Maias”.- Tiene por tronco a Don Trastamiro Aboa Aboaçar, descendiente del rey leonés Ramiro II por línea bastarda de Doña Ortiga Abuclan, quien libertó la “terra” de Maia que se extendía desde al Douro inferior hasta el Lima.
“Braganças” o “Bragençaos”.- Menos glorioso que el de las demás es el origen de esta “parcialidad” pues proviene de un sujeto matricida, patricida e infame del que no se saben más que violencias y bajezas. Tal fue Mem Alao cuya descendencia, no obstante, emparentó con el primer rey de Portugal y tiempos después dio origen a la Casa Real de Braganza.
“Sousas” o “Sousaos”.- Proviene de Echigi Gicoi de quien tampoco se sabe nada edificante.
“Los Gascos”.- Los nobiliarios medievales dan principio a esta “parte”, la más ilustre de la antigua nobleza portuguesa, con Don Munio Viegas, natural y Señor de Gasconha, hijo de Don Egas Moniz de Gasconha y padre de Don Garcia, Don Mendo y Don Egas Moniz de Ribadouro que fueron ya presentados en párrafos precedentes.
Hay autores que, dejándose llevar por la fantasía de una absurda leyenda, aseguran que Don Munio Viegas de Gasconha llegó a Galicia y Portugal con sus hermanos e hijos procedentes de la Gascogne francesa al frente de un gran ejército para ayudar a los cristianos contra los moros, pero Don Rui de Azevedo con el respaldo de la Academia de la Historia de Portugal ha demostrado que esto es falso y que los padres de Don Munio eran “nobles portugalenses poderosos y ricos de bienes en Portugal” y que el lugar de su origen es Gasconha, de Portugal, de donde fueron Señores y Gobernadores y por largo tiempo residentes desde que su primer antepasado, Don Mendo de Rousana, las arrancó del dominio árabe, y por lo cual se les dio el alcuño de “Los Gascos”.
La línea de Don Egas Moniz de Ribadouro se ramificó extensamente y el hecho de que en sus generaciones sucesivas abundaran los nombres propios personales de Egas y Munio con sus correspondientes patronímicos, Viegas y Moniz, da lugar a un sinnúmero de confusiones pues es tal la abundancia de Munios Viegas y de Egas Moniz que, si no se tiene meticuloso cuidado para distinguirlos por sus títulos de señorío o por sus alcuños, se cae en errores crasos que han inducido a autores poco escrupulosos a trabucar las noticias de Don Egas Moniz “O Velho” con las de Don Egas Moniz “O Gasco” a las de Don Egas Moniz “ “O Aio”, o bien con las de Don Egas Moniz de Ribadouro con las de Mem Moniz de Benviver, y así hasta el absurdo de atribuir al abuelo de la esposa del nieto o viceversa sin percatarse de las fechas.
De la “parcialidad” de “los Gascos”, Don Garcia Moniz de Ribadouro constituye la línea de varonía por haber sido el primogénito De Don Munio Viegas da Gascocha de quien fue sucesor de todos sus cargos. Los cuantiosos bienes que heredó o adquirió estaban situados en una extensa región que abarcaba las “terras” de Penafiel, Riba de Ave, Benviver, Aguiar, Baiao, Gelmir, Arouca, Paiva y Tarouca, pero fue Don Egas Moniz de Ribadouro quien heredó las “vilas” AVELARIA de sus antepasados.
Don Garcia es, además, el más notable de los tres hermanos pues todos los linajistas lo consideran como la figura principal, después de su padre, en las luchas con Almanzor y hasta hay algunos que aseguran que murió heroicamente combatiendo en la reconquista de Ribadouro en 999, lo cual es inexacto pues Don Garcia vivía aun a mediados del siglo XI cuando bajo el reinado de Fernando El Grande, rey de Castilla y de León, asistió con su hijo Don Ruy o Don Rodrigo Garcia a la liberación de la “tierra” y el castillo de S. Martinho de Mouros, de donde provienen las estirpes de Fonseca, de Matos, de Cardoso, que corresponden a otras tantas notables “quintas” o “paços” fundados por sus descendientes y que ahora son poblaciones de nombres iguales. Vivía todavía, así mismo en 1065 cuando el citado monarca hizo rey de Galicia y Lusitania a su hijo Don Garcia dándole así a esa región su autonomía si bien no su libertad como se verá más adelante.
Esperanzado Don Garcia Moniz en que con el rey Don Garcia se realizarían las aspiraciones de independencia de gallegos y portugueses, le hizo, para proporcionarles estabilidad económica una donación en unión de su esposa Doña Elvira, tan cuantiosa, por cierto, que asombra la longitud de la lista de los bienes que comprendía. Esta donación es reconocida y declarada por el propio rey Don Garcia diciendo que todo lo que recibiera “venit mihi de parentorum et de aviorum suorum e fuit de Garsea Muniniz et uxor sua Ielvira tam de abiorum quam etiem de comparato” . Sin embargo, éstos no eran mas que una pequeña parte de los bienes que Don Garcia Moniz poseía después de la repartición con sus hermanos.
El reputado linajista Don Manuel de Sousa da Silva escribió los versos que a continuación se copian en lo que se refiere a las familias descendientes de Don Garcia:
Morou lá em Benvivir
Garcia Moniz de quem vem
Os Monizes em Gelmir
E desde Ave eté Feyra
Os Fonseca, os Aveleyra
E os Coutinho também.
Hay aquí, sin embargo, una inexactitud flagrante con el evidente propósito de halagar a las familias que llevan el nombre de Moniz pues ninguna de ellas descienden de Don Garcia ni de sus hermanos y además, los linajes que provienen de este hidalgo tienen apellidos toponímicos derivados de sus respectivas heredades pretéritas y no al patronímico de Moniz que por sí solo indica un origen mucho más reciente e impreciso.
La “vila” rústica llamada Gasconha estaba situada dentro del actual Concejo de Louzada que entonces pertenecía a las “tierras” de Penafiel y de Paredes de la que “Los Gascos” fueron dominadores.
Las diversas “parcialidades” mezclaron sus sangres desde luego y de allí se derivaron varias “parcialidades” secundarias que los documentos del siglo XIII designan con los nombres de “Mílites Spinelis” (con heredades en la “tierra” de Aguiar de Sousa); “Mílites Carapecis” (en Santa Cruz de Riba de Tamega); “Mílites Ferraribus” en la “tierra de Condomar”; “Mílites de Fonseca” (en San Martinho de Mouros); “Mílites Lusiia (en Gondomar); “Mílites Babilonia” (en Maia).
En los mismos documentos se encuentran menciones de las “partes” secundarias de los Carramondos (en Maia y Riba do Minho); de los Calças (en la “tierra” de Froiao); de los Nóbrega (en la “tierra” del mismo nombre); de los Teixeira (en las “tierras” de Penaguiao, Masao Frio y Panoias); de los Briteiros (en la “tierra” de Maia); de los Ferreryra y de los Brandoes (en la misma “tierra”); de los Melo (en Felgueiras); de los Matos (en Ferreiros de Tendais y Aregos); de los Machado, Gusteiro y Arufo (en Valadares de Riba do Minho) etc., linajes de que fue heredera una numerosa nobleza pero que, con muy contadas excepciones, no perpetuaron esas viejas designaciones en los actuales apellidos.
Las “parcialidades” tuvieron desde el siglo XI el dominio administrativo y político de grandes extensiones territoriales comprendidas dentro de los respectivos ámbitos de influencia siguientes:
Los Baiao:: Desde el Tamega hasta el Marao.
Los Braganças: Desede Chaves a Bragançay al Douro y del Távora hasta allende el Coa inferior.
Los Gascos: Desde el Sousa hasta el Douro y desde Arouca a Távora.
Los Maias: Desde el Douro al Lima.
Los Sousas: Desde el Marao al Tua y del Sousa al Tamega.
En estas zonas, las “parcialidades” ejercían las funciones de “vicarii”, “maiorini” y “mandantes de Terra” por delegación de los reyes leoneses, así como “maiordomi” y “judices” subalternos hasta la entrada del siglo XIII.
En las más de las veces, los altos cargos inamovibles eran desempeñados por los jefes de las “parcialidades” en los distritos donde poseían los bienes propios o patrimoniales-
Sus nombres son venerables, todos fueron excelentes patriotas que se puede considerar que la libertad portuguesa fue obtenida por el esfuerzo de estas “parcialidades” nacionales que solamente se esfuman, diluyen y desaparecen cuando esa libertad quedó asegurada.
A partir de la preeminencia de los Sousas, esos próceres van cesando rápidamente junto con sus altos cargos administrativos y militares de “Tenientes de Terras” o distritos.
Así como los nombres de lugar (topónimos) tienen casi siempre un significado relacionado con su origen, su historia, su situación topográfica o sus características físicas o bien con algún personaje que haya intervenido en su fundación o en un evento trascendental de su existencia, los nombres de personas fueron en los tiempos primitivos la expresión de alguna circunstancia tocante a su nacimiento o a un sentimiento religioso.
Los nombres griegos y romanos tenían siempre un significado, así como, posteriormente, los celtas y teutónicos y por tanto los góticos y visigóticos.
Estos últimos, generalizados en España y en Portugal durante la dominación visigótica, fueron suplantados en los tiempos de la Reconquista cristiana por nombres tomados del Nuevo Testamento que se pusieron en boga al calor del sentimiento religioso exaltado por la tenaz y prolongada guerra contra los musulmanes para restablecer la hegemonía de la Fe de Cristo. Tal costumbre predomina aún el los pueblos latinos o católicos mientras en los protestantes o sajones son preferidos los nombres del Antiguo Testamento desde la época de los Puritanos ingleses.
Sin embargo, como la Reconquista fue iniciada por los germanos (neo germanos) neo visigodos y neo godos, los nombres de este origen continuaron de moda por largo tiempo como se ve abundantemente en los documentos medievales, ya todos latinizados puesto que los germanos adoptaron el Latín como idioma común.
En los principio del Medioevo, los nombres más antiguos que se encuentran provienen, naturalmente, de la época romana y entre ellos se filian los que usaban los Lusitano-Romanos.
En cuanto a los apellidos (sobrenombres), su uso no aparece sino hasta mucho tiempo después. Ni los hebreos ni los egipcios, asirios, babilonios, persas y griegos usaron apellidos y lo mismo se puede decir de los romanos en los primeros tiempos de su historia, pero después todo ciudadano romano tenía tres nombres: el PREANOMEN o nombre personal que se anteponía a los otros dos; el NOMEN o nombre de la tribu (“gens”) y el COGNOMEN o nombre familiar. Los conquistadores solían ser cumplimentados con un cuarto nombre o AGNOMEN, conmemorativo de sus conquistas.
Este sistema romano de triple nombre estaba ya completamente desorganizado a principios de la Edad Media y los germanos y visigodos apenas si usaban un nombre aunque a veces era originalmente compuesto.
Tal vez los primeros sobrenombres usados en le época de la Reconquista fueron aquellos que aludían a características físicas o morales de la persona: “el bueno”, “el sabio”, “el gordo”, “el tuerto”, pero naturalmente eran dados cuando el individuo había entrado en su madurez.
El sistema de sobrenombres que más se extendió entre los siglos X y XIII fue el de patronímicos, ya fuera empleando como los musulmanes y los hebreos, el afijo equivalente a “hijo” antepuesto el nombre del padre (“ibu” en Árabe y “ben” en Hebreo), tal en Normando “Fitz”, en Galés “Ap” en Irlandés “O” y en Escocés “Mac”, o bien posponiéndolo en forma de sufijo a la usanza sánscrita, como en Alemán “sohn”, en Inglés “Son”, en Escandinavo “sen” y en Ruso “vitch”, o tomando la terminación latina “ides” o “is” (de Lucidium, Lucidez; de Andre, Andreis) derivada del Griego “eides”, “ides”, “is”, como es el caso Español y Portugués donde se conviertieron en “ez” y “es” respectivamente: de Gonzalo, González y Gonzales, de Sancho, Sánchez y Sanches.
En algunos casos el patronímico se derivó del nombre latino, ej.: de Joannes, Annes o Anes; de Moneo, Moneonis y Moniz; de Fafe, Fafes; en otros se conservó en el patronímico la misma forma del nombre como en Abril, Alfonso, Aires, Arias, Froila (a veces Froilaz), Garcés, García, Gualter, Lorenzo, Vicente, y en otros empleando el prefijo hebreo “ben” como de Egas, Benegas, Beniegas, Biegas, Venegas, Viegas y Villegas.
Como los nombres propios que en aquellos tiempos gozaban de preferencia eran muy pocos, pronto se multiplicaron los correspondientes patronímicos dando origen a numerosos homónimos de diferentes y hasta de las misma familias, muchos de ellos contemporáneos entre sí, de donde resultan abundantes confusiones de personas que impiden distinguir sus respectivas identidades, sus parentescos, sus enlaces, sus hechos y sus descendencias.
Estas confusiones que en muchos casos llegan a ser desesperantes, hicieron necesario recurrir a otros medios de identificación de los individuos y de las familias que tuvieron carácter más distintivo y empleo más exclusivo.
TOPONÍMICOS.
A juzgar por los documentos medievales, la manera de distinguir a los diversos homónimos que más antigüedad acusa, consistió en designar a cada quien por su oficio u ocupación habitual. En los apelativos así aplicados a burgueses y campesinos tienen su antecedente los apellidos tecnonímicos tales como Abogado, Bachiller, Campero, Carpintero, Labrador, Pastor, Pedrero, Pescador, Vaquero y similares, que claramente indican la fuente de su origen.
Entre hidalgos y caballeros, puesto que sus oficios (Alcalde, Barón, Canciller, Conde, Cónsul, Dux, Gobernador, Teniente) eran precarios –si bien hubo casos en que duraron toda la vida del dignatario y aun llegaron a ser transmitidos a los hijos- y como los calificativos derivados de sus derechos propios e inalienables (Señor, Infanzón) carecían aisladamente de significación propia y requería la especificación del lugar de dominio, se empleó el topónimo correspondiente al señorío de cada individuo para reconocer a las diferentes personas, precedido siempre de la preposición “de” en sentido de posesión o pertenencia, formándose de esta suerte los apellidos toponímicos que, por su propia naturaleza fueron desde luego privativos de las clases altas a las cuales quedó restringido su uso durante varios siglos.
La función denominativa de estos apellidos fue en sus principios muy precaria pues estando regidos por los títulos de señorío seguían a éstos y no a los individuos quienes solamente podían usarlos mientras conservaran la propiedad de los bienes respectivos.
Andan el tiempo se fue desarrollando la costumbre, que no llegó a definirse y arraigarse sino hasta el siglo XV, de aceptar definitivamente como apellido de familia el que hubiese sido usado por tres generaciones consecutivas por lo menos.
En lo expuesto radica la causa, por una parte, de que los apellidos medievales no pasaran en ningún caso de generación en generación, y por otra, de que los patronímicos y tecnonìmicos se propagaran extensamente y adquirieran un viso de vulgaridad, en tanto que los toponímicos fueron, y aun son, muy raros y denotaban cierta distinción.
Tal peculiaridad asumió especial significación en Portugal por haber sido sólo cinco familias del periodo leonés-portugalense y del primero de la monarquía nacional –Ribaduro, Amagia, Baias, Sousa y Bragansa- las que integraron el tronco de la primitiva nobleza del reino y las que durante la repoblación de la reducida área de Entre Douro-e-Minho después de su reconquista, fundaron las “vilas” que más tarde habrían de ser las “quintas” o casas solares de sus descendientes.
Además, habiendo sido muy usual en ese país la “vinculación por mayorazgo de agnación rigorosa y verdadera” en cuya virtud varios bienes señoriales de la misma familia eran vinculados en un solo título de señorío infanzonado que se usaba con exclusión de los demás y pasaba al primogénito por varonía de cada generación, el número de toponímicos que pudieron alcanzar a convertirse en apellidos de familia fue particularmente limitado.
No se sabe a punto fijo cuándo comenzaron a emplearse los nombres de los bienes de señorío como apellidos personales pero ya en el siglo VIII se ve marcadamente la tendencia de designar de tal modo a los individuos.
Sin embargo, el nombre latino AVELARIA, no aparece sino hasta el siglo XI relacionado por primera vez con alguna persona o dignidad no obstante que desde dos siglos antes ya se les encuentra como topónimo de diferentes lugares de Entre Douro-e-Minho.
En efecto, en 1099, después de la derrota de Almanzor por Don Munio de Viegas, Señor de Gascoña, y de sus hijos Don García y Don Egas Moniz, llamados “Los Gascos”, fundadores de la estirpe de Ribadouro, surge aquel Caballero como “Comes Gubernator Generalis” de los “Territorios” de Anegie y AVELARIAM, y su hijo Don Garcia como “Locum Tenens” de la “Terra” AVELARIA. Este último fue después Gobernador General de los “Territorios” de Lamecum (Lamego) y Penafiel de Canas, cargos que heredó de su suegro Don Sisnando Vilulfiz.
Por lo que respecta a propiedades con el nombre de AVELARIA, la más remota noticia de que de ellas se encuentra en documentos medievales, consta en el testamento del célebre Conde de Galiza e Portucale (Oporto), Don Hermenegildo Gonçalvez o González, abuelo del mencionado Don Munio Viegas, quien a mediados del siglo X contaba entre sus cuantiosos bienes, cuya lista ocupa varias páginas, diversas “vilas” AVELARIA; sin embargo, ni él ni ninguno de sus aludidos descendientes son en caso alguno mencionados como Señores de AVELARIA y por tanto se colige que nunca usaron tal apelativo.
En esos documentos no se dice como llegaron dichas “vilas” a poder de Don Hermenegildo, pero habiendo sido hijo del poderoso Conde gallego “De Tuy, de Portucale e Cella Nova”, Don Gonzalo Guterres y descendiente por varonía de Don Mendo de Rausona según allí mismo se atesta, es fácil deducir que los haya recibido por herencia de sus antepasados.
De Don Hermenegildo las “vilas” de AVELARIA pasaron a su hijo, Don Egas Moniz de Gascoña, después al hijo de éste, Don Munio Viegas de Gascoña, de él a su hijo Don Egas Moniz de Ribadouro de quien las heredó su primogénito Don Munio Viegas de Ribadouro, luego, por repartición hereditaria, a sus hijos Don Egas Moniz “El Gasco”·de Ribadouro y Doña Elvira Moniz de Ufe, y de aquí en adelante se dividen en diversas líneas y nombres variados.
La esposa de Don Hermenegildo, la famosa Condesa Doña Mumadona Dias, comprò en 949, después de enviudar, la antigua colonia romana Talabriga (entonces ya casi despoblada) junto con las salinas vecinas y le dio por nombre ALAVARIO, metátesis de AVELARIA, y al morir, en 959, le dejó como herencia al monasterio de Vimaranes que ella misma había mandado edificar en la aldea de este nombre, hoy la ciudad de Guimaraes. Los frailes de ese cenobio trocaron ALAVARIO en 975 por otras tierras más cercanas a él con Don Ero de Arauca, ·Senhor de Vale de Moldes” y en los documentos de tal trueque se le llama indistintamente ALAVARIO, ALAVERIO y ALAVEYRO, así como en el testamento de Don Ero que la menciona entre los bienes que dejó a su hijo Don Egas Eres de Ialha (1021).
Este Don Egas fundó en un arrabal al Sur de ALAVEYRO una villa con el nombre de Ialha –ALAVEYRO que después se convirtió por elisión en Ialhaveyro, luego Ilhaveyro para quedar finalmente en AVEYRO para la villa que ahora es la ciudad de tal nombre, e Ilhavo para el arrabal, hoy el barrio de Ilhavo o Vila Antita, cerca de la cual estaba la aldea de Vera Cruz, hoy Vila Nova, donde Don Egas mandó construir la iglesia de Vera Cruz demolida en 1879 para ser reedificada sin que hasta recientemente se haya construido más que las paredes del nuevo templo.
AVEYRO pasó por herencia de Don Gonçalo Viegas, hijo de Don Egas, quien a su vez la dejó a uno de sus vástagos, Don Fernao Gonçalves de Marmel, y éste a su hija Doña Teresa Fernández de Marmel, casada con Don Mem Viegas de Sousa (1091), sin formar apellido.
Este matrimonio trocó la Villa de AVEYRO por otras tierras con Doña Elvira Moniz de Ufe quien, como ya se ha visto, poseía por herencia de su padre, Don Munio Viegas de Ribadouro, varias villas AVELARIA, casi todas con el nombre ya aportuguesado de AVELAYRA o su plural con toponimia, AVELAYRAO así como AVELEYRA y AVELAYRAO, o su colectivo AVELEYDA, en diversos lugares, a saber: en el “Julgado” (antes “Terra”) de Louzada, la “Vila AVELAYRAO” y la “Quinta AVELANEDA (la antigua “Vilela”); en el “Julgado” de Maia (antes Amalgia), la “Vila AVELAYRAO” con el cenobio femenino AVELEYRAO o VELAYRAO, y la “quinta AVELANEDA”; en Riba de Ave, la “Vila AVELEYRA de Riba de Ave” con su convento, el “Castro” de Banfinas de AVELEYRA, cerca de Eriz construido seguramente por Don Egas Eres o Eris, y la “Vila AVELAYRAO” con el cenobio femenino de AVELEYRAO o VEYRAO cerca de Lanhoso, y en Cinfaes, la “Vila AVELAYRA”, a las que vino a agregarse la susodicha Vila de AVEYRO que así se reincorporó al acervo patrimonial de su origen.
Doña Elvira Moniz de Ufe fue casada en primeras nupcias con Don Pedro Fernández de Bragança (1114) y en segundas con Don Pedro Froilaz de Trava, habiendo donado por ese tiempo la “Vila AVELEYRAO” de Louzada a su sobrina Doña Urraca Viegas, hija de su hermano, Don Egas Moniz ·El Gasco” de Ribadouro, y posteriormente “ama” (en el sentido antiguo) de la reina Doña Mafalda. Doña Urraca, a su vez, donó después esa “vila” al monasterio de San José de AVELEYRA de Tarouca, según consta en el “cartórico” de ese cenobio.
De su primer matrimonio tuvo Doña Elvira dos hijos, Don Vasco Peres de AVELEYRA o AVELEYRAO, así llamado por haber heredado los casales de esos nombres, excepto el de Louzada, y Don Paio Peres de AVELANEDA que heredó las “quintas” así nombradas por Louzada y Maia, primera vez que aparecen tales nombres como antroponímicos.
La Villa ALAVEYRO o AVEYRO y la Villa AVELAYRA de Sinfaes, fueron dotadas por Doña Elvira a la hija que tuvo de su segundo enlace, Doña Elvira Peres de Trava al desposarse con el Conde Don Gome Nunes de Pombeiro. De este casamiento nacieron dos hijas, a la primera le tocó la Villa AVELAYRA y fue llamada Doña Chama Gomes de AVELAYRA, casada con Don Paio Soares de Maia, de quien pasó a su hijo Don Pedro Pais de Maia y de este a su segundón Don Martín Peres quien abrevió el nombre de la villa llamándose “de AVELA; su hijo, Don Martin Martins de AVELA, apodado “El Abuelo” por parafonia de AVELA fue el tronco de los AVELA, AVELAS y AVELOS. Uno de sus descendientes de esta rama pasó a Aragón a mediados del siglo XIII para entrar al servicio de Don Jaime “El Conquistador” y después de la conquista de Jumilla estableció en dicho reino casas solares con el nombre aragonesado de ABELLAN, llamándose Don Pedro Tomás de ABELLAN del cual proceden los de este nombre así como los ABELLANAS, también de Aragón, y los AVELLAN y AVELLANAS de Castilla.
Estos datos, tomados de fuentes portuguesas, con sus corroborados por el nobiliario español de Moroto, donde al referirse a los apellidos últimamente mencionados, dice: “La infanzonada casa y apellido nobiliario de AVELLAN trae su origen del reino de Aragón, de donde vinieron con su rey Don Jaime “El Conquistador” a Murcia. Don Pedro Tomás de AVELLAN conquistó Jumilla y de su mismo tronco proceden los AVELLANAS. En la certificación de Blasones de la Real Cancillería de Granada, en 1641, se lee: Los de este apellido y linaje de AVELLAN son muy ilustres, buenos y antiguos hidalgos pues descienden de la vieja y ahora desaparecida estirpe de los AVELEYRA de Portugal. De allí salió también la rama que se radicó en Lorca y en Granada”.
A la segunda hija de Doña Elvira Peres de Trava, llamada Elvira Gomes, le tocó ALAVEYRO o AVEYRO y habiendo casado con Don Gualter de Gouveia tuvo una hija, Doña Elvira Gualter de Gouveia e AVEYRO, amante del primer rey de Portugal, Don Alfonso Henriques, a lo cual se debió que este monarca mandara reconstruir la iglesia de Vera Cruz y le dieran fueros a la villa en los cuales ya aparece definitivamente con el nombre de AVEYRO. Don Alfonso y Doña Elvira donaron más tarde esa villa a su hija ilegítima, Doña Urraca Alfonso de AVEYRO, donación que fue confirmada en 1177 por Don Sancho I, hijo y sucesor de Don Alfonso.
Doña Urraca, que fue casada con Don Pedro Alfonso de Tarouca, dejó de herencia AVEYRO a su hijo el famoso Don Abril Peres de Lumiares, de Tarouca e de Lamego, quien junto con su hermana, Doña Aldara Peres de Arauca, hizo donación de cuantiosos bienes al monasterio de San José de AVELEYRA, de Tarouca, entre los cuales iba AVEYRO sin incluir Ilhavo, que ya no volvió a ser señorío de familia por lo cual no hubo estirpe de ese nombre. Las personas que en los siglos XV y XVI usaron tal apellido (Jose Alfonso de Aveiro 1480, notable piloto; Joao Alfonso de Aveiro 1495, escritor y Frei Pantaleao de Aveiro 1563, religioso franciscano) se lo adjudicaron por haber nacido en Aveiro mas no porque pertenecieran por sucesión a sus familias.
Igual suerte corrió el nombre de VELARIA que se derivó de las “vilas” AVELARIA que le tocaron a Don Egas Moniz ·El Gasco· de Ribadouro las cuales fueron heredadas por su hijo Don Lourenço Viegas de Ribadouro; éste las cambió y abrevió el nombre llamándolas como queda dicho, VELARIA y las dejó de herencia a su hijo Don Egas de Lourenço; de éste pasaron a su hija Doña Urraca Viegas y luego a la hija de ésta, Doña Sancha Nunes, casada con Don Abril Peres de Lumiares quien también las donó al monasterio de San José de AVELEYRA, de Tarouca no habiendo llegado a formar apellido de familia.
Volviendo nuevamente a Don Vasco Peres de AVELEYRA o AVELEYRAO y a su hermano Don Paio Peres de AVELANEDA, se advierte que el primero tuvo dos hijos, Doña Urraca Vasques, legataria de la “Vila AVELEYRA de Riva de Ave”, y don Fernao Vasques que heredó la “Villa AVEYRAO, cerca de Lanhoso, desde entonces llamada también VELEYRAO, VEYRAO, VIEYRAO y finalmente VIEYRA (hoy Vieira de Minho). De don Fernao pasó esta “vila” a su hijo, Don Rui Fernández de VEYRAO y después al hijo de éste, Don Diego Rodríguez de VIEYRAO que fue el tronco de la familia VIEYRA.
Doña Urraca Vasques se desposó con Don Pero Raimandes de Riba de Vizela y en esa ocasión recibió como donación de su tío, Don Paio Peres, la “Quinta AVELANEDA” de Louzada; años después compró al monasterio de San José de AVELEYRA, de Tarouca, la “Vila AVELEYRAO”, de Louzada, que Doña Urraca Viegas había donado a ese convento, tornando de esta suerte a juntarse en un mismo patrimonio esos dos casales que así pasaron a Don Reimendo Peres de Riba de Vizela, hijo de Doña Urraca y Don Pero, quien a su vez los dejó a su hija, Doña María Reimendes de Riba de Vizela, casada con Don Martín Dade de Aragón, hidalgo que llegó a Portugal en el séquito de la reina, Doña Dulce de Aragón, esposa del rey Portugués Don Sancho I.
En la época respectiva comenzó esa familia a abandonar tanto el topónimo AVELEYRAO para usar el de AVELEYRA simplemente puesto que ya no había razón para emplear el plural, como AVELANEDA por haberse anticuado siendo reemplazado por AVELEDA que es como de allí en adelante se lee en los documentos relativos.
En su matrimonio tuvieron Don Martín Dade y Doña María Reimendes una hija única, Doña María Martins, que al casarse con Don Estevao Dias de Mouriz de Sousa, llevó por dote a su matrimonio las “vilas” AVELEYRA” de Louzada y de Riba de Ave y la “quinta” AVELEDA de Louzada que heredó el único hijo que de esa unión hubo, pues ella murió al darlo a luz, el cual se llamó Don Vasco Martins Esteves de AVELEYRA.
Este título de señorío pasó de allí en adelante por la línea de varonía durante varias generaciones y es de él de donde a la postre se derivó el apellido de familia AVELEYRA que usaron los descendientes directos de aquel hidalgo.
Siendo, pues, Don Vasco el geneatra de la estirpe de este nombre, se le tiene que tomar como punto de partida para trazar la genealogía respectiva.
GENEALOGÍA
Ya se dijo que el objeto de un tratado genealógico es examinar los orígenes de la familia a que se refiera, mostrando su evolución, describiendo sus generaciones y trazando las biografías de las personas que las componen, con una orientación histórica y política.
En consecuencia se debe comenzar por averiguar quien fue el más remoto ascendiente por la línea de varonía para trazar desde allí el curso de su progenie.
A fin de encontrar el ancestro primitivo de Don Vasco Martins de AVELEYRA, tronco de la familia de ese nombre, hay que seguir la guía indicada por las siguientes citas de varios libros de linajes portugueses que concuerdan entre sí:
1.- “Parece provir a familia dos antigos AVELEYRAOS, juntamente com as dos Avelales e os dos Avelares, de dos Fonsecas”.
2.- “A familia dos Fonsecas parece provir de linahgem dos Ribadouro”.
3.- “A estirpe dos Ribadouro é a genuina dos “Gascos” chamados Meniz ou Mendes”
4.- Os antepasados dos primeiros “Gascos” proviram do Conde Don Hermenegildo Guterres e de su mulher Doña Hermelinda Arias.
5.- (Tomado de los libros de linajes españoles) El Conde Hermenegildo Gutiérrez procede de la Real Casa de Celanova, Galicia, y reconoce por tronco al Rey Godo Egica que empezó a reinar en 687, fue sobrino del rey Wamba y casó con Egilona, hija del rey Ervigio, su antecesor”.
Las crónicas no dan noticia de quiénes fueron los progenitores de Wamba; el Chronicon Mundi” de Lucas de Tuy dice solamente refiriéndose a él, REGALI SANGUINE ORTUS, suponiendo que era de origen real o de sangre real de los godos, pero esto parece una simple conjetura del tudense pues nada dice de ello San Julián a quien copió el citado Lucas de Tuy.
Como quiera que sea, nadie dice quienes eran los padres de Egica ni por qué líneas es éste sobrino de Wamba. Algunos autores suponen que fue hijo de Ardobasto, un joven griego desterrado de Constantinopla, pero otros afirman que éste no fue el padre de Egica sino de su suegro Ervigio.
Tampoco en cuanto a su descendencia hay completa claridad ni se explica con precisión por qué don Hermenegildo Guterres “lo reconoce por tronco”, pero tomando datos aislados y fragmentados esparcidos en varios trabajos de autores diversos, se puede establecer con visos de exactitud bastante plausibles que Egica tuvo en su juventud un hijo llamado Rachi y otro de nombre Aistulfo que se fueron a servir a las órdenes de los reyes lombardos. Después de haber sido electo rey de los visigodos y a edad muy avanzada, Egica se casó con Egilona de quien tuvo a Witiza, penúltimo rey de ese pueblo.
Aistulfo o Astolfo, que a su vez fue después electo rey de los lombardos, se casó con Ciseltruda, de quien tuvo dos hijos, Desiderio que fue primero Duque (General) de Brescia y de Istria y después del último rey lombardo, casado con Ermenegarda y cuya hija Desiderata fue esposa de Carlomagno; y Mendo o Ermenegardo, Conde (Gobernador) de Avelino y luego de Rossano.
Ya se dijo como llegó Don Mendo a Galicia y entró al servicio de Don Alfonso I, El Católico, Rey de Asturias, entroncado también, aunque por diferente línea, con la Real Casa de Celanova por haber sido hijo de Pedro, Duque (General) de Cantabria y descendiente de los reyes visigodos de Galicia, Leovigildo, Recaredo y Hermenegildo; además Don Alfonso fue Príncipe de la Milicia en los reinados de Egica y Witiza, abuelo y tío, respectivamente de Don Mendo.
Cuando el mencionado monarca asturiano llevó la guerra contra los muslimes aprovechando las luchas civiles entre árabes y berberiscos, logró entrar en Galicia, 742, con sus hijos Fruela y Vilmarano ayudado por los gallegos que se sublevaron en masa, y quitó a los árabes las plazas de Lugo, Tuy y Orense para avanzar finalmente sobre Lusitania arrancando toda esa región al poder musulmán.
Iniciase entonces un largo periodo de guerras entre asturianos y leoneses que se disputaban la posesión de aquellos reinos, en tanto que portugueses y gallegos, siempre rebeldes a los reyes de León y en constante contienda con los asturianos, pugnaban por constituirse en reinos independientes.
Don Mendo de Rausona, después de la conquista de Galicia y de Minho en la que participó junto con Vimarano, se fue temporalmente a León donde contrajo matrimonio con la Condesa Doña Joana Romais, hija del Infante Romao Bermudes, hijo legítimo del rey Bermuda de León y por tanto hermano de Fruela I de León que a la sazón reinaba.
Al regresar Don Mendo a Portugal junto con su esposa, emprendió la repoblación de la región conquistada fundando múltiples lugares con nombres que recordaba a su antiguo Avelinese: AVELA, AVELAS, AVELARIA, AVELARIANI, MONFORTE y BAIAO, o que se derivaban de los suyos personales: Menendiz, Rausendiz, Roosendi, Resende.
Dos hijos tuvo Don Mendo en matrimonio, Rausendo Mendiz que se casó con Munilona, hija del rey Fruela I de Asturias y de su esposa Munia Ximena, y Froia Mendiz, casado con Aldonça Rodrigues, hija de Rodrigo Romais Conde de Monterroso y hermana de Joana Romais, de cuyas descendientes provienen los Pereyra, los Palmeyra, los Cerveyra, los Ambia, los Sotelo, los Portocarreiro y, por una rama femenina, los Pimentel, todos los cuales, excepto los Pimentel descienden también, por líneas femeninas, de Don Rausendo Mendiz debido a varios enlaces matrimoniales habidos en diversas generaciones entre los vástagos de ambos germanos.
Hijo de Don Rausendo y de Doña Gaudiosa fue don Mendo Rausendiz, casado con Doña Aragunda Cidiz de quien tuvo a Don Guterre Mendiz de Roosendi, esposo de Doña Berengilda Roriz y padre de Don Ermenegildo Guterrez, famoso Conde gallego de Porto (Oporto), y de Tuy, que casó con Doña Hermesinda Arias de Sigal y Puerto Marín, hija de Arias Miro, descendiente del rey suevo de Galicia, Ariamiro o Artamiro (siglo IV).
Fue don Ermenegildo Mayordomo Mayor del rey Alfonso III de León en cuyo tiempo se rebeló un caballero llamado Witiza; el Conde lo batió, lo derrotó y lo aprehendió en la batalla de Avelas (heredad de Don Ermenegildo y lugar fundado por Don Mendo de Rausona) y el rey le dio como recompensa todas las tierras del rebelde.
Sin embargo, cuando Alfonso III de León se hizo coronar rey de Galicia, Don Ermenegildo se apartó de él y asumió resueltamente la defensa de la independencia de su país poniéndose a la cabeza de los Condes gallegos cuyas revueltas para substraerse a la soberanía de León se intensificaron con ardor.
El primer hijo de Don Ermenegildo Guterrez que fue Don Guterre Arias Mendes, Conde de Oporto, Tuy y Celanova se casó con Doña Ilduara Ermegildes de Vila Abrigosa. El segundo, Don Gonçalo Mendes de Salas fue padre de Fernán Gonçalves que aparecerá nuevamente más adelante. Después de él tuvo una hija, Doña Elvira o Munia Mendes que fue esposa del rey Ordoño II de León; luego otro hijo, Don Arias o Aires Mendes, Conde de Minho cuya hija Doña Godo Arias o Aires casó con el Rey Sancho I que reinó Galicia.
Tuvo además don Ermenegildo otros dos hijos, Repuciano y Milena o Elvira Mendes, esposa de Alfonso III de León.
A lo largo de todo este tiempo Galicia sufrió en diversas ocasiones los vandálicos asaltos de los “bárbaros del Norte”, los feroces normandos, que varias veces llegaron a sus costas sembrando la muerte y la desolación.
El primer asalto efectuado por los normandos (843) siendo rey de Asturias Ramiro I, fue rechazado por Don Ermenegildo Guterres, que entonces era Conde de la ciudad marítima de Brigantio (Betanzos) que tenía a La Coruña como colonia. Los piratas fueron desbaratados por dicho Conde y obligados a huir después de sangrientos combates.
Bajo el reinado de Ordoño I de Asturias los normandos llevaron a cabo su segundo ataque y Don Ermenegildo volvió a derrotarlos completamente con lo cual quedaron tan escarmentados que durante un siglo no se presentaron más en las costas de Galicia.
Don Guterre Arias Mendes heredó todos los oficios de su padre y además fue nombrado, como ya quedó anotado, Conde de Celanova por Alfonso III; de su esposa, que es venerada en los altares de Portugal como Santa Ilduara, tuvo los siguientes famosos hijos:
San Rosendo (Guterres); Santa Aldara (Guterres); Eldegunda Guterres, casada con Gonçalo Froilaz, descendientes de Froia Mendiz; Adosinda Guterres casada en primeras nupcias con Abuclan Abonaçar de quienes fue hija Ortiga Abuclan, amante de Ramiro II, y en segundas con Ximeno Dias; Centrode Guterres, esposa de Nuno Alvares da Maia; Nuno Guterres, casado con Valasquita, y el mayor, Gonçalo Guterres, Conde de Porto, Tuy y Celanova al cual algunos autores llaman erróneamente Gonçalo Mendes por haberse casado con Teresa Mendes de quien tuvo a Ilduara Gonçalves, casada con Froia Gonçalves, hijo de Gonçalo Froilaz y por tanto su primo; a Galindo Gonçalves y a Don Ermenegildo o Mendo Gonálves, su primogénito, heredero de todos su cargos y honras entre las que se contaban las tierras AVELARIA, y casado con la poderosa Condesa gallega Doña Mumadona o Munia Dias, Hija de Don Diego Fernandes, hijo de Fernan Gonçalves y de su esposa Oneca, y hermana de Ximeno Dias a quien Ramiro II llamaba tío (tius meus domnus Exeminus)
Entre 931 y 950, Ramiro II dio a Mumadona, a la que llamaba “conlaza nostra”, la “vila” rural de Mellares; por esa misma época construyó esta dama el célebre convento de San Salvador y Santa María en Vimaranes, hoy Guimaraes, población que también ella fundó en el mismo sitio donde Vimarano estableció la “vila” de ese nombre.
El Conde Ermenegildo Gonçalves surge por última vez en 933 en una donación de Ramiro II al monasterio de Lorem y después en su testamento por el cual se sabe que con su esposa Doña Munia o Mumadona, tuvo nueve hijos: Don Gonçalo Moniz de Mendes, Dux Magnus, Conde de Portugal, casado con Moninha Bermudes; Elvira Moniz Mendes, segunda esposa de Ordoño III de León; Egas Moniz Mendes que heredó las tierras de Gasconha en Paredes y de AVELARIA en Riba de Ave y que fue el geneatra de la estirpe de los Gascos; Diego Moniz Mendes; Ramiro Moniz Mendes, casado con Adosinda Gormiri; Oneca Moniz Mendes esposa de Guterre Rodrigues; Nuno Moniz Mendes, muerto en su adolescencia; Continha Moniz Mendes, casada con Troitosendo Galindiz; Arriana Moniz Mendes, mujer de Ero de Arouca, Señor de Vale de Moldes, fundadora de la “vila” ARRIANA hoy el pueblo de Arrifana.
Tanto en el testamento de Don Ermenegildo (950), como en el de Mumadona (959), al hacer la distribución de sus bienes entre sus hijos se describen las diversas “vilas” AVELARIA que el famoso Conde había recibido de sus progenitores según consta “in colmellum genitori nostro”, así como la “vila” ALAVARIO que ella compró con las salinas vecinas.
Se nota tal riqueza de bienes en esos documentos que por sí sola es suficiente para demostrar la opulencia fabulosa de este descendiente de Don Mendo Rausona.
Como las devastaciones de los normandos habían llegado, en sus ataques antes mencionados, hasta la región de Minho, Doña Mumadona, temerosa de que se repitieran las tropelías de esos piratas, mandó construir el gran “crasto o citania de S. Fins de AVELARIA” hoy Sanfins de AVELEYRA, entre el Ave y el Avizella: “laboramivues” castellum quod vocitant Sanctum Petris in locum predicto AVELARIAN quod est huius monasterio constructum et post defenesaculo huius sancto cenobio concedimus” (el de San Pedro de Riba de Ave).
Por iguales motivos y en la misma época Doña Mumadona mandó erigir una gran torre cerca del Monasterio de Guimaraes en el “alpe” (monte) Latito para defensa y seguridad de los monjes y monjas.
A la torre se agregó una muralla construida también por Doña Mumadona, de la cual aun hay restos al oriente de la fortaleza que fue el origen del noble castillo de Guimaraes, cuna de la nacionalidad portuguesa.
Al entrar la generación Moniz Mendes, los hijos de Don Ermenegildo y de Doña Mumadona, los autores entran en grandes confusiones debido principalmente a que muchos de ellos, sin reparar en que por su madre, Doña Munia o Mumadona que había aportado cuantiosos caudales a su matrimonio, se llamaban Moniz además de Mendes por Don Ermenegildo o Mendo y les suprimen el patronímico derivado de Doña Munia y dan a entender que Don Gonçalo Mendes y Don Egas Mendes son personas distintas de Don Gonçalo Moniz y Don Egas Moniz y aun uno de ellos llega a llamar al primero Gonçalo Mendes y Gonçalo Moniz indistintamente en las misma páginas.
Esto, agregado a que Don Egas se fue de Portugal a Galicia acabando de morir su padre y permaneció largos años al lado de su tío abuelo, San Rosendo, que entonces era Obispo de Mondoñedo, introduce mayor perplejidad pues como no vuelve a figurar al lado de su madre, Doña Mumadona, algunos de esos autores tocan el extremo de desconocer que fuese hijo del Conde Don Ermenegildo y de su mujer.
LOS GASCOS
Lo cierto es que en 966, años después de que los pueblos desde Galicia hasta el Douro se rebelaran contra Sancho El Gordo quien los sometió, Don Egas y su hermano Don Gonçalo que gobernaba los Distritos fronterizos de Galicia y hasta el Sur del Douro, se sublevaron contra dicho rey al frente de “um grande exército” según los cronistas Silense y de Sampiro. Aunque la suerte de las armas no les fue muy favorable, el rey murió por esos días misteriosamente asesinado y entonces subió al trono Ramiro III quien al principio logró apaciguar los ánimos con una política más liberal.
A Don Gonçalo y Don Egas se debió, pues, la primer tentativa de los pueblos de Galicia (hasta el Mondego) para conquistar su libertad, tentativa que volvió a realizar un siglo más tarde el Conde Nuno Mendes, descendiente de Don Gonçalo.
Dos años después, 968-69, bajo el reinado del referido Ramiro III, aparece Don Egas Moniz, al lado de su tío abuelo, San Rosendo, y del Conde Gonçalo Sanches, combatiendo a los feroces normandos que realizaron un nuevo y último ataque a las costas de Galicia bajo el mando personal de su rey Gunderedo quien fue muerto y sus hordas totalmente aniquiladas por los mencionados caballeros.
Casi a raíz de esa victoria que debe haber sido sensacional en su época, surge Don Egas como Conde Gobernador de los Territorios AVELARIAN y Anegie comprendiendo las “tierra” de que eran Señor, de Gasconha AVELARIA, Sesnande, Midoes, Aguiar de Sousa, Recaredi, Sobreira, Vandoma, Mouriz, Astromil, Benviver y otras muchas, mas por haber tenido su residencia original en Gasconha se llamó por Egas Moniz de Gasconha Conde Gobernador de Anegie e AVELARIAM”
Después de la desastrosa batalla de Rueda (981), ganada por Almanzor a Ramiro III, el “Dux” y el Conde Don Egas fueron unos de los principales magnates gallego-portugueses que junto con los Condes Rui o Rodrigo Velasques y Gonçalo Sanches destronaron a ese rey y coronaron en Compostela al primo de él, Bermudo, casado con Elvira García, hija de García Fernandes de Castilla y de su esposa Ava, el cual fue después Bermudo II de Asturias y León y con cuya hija, Moninha Bermudes, se casó con Don Gonçalo según se deduce de la donación que el y su mujer hicieron de la “vila” rural de Treixedo (“Territorio” de Viseu) al monasterio de Lorvao en 981 siendo él Gobernador de Coimbra.
Don Egas Moniz de Gasconha se casó con Doña Urraca Ramires, hija bastarda de Ramiro II y de Doña Ortiga Abuclan, de la cual tuvo tres hijos, Don Munio Viegas de Gasconha que heredó sus títulos y honras entre las cuales estaban las “vilas” AVELARIA; Don Oneco Viegas, Obispo de Tuias, y Don Sisnando Viegas, Obispo de Porto (Portucale).
Como desde la ya referida batalla de Rueda el terrible Almanzor venía asolando constantemente esa región y haciéndola víctima de sus feroces tropelías habiendo llegado a tomar en 995 el castillo de Aguiar de Sousa y el Bandoma, según crónica de los Godos, Don Munio Viegas de Gasconha, sucesor de su padre en el gobierno de la región, organizó un poderoso ejército para batirlo con ayuda de sus hermanos Oneco y Sisnando y de sus hijos, Don García Moniz de Ribadauro, Don Mem Moniz de Ribadauro y Don Egas Moniz de Ribadauro, tenidos con su esposa Doña Velida Troitosendes, hija de Troitosendo Galindes, hijo de Galindo Gonçalves, y “com os seus muitos e bons cavaleiros e muitos e bons escudeiros filhos de algo, combate com grao peça de Mouros por muitas vezes e vence-os outras tantas, até lhes conquistar toda a terra por Riba de Douro acima, de uma parte e da outra”.
Iníciase aquí el periodo de las “parcialidades” que fueron los elementos de donde germinó la nación portuguesa y que tuvieron en Minho su núcleo principal especialmente en el periodo leonés-portugués y el primero de la monarquía que le sigue.
La designación de “parcialidad” se aplica a cada una de las “partes” de la antigua nobleza portuguesa o sea al conjunto de generaciones nobles descendientes de un mismo tronco constituido por alguno de los próceres de aquella época.
De acuerdo con uno de los Libros de Linajes, la antigua nobleza de Portugal se dividía solamente en cinco “parcialidades” principales: Los “Baiaos”, los “Braganças” o Bragançaos, los “Gascos”, los “Maias” y los Sousas, que corresponden a los nombres de sus asientos primitivos o principales: las “terras” de Baiao, de Bragança, de Gasconha, de Maia y de Sousa, respectivamente.
Los orígenes de estas “parcialidades están más o menos rodeados de hechos tan singulares que los que no son realmente legendarios tiene mucha apariencia de serlo; con el propósito de esclarecerlos o rectificarlos, se agregaron a ellos posteriormente otros hechos, pero la costumbre general entre los linajistas de no citar las fuentes de sus informaciones conducen a obscuridades que no permiten ahora distinguir lo que pueda ser verídico en esas tradiciones.
A pesar de esto, los monumentos suministran a veces algunas luces en el sendero de los linajistas que indican que la verdad no se aparta esencialmente de las aludidas tradiciones.
Sin entrar en detalles inconducentes al propósito de este trabajo, sólo es pertinente mencionar quiénes fueron los troncos de esas cinco “parcialidades”.
“Baiaos” o “Baices”.- Esta “parcialidad” proviene de un caballero llamado Don Araldo Gudes, hijo de Don Guido Zambertiz de Spoleto, que llegó, según unos, de tierras alemanas después de 982 y, según otros descendientes de uno de los cinco caballeros que habían venido con Don Mendo de Rossano o Rausona. Sea como fuere, Don Araldo sirvió al rey leonés Bermudo II combatiendo a los sarracenos, libertó de infieles las tierras de ambas márgenes del Bouro y estableció su asiento en Baiao, cerca de ellas.
“Maias”.- Tiene por tronco a Don Trastamiro Aboa Aboaçar, descendiente del rey leonés Ramiro II por línea bastarda de Doña Ortiga Abuclan, quien libertó la “terra” de Maia que se extendía desde al Douro inferior hasta el Lima.
“Braganças” o “Bragençaos”.- Menos glorioso que el de las demás es el origen de esta “parcialidad” pues proviene de un sujeto matricida, patricida e infame del que no se saben más que violencias y bajezas. Tal fue Mem Alao cuya descendencia, no obstante, emparentó con el primer rey de Portugal y tiempos después dio origen a la Casa Real de Braganza.
“Sousas” o “Sousaos”.- Proviene de Echigi Gicoi de quien tampoco se sabe nada edificante.
“Los Gascos”.- Los nobiliarios medievales dan principio a esta “parte”, la más ilustre de la antigua nobleza portuguesa, con Don Munio Viegas, natural y Señor de Gasconha, hijo de Don Egas Moniz de Gasconha y padre de Don Garcia, Don Mendo y Don Egas Moniz de Ribadouro que fueron ya presentados en párrafos precedentes.
Hay autores que, dejándose llevar por la fantasía de una absurda leyenda, aseguran que Don Munio Viegas de Gasconha llegó a Galicia y Portugal con sus hermanos e hijos procedentes de la Gascogne francesa al frente de un gran ejército para ayudar a los cristianos contra los moros, pero Don Rui de Azevedo con el respaldo de la Academia de la Historia de Portugal ha demostrado que esto es falso y que los padres de Don Munio eran “nobles portugalenses poderosos y ricos de bienes en Portugal” y que el lugar de su origen es Gasconha, de Portugal, de donde fueron Señores y Gobernadores y por largo tiempo residentes desde que su primer antepasado, Don Mendo de Rousana, las arrancó del dominio árabe, y por lo cual se les dio el alcuño de “Los Gascos”.
La línea de Don Egas Moniz de Ribadouro se ramificó extensamente y el hecho de que en sus generaciones sucesivas abundaran los nombres propios personales de Egas y Munio con sus correspondientes patronímicos, Viegas y Moniz, da lugar a un sinnúmero de confusiones pues es tal la abundancia de Munios Viegas y de Egas Moniz que, si no se tiene meticuloso cuidado para distinguirlos por sus títulos de señorío o por sus alcuños, se cae en errores crasos que han inducido a autores poco escrupulosos a trabucar las noticias de Don Egas Moniz “O Velho” con las de Don Egas Moniz “O Gasco” a las de Don Egas Moniz “ “O Aio”, o bien con las de Don Egas Moniz de Ribadouro con las de Mem Moniz de Benviver, y así hasta el absurdo de atribuir al abuelo de la esposa del nieto o viceversa sin percatarse de las fechas.
De la “parcialidad” de “los Gascos”, Don Garcia Moniz de Ribadouro constituye la línea de varonía por haber sido el primogénito De Don Munio Viegas da Gascocha de quien fue sucesor de todos sus cargos. Los cuantiosos bienes que heredó o adquirió estaban situados en una extensa región que abarcaba las “terras” de Penafiel, Riba de Ave, Benviver, Aguiar, Baiao, Gelmir, Arouca, Paiva y Tarouca, pero fue Don Egas Moniz de Ribadouro quien heredó las “vilas” AVELARIA de sus antepasados.
Don Garcia es, además, el más notable de los tres hermanos pues todos los linajistas lo consideran como la figura principal, después de su padre, en las luchas con Almanzor y hasta hay algunos que aseguran que murió heroicamente combatiendo en la reconquista de Ribadouro en 999, lo cual es inexacto pues Don Garcia vivía aun a mediados del siglo XI cuando bajo el reinado de Fernando El Grande, rey de Castilla y de León, asistió con su hijo Don Ruy o Don Rodrigo Garcia a la liberación de la “tierra” y el castillo de S. Martinho de Mouros, de donde provienen las estirpes de Fonseca, de Matos, de Cardoso, que corresponden a otras tantas notables “quintas” o “paços” fundados por sus descendientes y que ahora son poblaciones de nombres iguales. Vivía todavía, así mismo en 1065 cuando el citado monarca hizo rey de Galicia y Lusitania a su hijo Don Garcia dándole así a esa región su autonomía si bien no su libertad como se verá más adelante.
Esperanzado Don Garcia Moniz en que con el rey Don Garcia se realizarían las aspiraciones de independencia de gallegos y portugueses, le hizo, para proporcionarles estabilidad económica una donación en unión de su esposa Doña Elvira, tan cuantiosa, por cierto, que asombra la longitud de la lista de los bienes que comprendía. Esta donación es reconocida y declarada por el propio rey Don Garcia diciendo que todo lo que recibiera “venit mihi de parentorum et de aviorum suorum e fuit de Garsea Muniniz et uxor sua Ielvira tam de abiorum quam etiem de comparato” . Sin embargo, éstos no eran mas que una pequeña parte de los bienes que Don Garcia Moniz poseía después de la repartición con sus hermanos.
El reputado linajista Don Manuel de Sousa da Silva escribió los versos que a continuación se copian en lo que se refiere a las familias descendientes de Don Garcia:
Morou lá em Benvivir
Garcia Moniz de quem vem
Os Monizes em Gelmir
E desde Ave eté Feyra
Os Fonseca, os Aveleyra
E os Coutinho também.
Hay aquí, sin embargo, una inexactitud flagrante con el evidente propósito de halagar a las familias que llevan el nombre de Moniz pues ninguna de ellas descienden de Don Garcia ni de sus hermanos y además, los linajes que provienen de este hidalgo tienen apellidos toponímicos derivados de sus respectivas heredades pretéritas y no al patronímico de Moniz que por sí solo indica un origen mucho más reciente e impreciso.
La “vila” rústica llamada Gasconha estaba situada dentro del actual Concejo de Louzada que entonces pertenecía a las “tierras” de Penafiel y de Paredes de la que “Los Gascos” fueron dominadores.
Las diversas “parcialidades” mezclaron sus sangres desde luego y de allí se derivaron varias “parcialidades” secundarias que los documentos del siglo XIII designan con los nombres de “Mílites Spinelis” (con heredades en la “tierra” de Aguiar de Sousa); “Mílites Carapecis” (en Santa Cruz de Riba de Tamega); “Mílites Ferraribus” en la “tierra de Condomar”; “Mílites de Fonseca” (en San Martinho de Mouros); “Mílites Lusiia (en Gondomar); “Mílites Babilonia” (en Maia).
En los mismos documentos se encuentran menciones de las “partes” secundarias de los Carramondos (en Maia y Riba do Minho); de los Calças (en la “tierra” de Froiao); de los Nóbrega (en la “tierra” del mismo nombre); de los Teixeira (en las “tierras” de Penaguiao, Masao Frio y Panoias); de los Briteiros (en la “tierra” de Maia); de los Ferreryra y de los Brandoes (en la misma “tierra”); de los Melo (en Felgueiras); de los Matos (en Ferreiros de Tendais y Aregos); de los Machado, Gusteiro y Arufo (en Valadares de Riba do Minho) etc., linajes de que fue heredera una numerosa nobleza pero que, con muy contadas excepciones, no perpetuaron esas viejas designaciones en los actuales apellidos.
Las “parcialidades” tuvieron desde el siglo XI el dominio administrativo y político de grandes extensiones territoriales comprendidas dentro de los respectivos ámbitos de influencia siguientes:
Los Baiao:: Desde el Tamega hasta el Marao.
Los Braganças: Desede Chaves a Bragançay al Douro y del Távora hasta allende el Coa inferior.
Los Gascos: Desde el Sousa hasta el Douro y desde Arouca a Távora.
Los Maias: Desde el Douro al Lima.
Los Sousas: Desde el Marao al Tua y del Sousa al Tamega.
En estas zonas, las “parcialidades” ejercían las funciones de “vicarii”, “maiorini” y “mandantes de Terra” por delegación de los reyes leoneses, así como “maiordomi” y “judices” subalternos hasta la entrada del siglo XIII.
En las más de las veces, los altos cargos inamovibles eran desempeñados por los jefes de las “parcialidades” en los distritos donde poseían los bienes propios o patrimoniales-
Sus nombres son venerables, todos fueron excelentes patriotas que se puede considerar que la libertad portuguesa fue obtenida por el esfuerzo de estas “parcialidades” nacionales que solamente se esfuman, diluyen y desaparecen cuando esa libertad quedó asegurada.
A partir de la preeminencia de los Sousas, esos próceres van cesando rápidamente junto con sus altos cargos administrativos y militares de “Tenientes de Terras” o distritos.
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